El pedregoso camino hacia una finlandización de Ucrania

El pedregoso camino hacia una finlandización de Ucrania

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Una de las grandes interrogantes respecto a la llamada “operación militar especial” desatada por el Presidente ruso, son los objetivos a perseguir. Mucho se ha especulado a partir de las características del despliegue militar, su avance y su timing. También se ha tratado de encontrar explicaciones en reminiscencias históricas, sean soviéticas o de más atrás aún, de los zares.

El gran canciller de la segunda mitad del siglo 19, Alexander Gorchákov solía describir la situación general de Rusia respecto a su periferia como un encuentro entre una nación de avanzada organización política y tribus nómadas semibárbaras, carentes de dicha constitución. En tales casos, decía, los intereses de seguridad fronteriza y las relaciones comerciales son esenciales, pero exigen una particular atención del Estado más avanzado: más autoridad sobre los vecinos.

Por cierto que su preocupación principal eran los pueblos asiáticos y menos la periferia rusa con Europa, donde Ucrania y los países bálticos destacan por su permanente contacto cultural con Occidente. Hoy día, algo de esto hay en la operación desatada por Putin. Una especie de paranoia con la seguridad, motivada probablemente por las dudas tan profundas y extensas de la elite ucraniana post soviética respecto al rumbo final de su país. Una especie de nerviosismo histórico, producto de la falta de diálogo abierto y con márgenes aceptables de franqueza.

Finalizada la II Guerra Mundial, la Unión Soviética solucionó un problema tan acuciante como este, mediante el diálogo y la negociación. Fue con Finlandia. Se consiguió una neutralidad que satisfizo a ambas partes.

Es muy probable que finalmente, rusos y ucranianos se allanen a conversar y abrir su abanico de visiones y soluciones en una mesa de tratativas.

Por eso, luego de un avanzar aplastando toda resistencia, en cuarenta y ocho horas el ejército ruso se situó, según la prensa mundial, “a las puertas de Kiev”. La conquista de la ciudad y la captura del presidente Zelesnik parecían inminentes… Sin embargo pasaron las horas, los días y más de una semana y las tropas siguen frente a esas puertas sin, aparentemente, intentar traspasarlas. Se han ofrecido muchas interpretaciones, entre las que el valor casi sobrehumano que se le ha atribuido a ucranianos y ucranianas tiende a ocupar el primer lugar. La explicación, empero, podría ser otra, quizás menos romántica, pero más objetiva. Quizás la situación que hoy día afecta al heartland europeo y tiene con los pelos de punta al mundo entero, es sólo un conflicto que busca la oportunidad de una negociación. Veamos por qué.

Desde el momento mismo en que dos seres humanos o dos colectivos humanos entran en contacto, las alternativas de esa relación sólo son dos: el conflicto o la negociación. Todo contacto humano es intercambio y todo intercambio trae consigo una negociación. Toda relación entre seres humanos comienza por plantear la posibilidad de intercambiar volúmenes equivalentes de valores que ambas partes requieren. Padres e hijos negocian e intercambian volúmenes variables de amor, respeto y disciplina por amor, protección y seguridad. Los amigos intercambian cariño, apoyo y compañía. Jefes y subordinados negocian e intercambian servicios, disciplina y lealtad por remuneraciones, respeto y estabilidad. Electores y elegidos negocian e intercambian apoyo por beneficios. El creyente de una iglesia intercambia patrones de comportamiento actuales por promesas de recompensas eternas y, naturalmente, el empresario (individual o colectivo) intercambia bienes o servicios que satisfacen necesidades de algunas personas a cambio de reembolsos que le permitirán, a su vez, satisfacer sus propias necesidades.

Ahora bien, cuando la negociación no existe, o cuando es rechazada, los seres humanos sólo pueden esperar de otros seres humanos indiferencia o conflicto. Pero la indiferencia, a su vez, sólo existe como expresión de la ignorancia. Permanecemos indiferentes ante aquello cuya existencia ignoramos; el mero conocimiento, en cambio, es ya una señal de interés. Por ello es por lo que, producido el interés, las opciones reales sólo son la negociación o el conflicto.

Ya en nuestros días, Harvard Business School, que goza de una bien merecida fama como institución de vanguardia en materia de teorías y técnicas de negociación, ha definido el concepto BATNA, acrónimo de la expresión “Best Alternative to a Negotiated Agreement”, como la pieza de información básica necesaria para saber si la negociación es posible. Este concepto identifica al curso de acción elegido como alternativa para el caso que el acuerdo negociado no se produzca. En el libro Negotiation (colección “Harvard Business Essentials”, Ed. Harvard Business School Press, Boston, Massachussets, 2003) se relata, no sin cierta crueldad, un caso de “BATNA débil”: el de una agrupación francesa de desempleados que, en 2001, negociando con el gobierno de su país una mejoría en los beneficios que recibían en esa calidad, amenazaron… ¡con una huelga! Como agrega el texto: “No es necesario decir que el grupo tenía poco poder de negociación”.

La situación que hoy afecta a Europa y posiblemente al mundo entero, podría resumirse como el enfrentamiento entre dos partes que tienen un mismo BATNA: la guerra nuclear, que es la alternativa, tanto para Rusia como para Estados Unidos y sus aliados de la OTAN, a una solución no negociada del conflicto. Es verdad que, visto desde cualesquiera otros ángulos, Estados Unidos es la única potencia mundial (por muy decadente que muchos quieran catalogarla), pero hay uno en que encuentra un igual: no obstante todos los avances realizados durante los últimos años en materia de desarme nuclear, Rusia sigue teniendo la capacidad de golpear letalmente a los Estados unidos en el caso que ambos países debieran enfrentarse utilizando sus artefactos nucleares.

Si están prácticamente empatados, ¿Por qué Rusia, o más bien Putin, ha dado inicio a una situación de conflicto? Porque Putin encabeza un orden político en el que, bajo la apariencia de respeto a instituciones de la democracia liberal, ejerce un control unipersonal absoluto desde hace más de veinte años (¿alguien se acuerda de Dmitri Anatolievich Medvedev con quien se alternaba en los cargos de gobierno para mantener esas apariencias?). Es decir, una “democracia iliberal”. Y para quien detenta el poder absoluto y unipersonal (algo que ni Pinochet pudo lograr en Chile), la primera obligación, aquella que es auténticamente vital, no es expandir su poder -ese es el segundo- sino conservar el poder que ya tiene. Y por supuesto que Putin no puede sino ver como una amenaza personal (no para Rusia), la existencia en sus fronteras de una organización que agrupa a las democracias europeas y de una organización militar cuyas armas pueden derrotarlo a él (no a Rusia). De ahí, probablemente, que haya decidido negociar pero, para negociar, primero tiene que dejar establecido el conflicto y exponer a los ojos del mundo su BATNA. Y eso y no mucho más, es lo que ha hecho hasta ahora. Sigamos la secuencia de hechos.

  1. Durante los últimos años Putin se dedicó a dos cosas con relación a Ucrania: a estimular y apoyar militar y financieramente la disidencia pro rusa de la zona del Donbás y a hacer ver a Occidente que rechazaba como una amenaza directa a Rusia la incorporación de Ucrania a la Unión Europea y a la OTAN.
  2. Luego de que no obstante que una solicitud ucraniana de incorporación a la OTAN  hubiese sido rechazada en 2014, el gobierno de Zelesnik insistió, durante el último año, en hacer público su llamado a que Ucrania fuese acogido por ambas organizaciones.
  3. Ante ese virtual desafío de Zelesnik, Putin replicó exponiendo nuevas y viejas teorías que hablan de la inexistencia de Ucrania como nación o como pueblo distinto del ruso y sugiriendo, en consecuencia, la posibilidad de su anexión a Rusia. Alimentó esos argumentos con crecientes alusiones al carácter “neonazi” y corrupto del gobierno de Zelesnik.
  4. Estados Unidos y sus aliados europeos tomaron naturalmente partido por Ucrania, defendiendo sus derechos, aunque no se pronunciaron sobre su aceptación a la solicitud de incorporarse a los organismos multilaterales a los que el gobierno ucraniano postula. He ahí, ya, las bases de un posible futuro acuerdo negociado.
  5. Putin aumentó la apuesta, primero, reconociendo a las regiones del Donbás como naciones independientes. Y luego, pretextando la mantención del “peligro” que representaba la posible incorporación -no rechazada aunque tampoco aceptada- de Ucrania a la OTAN y a la UE, finalmente invadió ese país. La invasión se limitó a establecer un cordón protector de tropas rusas prácticamente a todo lo largo del lado ucraniano de la frontera, incluido el avance hasta “las puertas de Kiev”. Luego, aparentemente, se dispuso a esperar.
  6. La reacción de Occidente fue la que había anunciado el presidente Biden ya algún tiempo atrás: la OTAN no envió tropas a defender Ucrania, pero Estados Unidos y sus aliados contratacaron con una poderosa ofensiva económica que, aunque incruenta, puede llegar a afectar severamente la estabilidad de Rusia, es decir de Putin. (Y aquí debemos recordar que, cual país del Tercer Mundo, Rusia es un poderoso exportador… de commodities, mientras importa buena parte de  sus consumos e insumos de origen industrial. De ahí que quedar fuera de los circuitos financieros internacionales y que las principales casas productoras y distribuidoras internacionales de bienes de consumo decidan abandonar el país, es, sin duda, un golpe que debilita el poder que Putin desea mantener).
  7. En esas circunstancias se produjo el inicio de negociaciones formales, naturalmente entre Rusia (es decir Putin) y Ucrania (es decir Zelesnik y detrás de él Estados Unidos y sus aliados). Ya ha habido dos reuniones formales. De la primera no surgió nada, excepto buenos modales. De la segunda, un alto al fuego limitado y por razones humanitarias. Y en el medio, durante la semana, la declaración negociadora real de Putin, dicha por intermedio de su ministro de RR.EE Serguéi Lavrov: la intensificación de las medidas económicas contra Rusia (es decir contra Putin) pueden llevar a una Tercera Guerra Mundial (es decir a una guerra nuclear). O sea: “señores, ya llegué a mi límite. O llegamos a un acuerdo o recurro a mi BATNA”. Claro ¿no?
  8. Las condiciones de Rusia (es decir de Putin) para un acuerdo son las que eran presumibles desde un inicio y las acaba de comunicar el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov: Ucrania debe cesar su actividad militar (Rusia, naturalmente hará lo propio); debe cambiar su constitución para consagrar la neutralidad (es decir no debe ingresar ni a la UE ni a la OTAN); debe reconocer a Crimea como territorio ruso y a las repúblicas separatistas de Donetsk y Lugansk como territorios independientes (es decir aceptar la permanencia del cordón protector ruso a lo largo de su frontera). Una oferta negociadora que podría haberse previsto desde el comienzo del conflicto.

La tercera ronda de negociaciones se inicia en breve en Turquía y sus términos están claros. Si se aceptan los términos propuestos por Rusia (es decir por Putin), con todas las garantías que Zelesnik (es decir Estados Unidos y sus aliados) exigirán acerca de la independencia del Estado Ucraniano, Putin habrá logrado su objetivo negociador de alejar las armas de la OTAN y la influencia de la UE de sus fronteras.

Estados Unidos y sus aliados, por su parte, habrán logrado mantener la paz y mostrar al mundo, una vez más, el carácter tiránico del gobierno ruso.

Adicionalmente y como efectos colaterales, la UE y la OTAN habrán salido reforzadas como instituciones, sobre todo esta última con el anunciado inicio del rearme alemán. De igual manera Rusia (es decir Putin) habrán puesto una basa sobre la mesa de cara a futuras negociaciones, una basa que deja constancia que la historia puede repetirse si otros países (aquí debe leerse Suecia, Finlandia y algunos más), quieren repetir el intento de Ucrania. En suma, una negociación que puede ser aceptable para todos y que seguramente dejará a los expertos de Harvard muy felices luego de que su teoría se muestre efectiva una vez más.

En suma, el peso de la historia puede inclinar la balanza a una nueva finlandización. Un proceso, sin dudas difícil, pero a todas luces, el único significativo para evitar  mayores derramamientos de sangre. (Red NP)

Alvaro Briones

Dr. en Economía

Ivan Witker

PhD en Comunicaciones

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