El término “rinoceronte gris” (gray rhino) es una metáfora introducida por Michele Wucker en su libro “The Gray Rhino: How to Recognize and Act on the Obvious Dangers We Ignore” (2016). Este concepto se refiere a amenazas altamente probables y de gran impacto que son evidentes, pero que a menudo se ignoran o no se abordan adecuadamente. ¿Puede este segundo gobierno de Trump convertirse en un gray rhino?
Lo primero e indudable; se trata de un Trump absolutamente empoderado, al menos en sus primeros dos años de gobierno, y ya se visualiza en los primeros nombramientos que prefiere que lo acompañen sus incondicionales. Al parecer, no quiere tener oposición interna, lo que es un riesgo para el mundo. Esto es cierto también para la propuesta del secretario del Tesoro, Scott Bessent. Se trata de una persona con prestigio en lo técnico, pero que se ha mostrado proclive a las políticas proteccionistas, aunque aplicadas en forma gradual.
Por supuesto, no todo es negativo, y al menos para mí el fracaso de las ideas woke que representaba Harris es una buena noticia para el mundo. Ya basta de victimismo identitario, porque esa cultura es, sin duda, contraria al progreso social. El destino de las personas no depende de que el Estado le vaya quitando todos los obstáculos del camino (además no puede hacerlo). Por el contrario, las personas exitosas, en el más amplio sentido de esa palabra, son aquellas capaces de superar los tropiezos que en forma inevitable se presentan en nuestras vidas.
Adicionalmente, aunque es un proceso muy complejo de realizar en la práctica, también me parece muy positiva la idea de racionalizar el aparato estatal. Lo dijo el historiador Niall Ferguson en su libro “La gran degeneración: Cómo decaen las instituciones y mueren las economías” (2013), donde plantea que el exceso de regulaciones ha contribuido al declive de las instituciones occidentales y al estancamiento económico. Está por verse si Elon Musk podría ser exitoso en esta tarea, tremendamente más difícil de hacer en un gobierno que en una empresa. Por supuesto, es complejo que este proceso sea liderado por un empresario con evidentes conflictos de interés en su relación con el Estado.
Sin duda, el aspecto más complejo del triunfo de Trump es el impacto que podría tener su gobierno sobre la democracia liberal, producto de su escasa valoración de las instituciones. La elección de Trump se suma al deterioro del contexto geopolítico que enfrentamos, con su mirada entre simplista y confrontacional sobre la situación global. El hecho de que en sus nombramientos prime la lealtad sobre los conocimientos y la experiencia es un riesgo adicional. Afortunadamente, Trump no puede ser reelegido en 2028, y estamos hablando de un país que tiene una gran solidez institucional. En principio, eso acota el daño que podría hacer internamente. En una reciente entrevista, Francis Fukuyama plantea que el daño debería ser acotado, aunque considera que se mantendría un proceso gradual de deterioro institucional.
La preocupación se centra en el impacto de su gobierno en el corto plazo, en lo que se refiere a sus políticas comerciales, y a su relación con las dos autocracias, China y Rusia. Los anuncios en materia de aranceles son muy negativos, aunque por ahora parecen más una estrategia de negociación por amenaza, que, además, resulta efectiva. El problema es que de implementarse, terminarán por ser negativas para los americanos, especialmente en materia de costo de la canasta de consumo. Es un juego complejo, porque si pierde credibilidad como amenaza, es probable que en algún grado se deba llevar a cabo, con pérdidas para todos.
Por último, la presión que pueda hacer Trump para terminar la guerra en Ucrania podría generar un alivio de corto plazo, pero una muy mala señal de largo plazo para la estabilidad de Occidente.
En conclusión, es mejor hacerse a la idea de que la situación global será cada vez más un viento en contra para el ya dañado proceso de desarrollo chileno, el “rinoceronte gris” está frente a nosotros. ¿Podría esa adversidad hacernos más conscientes de la necesidad de ponernos de acuerdo en el mejor camino para recuperar nuestro crecimiento, y de paso mirar también las ineficiencias de nuestra creciente burocracia? Eso no sería un mal escenario, pero es aún poco probable.
María Cecilia Cifuentes
Economista y académica