Ni las retroexcavadoras ni los desalojos han sido buenas ideas políticas. De ellas han derivado ampulosas consignas y erráticas decisiones orientadas, fundamentalmente, a capitalizar un clima de opinión contingente y efímero.
A partir de ese tipo de estrategias no se logra avanzar. En lugar de comenzar la construcción con aquello que nos une, se parte exacerbando lo que nos divide. Sirven para ganar un titular, o incluso podrían ayudar a ganar una elección, pero no constituyen orientaciones que permitan guiar la política y gobernar con las ideas de la libertad.
Felipe Cubillos, tres días antes de su partida, escribió una columna bajo el título «Indignado», donde nos planteaba: «Soy un convencido de que la derrota de la libertad no se debe a la fuerza de sus enemigos, sino que a la debilidad de sus defensores». Se trata de una afirmación que nos interpela.
Por eso desde Evópoli hemos decidido enfrentar el momento político poniendo por delante un conjunto de ideas. Y tomamos el camino largo. Comenzamos en 2011 con el Centro de Estudios Horizontal, definiendo para qué gobernar. Luego, con la aspiración de implementar esos cambios, creamos un partido político, Evópoli. Hoy, luego de un importante respaldo ciudadano en las elecciones municipales, hemos levantado una opción presidencial que busca poner el acento en lo sustantivo de la política: nuestra idea de justicia, y cómo esta se construye expandiendo la libertad.
Para nosotros es urgente volver a discutir quién va primero en la fila, ya que no necesariamente los que más presionan son los que más sufren. Un ejemplo dramático son los niños del Sename, abandonados a su suerte por el Estado, por la política y por la justicia. Niños por los que nadie marcha y que, cuando aparecen, se convierten en noticia, en escándalo, en acusación o en juicio, pero nunca en urgencia social.
El sistema político vigente ha perdido la capacidad de ver y escuchar a quienes no lo amenazan. Quien no se manifiesta es políticamente invisible. Dedicamos más tiempo a discutir aquello que nos separa, en lugar de potenciar y facilitar que las expresiones de solidaridad y responsabilidad presentes en la sociedad encuentren un canal que permita generar justicia a escala nacional. En nuestra sociedad son más los espacios de unidad que las divisiones; desgraciadamente, esto todavía no ocurre en la política.
Esta distorsión en la discusión pública ha derivado en políticas que, bajo la consigna de la igualdad, terminan destinando más recursos para los jóvenes de Las Condes que lo que se destina para sus pares de La Pintana, como sucede con la reforma educacional propuesta por este gobierno. La fuerza de las consignas que se usaron para justificarla, sumada a la debilidad de las convicciones de quienes debían estudiar a fondo sus efectos, derivó en un engendro como el actual: que afecta a muchos, que cuesta demasiado y que nadie reconoce como propio… Pues bien, nosotros creemos que esas consignas deben ser enfrentadas con rigor y convicción en el plano de las ideas.
Hoy son muchos los que hablan de desigualdad, pero son pocos los que se indignan por el millón de niños que viven el flagelo de la pobreza. Cuesta creerlo, pero es cierto, un millón de nuestros niños viven en pobreza. Evolucionar significa levantar la voz por ellos. Esto no es muy distinto -y por cierto me lo recuerda- de lo que en su momento hizo mi padre, cuando en 1975 junto a Sergio Molina publicaron el primer mapa de la extrema pobreza.
Por lo mismo, apelamos a la idea de justicia para diferenciar una política de otra, y para distinguir a un político de otro. Se necesita gestión, por supuesto, pero esta no es un fin, sino un medio para avanzar en mayores aspiraciones, justamente aquellas que nos permiten construir un proyecto colectivo.
Si hemos levantado una opción presidencial para competir en las primarias de Chile Vamos es porque estamos convencidos de que las recetas aplicadas durante la transición de poco sirven para el Chile de hoy. Y esto no se debe a un problema comunicacional, sino a un profundo déficit político.
Volver a poner en primera fila a los que más necesitan, devolver el Estado a la ciudadanía, el mercado a los consumidores y la economía a los emprendedores requiere de coraje y convicción. Requiere que quienes postulemos a los cargos públicos lo hagamos para convencer con la fuerza de nuestros argumentos y para ofrecer una alternativa de cambio con un norte claro. Necesitamos una evolución política para orientar la acción pública a la búsqueda de más libertad, más justicia y más sociedad. Esa es nuestra propuesta para Chile.
Felipe Kast