El Presidente Boric, en cadena nacional, dice que su gobierno espera que Chile crezca por sobre las proyecciones, de manera sostenible, y que todos sintamos “ese vértigo de crecer”. En su cuenta pública de junio dijo: “Hemos vencido a la inflación”. El entusiasmo necesita de un buen diagnóstico y las acciones correspondientes.
La vocera de gobierno Camila Vallejo describió la economía del país de una forma que no se parece en nada a la realidad económica y social de Chile. La realidad es: Inflación del 1% el mes pasado, crecimiento cero, desempleo en el 8 y 6%, aumento de la informalidad al 27%. Demora en los permisos para las inversiones de un promedio de cinco años. Inseguridad, homicidios y crimen organizado.
El Presidente convoca a la unidad y el acuerdo. Anunció en otro acto, un aguinaldo para los pensionados; invitó a los parlamentarios a de una vez por todas “sacar adelante la reforma de pensiones”. ¿Recordarán que él y su grupo votaron siempre en contra de proyectos anteriores? Es cierto y necesario acordar en materia de pensiones, pero debe ser el mejor proyecto posible, que no sea regresivo o un parche que se transforme de alguna manera en la primera etapa de un sistema de reparto, que sería muy malo para Chile. Otra gran incógnita para el mercado de capitales y quienes eligen otros países para invertir.
No están claras las reglas de juego del país. Ni las políticas, ni las económicas ni las sociales. Reformas tributarias, pactos tributarios, otro proceso constituyente han dicho personeros de la coalición de gobierno. Políticos que al no acordar se van de su partido para fundar otro y otro. O se transforman en independientes. Las disidencias llevan a una solución que sólo desordena la política. ¿Representan al ciudadano los políticos díscolos o de comunicación agresiva? ¿Deben ser los mejores los que los representen?
Cuando no se tiene un buen sistema político, los problemas no tienen fácil solución.
El freno económico se ha traducido en pocos empleos, malos salarios, mal uso de los recursos del Estado. No puede existir una democracia sana sin una economía sana en donde escasea el diálogo con propósito de acuerdo. La falta de acuerdos, malas reformas y un mal sistema político afectan negativamente la gobernabilidad.
¿Por dónde se debe empezar? Un diagnóstico de la realidad: Chile está detenido desde hace diez años. Gobiernos con poca autoridad, la creciente fragmentación política que impide el diálogo y, por ende, los acuerdos. Se refleja en un clima de trincheras políticas que alejan al ciudadano cada vez más de los partidos, complicando las dinámicas que requieren importantes decisiones.
Advertencias de organismos con autoridad sobran. El Fondo Monetario Internacional acaba de alertar a Chile por su situación fiscal y dice que es urgente aumentar el crecimiento potencial bajando el crecimiento para este año y el próximo a un rango del 2 a 2,5%. Esto no es suficiente para traccionar la economía, debiera saberlo la autoridad y la clase política. El Consejo Fiscal Autónomo, en la Comisión Mixta de Presupuestos, hizo un llamado en octubre pasado para que la sostenibilidad fiscal se mantenga presente y recomienda “no repetir” la autorización que excepcionalmente se dio en la ley de presupuesto 2024 para utilizar el Fondo de Estabilización Económica y Social (FEES).
Chile se juega seriamente la posibilidad de salir adelante, de no modificarse ciertas políticas. El rechazo ciudadano a la clase política es enorme.
El debate político que tiene el rol de ayudar a la gente a decidir la mejor opción política, está comprometido, siendo el que promueve la convergencia de la pluralidad de argumentos entre distintos sectores. La fragmentación política cuenta hoy con la existencia de 22 partidos constituidos, 11 de los cuales tiene menos de dos años de creación. Del total de partidos, el 95% cuenta con menos del 10% de militantes sobre el total. Adicionalmente cuatro están en formación. Otro fenómeno complejo son los independientes fuera de cupo.
En la elección municipal, fueron electos 103 independientes fuera de cupo. De los nueve gobernadores, siete eran independientes. Sin partidos políticos la democracia no funciona; con estos partidos, tampoco. En consecuencia, no se está generando un diálogo que sirva para reducir las diferencias ideológicas y los conflictos entre los participantes que permita alcanzar acuerdos que fomenten un modelo de convivencia basado en el bien común.
Sin partidos no hay democracia. El funcionamiento de los partidos es cada vez más imperfecto. Fallan en su capacidad de generar propuestas y en la gestión. Fallan también en la capacidad de representar a la ciudadanía. Enfrentan incentivos perversos que los convierten en pequeñas y medianas empresas, con lo cual buscan el poder a costa de atacar a sus adversarios, que se han convertido finalmente en enemigos. Las campañas políticas son verdaderas batallas. Chile lo ha presenciado recientemente. Las oposiciones tienen pocos incentivos para cogobernar o acompañar la gestión. Dada esta situación, les atrae mucho más erosionar a quien gobierna para sentar las bases de su futuro acceso al poder.
Esta dispersión demuestra una seria dificultad para articular demandas sociales y canalizar las aspiraciones ciudadanas, entre ellas la economía, la atracción de inversiones, el desarrollo.
Definitivamente no se trata de optimismo o pesimismo, como quiere establecer el Presidente en sus discursos, sino de entender en profundidad el problema y decidirse toda la clase política a reformar el actual sistema que está erosionando la calidad y efectividad de la democracia. El gobierno debe comprometerse aún más en la lucha contra la inseguridad y dejar de lado antiguas aspiraciones que fueron rechazadas por la ciudadanía en septiembre de 2022.
La reforma debe dejar claro que si un parlamentario renuncia a su partido, para el que fue electo democráticamente, debe dejar el Parlamento. Debe establecer un umbral mínimo del 5% de los votos válidamente emitidos a nivel nacional para que los partidos políticos puedan participar en la distribución de escaños en la Cámara de Diputados. La reforma propuesta en Chile establece además la prohibición de listas formadas únicamente por candidatos independientes, lo que promoverá la consolidación de los partidos y contribuirá a evitar la aparición de fenómenos populistas que debilitan los idearios partidarios. Sin duda puede mejorarse, pero debe ser pronto.
Todos quienes estuvieron por el “A favor” en diciembre de 2023 e hicieron campaña, destacaban que una de las razones más importantes era la reforma del sistema político para darle gobernabilidad al país.
El presidente Boric, en la Enade de abril de 2024, se comprometió a que la reforma al sistema político sea legislada durante su gobierno y aseguró que iba a promover un acuerdo con las distintas fuerzas políticas para ello. El Frente Amplio se unió en un solo partido, anticipándose a una reforma que por ahora no ha impulsado. Sería un gran legado de este gobierno y del Parlamento, que ayudaría a mejorar la gobernabilidad y abrir un mejor futuro para Chile.
La situación de Chile exige coherencia, no conveniencia. (El Líbero)
Iris Boeninger