Ernesto Ottone: “El 18-O también fue una revuelta antidemocrática”

Ernesto Ottone: “El 18-O también fue una revuelta antidemocrática”

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El escritor, sociólogo y ex jefe del segundo piso de Ricardo Lagos, Ernesto Ottone, rehúye las miradas complacientes sobre el estallido. Dice que le duele el alma recorrer Valparaíso por los destrozos que dejaron las protestas. “Aquí no despertó nadie (en referencia al eslogan “Chile despertó”). Caminamos por la cornisa y no nos caímos”.

-A cinco años del estallido, ¿tienes una explicación de lo que pasó?

-Yo creo que en octubre del 2019, el proceso democrático chileno había perdido su impulso propulsivo, que lo caracterizó durante los primeros 20 años de recuperación de la democracia después del periodo dictatorial. Fíjate que había caído el crecimiento, se habían hecho mal las reformas necesarias. Por lo tanto, existía una frustración respecto a aspiraciones que se habían acumulado.

-Pero la frustración no basta para entender la destrucción del Metro, con un centenar de estaciones dañadas.

-Es cierto. La gente había avanzado. La vida era mejor. Fueron 20 años de crecimiento muy fuerte, de caída de la pobreza. Nunca Chile había tenido un periodo tan próspero. Y ese periodo lo dio la democracia. No habíamos tenido buenos gobiernos (Bachelet y Piñera). El cuadro político tendía a la fragmentación, al crecimiento de las posiciones extremas, al auge de visiones maximalistas, a la desconsideración por los avances realizados, a la volatilidad del voto y el retorno de los ideologismos.

-¿Se perdió cierto sentido de país?

-Efectivamente, hay una pérdida de un sentido estratégico de la nación. Todo eso pasaba en el 2019. Las fuerzas reformadoras estaban venidas a menos, no reconocían su propio éxito. Y surge un espíritu en el cual la dirigencia estudiantil universitaria comienza a aspirar a una refundación, admiradora de los populismos de izquierda que florecían en la vecindad regional y en España. Se habían producido escándalos, abusos, un debilitamiento institucional. El gobierno que conducía en ese momento Sebastián Piñera, mostraba poca capacidad de comprender la situación política.

-¿Todo esto explica la protesta, pero no la violencia?

-La destrucción, la rabia que se expresó junto a las protestas, tiene a mi juicio un contenido sociológico, político y cultural propio. El estallido fue una protesta, pero también una revuelta antidemocrática. Fue el último grito de la acción violenta de la historia chilena reciente. Donde se unen coordinada o espontáneamente barrabrava, populismo autoritario, anarquismo, lumpen y señoritos en busca de emociones fuertes. Buscaban muchas cosas, pero no una democracia con más capacidad social.

-¿Cómo evalúas la reacción de la izquierda frente a la violencia?

-Mira, hay que separar varias cosas. Primero hay un gobierno que queda estupefacto, que es impopular, pero apegado a la democracia. Que tuvo dificultades para enfrentar esta situación. Una gran cantidad no solo de izquierda, sino de demócratas y progresistas, se amilanaron. Se refirieron a la violencia con miedo, con un angelismo digno de mejor causa. La izquierda radical (el Frente Amplio, el PC) apoyó la violencia. Lo que hoy llamamos socialismo democrático tuvo una ambigüedad sobre la violencia.

-En términos de manejo de crisis, ¿cómo viste el rol del gobierno en esos días?

-Sebastián Piñera estaba estupefacto, yo te diría que casi sin conducta. Lo que es bastante comprensible porque andaba muy perdido. Andaba en otras cosas, preocupado de su liderazgo internacional. Decía que el país era un oasis, el primero del curso y todo eso. No vio el estallido. Pero digámoslo con honradez, nadie lo vio. Si tuviera que decirte una frase, yo creo que actuó apegado a la acción de un gobierno democrático.

-¿La respuesta constitucional era la adecuada?

-Era necesario buscar un tema a través del cual se pudiera generar un consenso para salir de esta situación de violencia. Y ese fue el de la Constitución. Ahora yo no le doy una importancia enorme a la Constitución. Son los países los que hacen las constituciones y no las constituciones las que hacen los países. La Constitución vigente no era la del 80, había cambiado en un sentido democrático. Pero necesitaba reformas. Fue el tema en el cual era posible reconstruir un contrato social que estaba amenazado. Se estaba caminando por la cornisa y fue bueno tomar ese camino.

-Piñera dijo que había un enemigo poderoso. ¿Fue un error táctico?

-Se dijeron muchas barbaridades. El mejor Piñera es el que busca una salida. El que no se deja arrastrar por una posición que buscaba el orden a cualquier precio. Así como hay mérito en Piñera y en la gente que trabajó con él, como Blumel, etcétera, una parte de la izquierda democrática trabajó para esto. Y finalmente fue el primer momento en el cual Boric mostró que él podía evolucionar.

-¿La democracia estuvo en riesgo?

-Si se hubiera hecho una salida con una represión fuera de la ley, se habría recuperado el orden, pero se habría perdido la democracia. Y yo creo que después se empiezan a producir algunos cambios que son re importantes.

-¿Cuáles?

-Primero, la pandemia mostró que esta idea de que el Estado chileno no existía, que era un Estado incapaz, no era así. Chile es uno de los países que salió mejor parado de la pandemia. Eso demuestra que el país existía. Había un patrimonio acumulado en los 20 años, y no se había volatizado. Había una ceguera para no ver lo que teníamos.

-¿Y eso se manifiesta también en los procesos fallidos por una Constitución?

-La primera propuesta era refundacional, un peligro para la democracia. La segunda era una constitución conservadora. La gente rechaza las dos. O sea, se generan las bases para que este país pueda ser resiliente, pueda salir de este mal momento, pueda salir de esta página poco gloriosa de la historia de la democracia.

-¿Qué dejó el estallido?

-Es estallido causó daño, sin duda. Todavía yo me paseo por el centro de Valparaíso con el corazón apretado. Porque la destrucción del estallido va a ser muy difícil de revertir. Se produjo un crecimiento de los extremos. No saquemos conclusiones optimistas. Decir “tuvo cosas buenas” es ingenuo. Aquí no despertó nadie. Caminamos por la cornisa y no nos caímos. Sacamos algunas lecciones, pero estamos más atrás que antes. (Ex Ante)