¿Es acaso mejor la utopía?-Sergio Melnick

¿Es acaso mejor la utopía?-Sergio Melnick

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No cabe duda alguna que eliminar las AFP efectivamente termina destruyendo el modelo liberal de desarrollo que, en mi opinión y muchos datos sólidos, lo señalan como el modelo que bajó la pobreza del 50% al 8% en Chile y quintuplicó el bienestar del país. Inédito. No es por el acto en sí de terminar las AFP, que dependería de cómo se hiciera, si se hace, sino porque habrá ganado en fuerza relativa el mito del “otro modelo”. Un modelo en que básicamente el Estado controla el poder y resuelve impecablemente todos los problemas del país y las personas. Como en ese escenario, donde el gobierno en definitiva controla todo, el juego es todo o nada, el peor de todos los escenarios. Quienes están en el poder total ya nunca más lo querrán entregar. Así lo muestra la historia del estatismo en todas sus formas, desde el comunismo al nazismo, pasando por el nacionalismo y muchas formas de dictaduras. Y si en esos sistemas se habla de democracia es siempre una farsa grosera, como “Alemania democrática” (otro modelo de democracia que era una feroz dictadura), o Cuba, donde dicen que hay elecciones, y siempre gana el mismo por 98%. Es el espíritu del chavismo actual en gloria y majestad. Es el socialismo real en todo su esplendor (no el teórico). La evidencia no los acompaña, sus “otros modelos” han fracasado una y otra vez. Se confunde la intención con la verdad, el esfuerzo con resultado. Se confunde mapa con territorio. Se confunden medios con fines.

La gran pregunta es si quienes quieren eliminar el modelo, tienen disponible no sólo las críticas, que es lo fácil, sino también efectivamente un otro modelo que efectivamente logre generar más bienestar para toda la población. Es imposible igualar hacia arriba, somos diferentes, queremos ser diferentes. No todos pueden ser ni Einstein ni Bill Gates ni Picasso. Parece más interesante que todos logren siempre estar un poco mejor, más que todos estén iguales.

El otro modelo del que se habla en Chile es precisamente el síndrome del Transantiago: lo que hay tiene problemas pero lo que se implementa es aún peor. Es el slogan de la defensa de los niños, pero ofreciendo un Sename. Es fácil prometer populistamente, es literalmente imposible cumplir. No es el cambio por sí mismo, sino que los resultados que logran. Y cuando se les anticipan las debilidades de las propuestas, la respuesta es la descalificación: los enemigos del cambio, facho, momio, refractario. Pero no es así, sólo somos enemigos de los malos cambios.

La sociedad y el mundo son de creciente e increíble complejidad e integración. Donde se genera un cambio, se gatillan decenas o cientos de cambios en otros lados, las más de las veces inesperados. Por ello las simplificaciones y slogans ideologizados resultan caricaturas aberrantes, precisamente por la complejidad inherente. Gratuidad universal; fácil, un aumento en los impuestos y listo. No funcionó, se mueven demasiadas cosas al mismo tiempo, la mayor parte imprevisible o inesperadas. Sesenta hospitales, no se pudo. TV pública es lo mejor, y está a punto de quebrar. Reforma sindical unilateral, pero aumenta el desempleo. Terminaremos la desigualdad, pero termina aumentado la extrema pobreza. Los ejemplos son interminables.

Sólo pensar que tenemos un sector público que literalmente no es capaz siquiera de pagar las imposiciones sociales reales a sus empleados, pero que sí tendría los recursos para pagar mejores pensiones a todos, es oligofrénico

Ese es el problema de las utopías cuando se comparan con las “realidades”. Las realidades siempre pierden. Lo que hay que comparar es una realidad y sus problemas, con otra realidad con sus respectivos problemas. No hay sociedad alguna en la historia que no tenga problemas. Una cosa es lo que nos gustaría que fuera el ser humano, otra lo que realmente es. La economía del comportamiento hoy estudia la parte irracional del hombre, y resulta que es enorme y es clave para las regulaciones.

El otro modelo es sólo eso: una utopía, y lamentablemente no sólo de mala calidad intelectual y científica, sino que ya ha sido intentado y simplemente no funciona, al menos como dicen que lo hace. Las utopías son una nueva forma de creacionismo religioso. Hombres buenos, generosos, iluminados, perfectamente racionales, de mentes equilibradas y justas instalan una nueva sociedad que resuelve todos los problemas, porque ellos los guían. En la práctica son nuevas formas de monarquía. En Corea del Norte es el hijo. En Argentina la señora. En Cuba el hermano. En China es el partido. En Venezuela lo designa el antiguo rey. En Bolivia, Nicaragua, Ecuador se perpetúan como puedan.

En la rápida y compleja civilización global de hoy, sólo la evolución de la sociedad es una solución, no la refundación improvisada con retroexcavadora. No hay peor ciego que aquel que no quiere ver.

 

La Tercera

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