Al cumplir un año, el gobierno de Javier Milei exhibe un logro muy significativo en Argentina: la reducción sustancial de la inflación, que el año pasado llegó a 211% y se estima que en 2024 cerrará en 118%. Aunque esa batalla no está ganada, el quiebre de la tendencia que conducía a la pesadilla de la hiperinflación es valorado por la mayoría de los argentinos. Se ha producido un leve mejoramiento del poder adquisitivo de los grupos más vulnerables. Se ha reducido la pobreza, que en 2023 superaba el 50% de la población.
El propósito central ha sido ordenar las finanzas públicas y visualizar una perspectiva de crecimiento. Ha sido definitoria la ofensiva para achicar el Estado hipertrofiado. Con todo, es demasiado pronto para ponderar las consecuencias del cierre de ministerios y otros organismos estatales, el despido de miles de funcionarios públicos y la eliminación de regulaciones y controles en la economía, entre otras medidas.
Argentina está recién volviendo a respirar después de haber llegado al borde de la asfixia como consecuencia de la mezcla de populismo y corrupción que representó el kirchnerismo. Sin embargo, se trata de una sociedad compleja, y la realidad plantea dificultades que, ciertamente, no se resuelven invocando los principios de la Escuela Austríaca. Habrá que ver si la motosierra sirve para gobernar de modo fructífero.
El gobierno de Milei busca forzar un escenario de polarización política que no deje espacio al cuestionamiento de sus medidas. Sus escuadrones de castigo en las redes se empeñan en poner las cosas en blanco y negro. Ello está asociado con el estilo autoritario del mandatario y su pequeño grupo de confianza, lo que empieza a provocar fuertes recelos.
El 4 de diciembre, se reunió en Buenos Aires la Conferencia de Acción Política Conservadora, el foro conservador más antiguo de los EE.UU. En esa oportunidad, Milei dijo lo siguiente: “No hay lugar para quienes reclaman consenso, formas y buenos modales. Las formas son los medios, se las evalúa según su efectividad para alcanzar determinados fines. Y hoy someternos a la exigencia de las formas es levantar una bandera blanca frente a un enemigo inclemente. El fuego se combate con el fuego, y si nos acusan de violentos les recuerdo que nosotros somos la reacción a cien años de atropellos”.
Nada más distante del espíritu liberal. Lo suyo es, sin duda, la brocha gorda. Es llamativo que Milei no haga diferencia entre los períodos en que Argentina ha vivido en democracia y aquellos en los que padeció dictaduras. Lo confirman sus reiteradas expresiones odiosas contra Raúl Alfonsín, el primer presidente de la democracia recuperada en 1983. Es curioso que ataque a lo que llama “la casta”, y que, al mismo tiempo, rinda culto a Carlos Menem. Milei se ve a sí mismo como “un gigante en un mundo de liliputienses”, según ha dicho. Respecto de las formas, no hay recuerdo de otro mandatario tan procaz con quienes piensan distinto.
A propósito del último viaje de Milei a EE.UU. en noviembre, el historiador italiano Loris Zanatta, profesor de la Universidad de Bologna y gran conocedor de la realidad argentina, dijo que el mandatario debería ser más prudente, y no decir que EE.UU. tendrá la vanguardia en el Norte y Argentina en el Sur, en Latinoamérica. “No creo –dijo– que a los otros países les caigan bien este tipo de cosas”. Sostuvo Zanatta que le parecía una visión desubicada, muy parecida a la que tuvo Perón en el pasado. Pensar que ahora Argentina pueda liderar algo, afirmó, es no saber de lo que está hablando. Y agregó: “Cuando uno baja a la realidad, las cosas cambian. Hay muchas contradicciones y propaganda. Argentina necesita mucha estabilidad y recuperar confianza. Quiere ser más protagonista de lo que puede permitirse. Espero que Argentina no se quede aislada por dejarse llevar por sus fantasías de ser potencia”.
Animados por los primeros logros del gobierno, los libertarios estimulan hoy un clima de confrontación. Sienten que, de aquí en adelante, nadie podrá competirles. Sus técnicas de agitación y propaganda se parecen a las del chavismo. Es lo que denominan “la batalla cultural”. El 18 de noviembre, en la presentación de un movimiento de apoyo a Milei llamado “Las fuerzas del cielo”, uno de los ideólogos libertarios, Agustín Laje, muy cercano al mandatario, dijo: “Argentina en este momento está partida, pero está bien que esté partida, porque está partida entre los buenos y los malos. Podemos identificar perfectamente a la gente de bien y a la gente de mal, sabemos quién está en cada bando por primera vez en nuestra historia, sabemos que en un lado están los que defendemos la vida, respetamos la vida y la dignidad humana, y del otro lado están los zurdos hijos de puta”.
Es evidente que Laje, que tiene solo 35 años, no está consciente de las devastadoras consecuencias que tuvieron los odios “ideológicos” en Argentina hace medio siglo. En su discurso, se podría cambiar ‘zurdos’ por ‘fachos’, y sería más o menos lo mismo. El frenesí de derecha y el frenesí de izquierda son hermanos siameses.
En Chile, hay entusiastas de Milei que dicen que no hay que fijarse en las formas, sino en el fondo, y que lo que él está haciendo debería inspirar a Chile. Pero, algo no calza en ese entusiasmo. Si el mayor mérito de Milei es la reducción de la inflación, ¿qué tendría que aprender Chile de eso? Si se proclama que la política cambiaria es clave para la salud de la economía, ¿qué debería hacer nuestro país respecto del dólar para seguir el modelo argentino?
En el boletín Faro UDD, de la Universidad del Desarrollo, los académicos Víctor Espinosa y Antonia Pino publicaron un interesante trabajo sobre el primer año de Milei, que describe la radicalidad de las medidas adoptadas para liberar la economía y reducir el gasto público. Destacan, por ejemplo, que en noviembre el riesgo país de Argentina descendió a 720 puntos básicos, el nivel más bajo en 68 meses, aunque reconocen que sigue siendo alto en comparación con Chile (115 puntos) y Brasil (199 puntos).
En las conclusiones, sin embargo, van demasiado lejos: “En un contexto regional marcado por el estancamiento provocado por las políticas socialistas, especialmente en países como Chile, donde en las últimas décadas se ha producido un notable deterioro de la libertad económica y de la calidad de vida, Milei emerge como un líder regional de la libertad. A través de reformas audaces, basadas en la disciplina fiscal y el libre mercado, ofrece una alternativa real al fracaso del socialismo. Su ejemplo podría inspirar a los países de la región, al demostrar que es posible redirigir el camino hacia la prosperidad, incluso después de décadas de políticas equivocadas”.
Es ciertamente abusiva la definición de cualquier tipo de política estatal como “socialismo”, lo cual implicaría incluir entre sus representantes a no pocos gobiernos de derecha. Y decir que Milei emerge como “líder regional de la libertad” revela que hay quienes reducen el valor de la libertad a la libertad de los mercados.
José Antonio Kast dijo: “Milei es una inspiración y un modelo a seguir para sacar a Chile del estancamiento”. Cuesta imaginar cómo habría que aplicar dicho modelo. Nuestro país tiene no pocos problemas económicos, sociales, institucionales, pero ellos son de una naturaleza que no admite trasplante alguno del modelo mileísta. Dado que no hemos olvidado que el libre mercado coexistió con la dictadura de Pinochet, es amplio el consenso respecto de que la libertad económica debe ir de la mano del fortalecimiento de la democracia. Son indispensables las regulaciones, los controles, la protección del interés colectivo. Por eso, valoramos que Chile tenga un Banco Central autónomo, legislación antimonopolios, fondos soberanos, etc. Hay que corregir la llamada permisología, que obstaculiza la inversión, pero lo que corresponde es dar una solución nacional, no importada, a ese y otros problemas. En Chile, nadie propone seriamente eliminar el Estado o tener un Estado mínimo. La mayoría quiere contar con un mejor Estado y reforzar la cooperación público-privada.
Es mejor no simplificar la descripción de la experiencia recién iniciada en Argentina ni apresurarse en proponerla como receta para Chile. Y más vale estar alertas respecto de los nuevos dogmatismos que son la base de nuevas amenazas autoritarias. (Ex Ante)
Sergio Muñoz Riveros