Espejismo educacional-Sergio Urzúa

Espejismo educacional-Sergio Urzúa

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Era un trayecto corto y lo más fácil era tomar un taxi. El conductor tenía como 30 años y andaba con ganas de conversar. Me dijo que llevaba dos años al volante, la mejor opción disponible luego de titularse de ingeniero comercial. ¿Te arrepientes?, le pregunté. Contestó: “¿De ir a la U? Naaaa. Lo pasé increíble. Además, estudié con gratuidad. Quizás hubiese elegido otra carrera, pero ahora la cosa se arregla. La ‘ley Uber’, que igual es injusta, sacará a miles de autos de las calles. Menos competencia, más platita para papá”. Algo había dejado la universidad.

La gigantesca expansión de la educación superior en Chile de las últimas décadas será tema en los libros de historia. En dos párrafos, dirán algo así:

[1] El 2001 había 480.000 matriculados en la educación superior en Chile. Al 2023 ya eran más de 1.340.000. El apoyo financiero del Estado a través de créditos y becas fue clave para el salto. La oferta educativa respondió a los incentivos aumentando cupos y programas, mientras las familias empujaron a jóvenes a estudiar. ¿La calidad? Entre las buenas instituciones la competencia ayudó a asegurarla, pero hubiese sido ingenuo asumir que una transformación de tal magnitud no redundaría en educación de peor calidad.

[2] Luego vino el impacto sobre el trabajo. Ya en el 2010 la entrada de miles de “titulados” al mercado laboral presionaba sus sueldos a la baja. Las dudas sobre la calidad de los programas y una economía estancada potenciaron el declive. El espejismo de un título universitario se disipaba, pero el Estado no se enteró. De hecho, acentuó el problema a través de la carísima “gratuidad”. Entre 2006 y 2022, más de 900 mil personas dejaron la pobreza. Sin embargo, entre individuos de 25 y 40 años con educación superior, la cantidad de pobres en el mismo período más que se dobló.

Pero la historia no termina aquí. En estos momentos, la inteligencia artificial transforma el mercado laboral. Empleos que pensamos que nunca serían desarrollados por máquinas hoy son automatizados. Para cualquier titulado, experto en tareas rutinarias, las noticias son muy malas. Al contrario, para aquellos con las capacidades para aprovechar la revolución tecnológica, incluso sin título universitario, las oportunidades son enormes.

Y los sistemas educacionales en el mundo se están adaptando. Por ejemplo, la formación temprana en habilidades sociales y blandas, donde están nuestras ventajas comparativas frente a las máquinas, está siendo fortalecida. Para eso, los docentes se alejan de la rutinaria memorización y abrazan la tecnología como una herramienta de aprendizaje.

En Chile, tal adaptación demanda más que inversión y reasignaciones presupuestarias. Se requiere un cambio de visión entre los líderes políticos. A estas alturas, acotar el espejismo educacional es una cuestión de responsabilidad. Y es que alguien tiene que avisarle al ingeniero del taxi que el transporte automatizado ya es una realidad, que aproveche el impacto de la “ley Uber” para ahorrar y que comience a planear cómo en algunos años se reinventará. Hay que apoyarlo con un relato honesto para el futuro, aunque sea impopular. (El Mercurio)

Sergio Urzúa