Una de las cosas asombrosas de la política chilena es el contraste entre la gran cantidad de candidaturas disponibles en la oposición para estar en la papeleta del año 2021 y el estado de dicho sector político. Un conteo de cerca de 15 interesados e interesadas en arrebatarle el poder a la derecha en tres años más, lo que a primera vista parece ser una buena noticia para la centroizquierda. Tanto interés muestra un cierto optimismo, y una buena cantidad de nombres asegura competencia, y en especial primarias y así evitar el bochorno de 2017. En la historia de la ignominia estará siempre el “idus de marzo” en el comité central del PS que implicó la caída de Lagos y la imposición de una candidatura, que al final terminó en un desastre. Con tanto interesado no podrán entonces las maquinarias de los partidos repetir tal bochorno.
Pero las noticias no son tan buenas. La oposición carece de un relato atractivo para el gran público. Pareciera muchas veces estar más centrado en hablarse a sí mismos que instalar temas propios y dar señales de gobernabilidad. El Frente Amplio, pese a ser una fuerza renovadora originada en un movimiento social poderoso como fueron las manifestaciones sociales de 2011, no lo hace mucho mejor. Prueba de ello fueron las recientes elecciones de Revolución Democrática, partido líder en cuestionamientos morales al resto, pero con un padrón tan inflado como las grandilocuencias de sus líderes. El resto de la oposición, pese a procesos eleccionarios más limpios, no lo hace mucho mejor. Un ejemplo de su lejanía con el sentir común de las personas es la discusión que se produjo a raíz del proyecto del gobierno denominado Admisión Justa, que pretende reformar el sistema de selección para las escuelas. Llamó la atención que entre los voceros de la oposición estuvieron los exfuncionarios chapuceros del anterior Mineduc y que la única voz sensata que hizo un contrapunto que le dolió a la ministra de Educación fuera una exintegrante del comando de Piñera. Ese sencillo episodio muestra cuán degradadas quedaron las opiniones sobre educación en el bloque opositor.
Otro punto del mal calibre de parte de la oposición es Venezuela. El único acierto del Presidente en Cúcuta es haber leído cuánto complica Maduro a la izquierda chilena y por ello se los restriega en la cara cada vez que lo necesita. Prueba de ello es la ambigua declaración del PS sobre el tema, donde no se encuentra alguna condena a la dictadura venezolana, que gobierna violando su propia Constitución bolivariana. Esto coloca a quienes armaron dicha carta en el mismo nivel moral de quienes hoy en la derecha son firmes contra Maduro, pero silenciosos con Pinochet. Y tal hipocresía tendrá consecuencias electorales y políticas, sin duda.
También se ve lejos la oposición de los temas cotidianos de la agenda. En materia de crecimiento económico se oyen pocas voces dejando el espacio abierto al oficialismo que ha ganado tiempo culpando de la lentitud en la recuperación al gobierno anterior, pese a lo obvio del daño que iba a hacer la guerra comercial USA-China a un país donde casi el 60% del PIB se explica por el comercio exterior. Algo similar ocurre en seguridad ciudadana, salud o pensiones, donde no se logra encontrar alguna propuesta coherente que permita ganar puntos en los ciudadanos y así contrarrestar la caricatura de “oposición negacionista” que ocupa el oficialismo para ablandar al Congreso mediante batalla comunicacional previa. (La Tercera)
Carlos Correa