Hace 12 años, un grupo de jóvenes (y no tan jóvenes) de centroderecha decidieron fundar una colectividad cuyo fin fuera representar a las nuevas sensibilidades que surgían en la sociedad chilena: Evópoli. El novedoso partido marcaba un cambio: hablaba en sus inicios de “subsidiariedad activa”, “justicia social”, “bien común” y “la familia cómo núcleo fundamental de la sociedad” sin cargar con el lastre del pinochetismo. La apuesta que pareció dar frutos fue abandonar la idea de entrar a los partidos tradicionales y cambiarlos desde dentro, para disputar la hegemonía del sector desde una agrupación distinta.
Sin embargo, como sostuvo hace tiempo Pablo Ortúzar en una columna titulada “El nuevo Evópoli”, la asociación cambió radicalmente durante una crisis de financiamiento en el año 2014. En ese periodo, algunos de sus principales liderazgos tomaron la decisión de radicalizar la renovación de la derecha con un giro hacia el progresismo “valórico”. Con eso dejarían atrás a los grupos conservadores, o, mejor dicho, a la “derecha cavernaria” aferrada a doctrinas obsoletas. Las ideas “beatas” irían perdiendo influencia en una sociedad que se volvía cada vez más liberal. Por decirlo de alguna manera, confiaron en seguir el trayecto inevitable de la historia vista en los países desarrollados.
La estrategia, no obstante, ha tenido a la larga consecuencias imprevistas. Analizando la discusión pública y los problemas de Chile desde el liberalismo político progresista -que intenta conciliar todas las miradas que no sean contradictorias entre sí-, al partido le ha costado presentar definiciones ante la ciudadanía. Hoy Evópoli intenta representar, pero no convocar; opinar, pero no guiar; pactar, pero no liderar. Intentando armonizar posiciones abiertamente progresistas con las directrices clásicas de la derecha criolla, el proyecto se desperfiló ante las recriminaciones de ambos lados. La izquierda no confía en ellos por sus aliados y la derecha más dura tampoco por su actitud.
De hecho, puede que no sea exagerado sugerir que, en la actualidad, la ciudadanía y hasta algunos de sus militantes no saben qué defiende Evópoli en el Chile postestallido, más allá de su valioso respaldo a la democracia liberal. Esa aparente indefinición ha llevado a que el partido pierda arrastre y haya ido vaciándose de contenido. Esto se refleja en las últimas elecciones para definir a su presidente, donde sólo votaron 1.400 militantes de los 17.500 que estaban inscritos en el padrón. En esa ocasión, Gloria Hutt salió electa con casi 700 votos, cifra discreta para uno de los principales partidos de la centroderecha.
Da la impresión de que Evópoli intentó representar un proyecto liberal sin explicitar qué aspectos de ese liberalismo no estaban dispuestos a ser transados. Y ante su indefinición, han sufrido fugas, dispersión e indecisión en situaciones clave. Recuérdese, por ejemplo, cuando en el segundo proceso constitucional algunos de sus líderes trabajaron arduamente en la propuesta, mientras otros se resistieron a llamar a votar por el “A favor”.
En esa línea, el accionar de sus dirigentes para intentar salir de la indefinición también ha estado al debe. Salvo Luciano Cruz-Coke y algunos otros nombres, el partido, en su afán por levantar un cerco sanitario hacia el Partido Republicano se ha distanciado de los grupos tradicionales de derecha. Y, por otro lado, si bien importantes dirigentes han criticado el golpe de Estado y lamentan que la dictadura no haya entregado el poder rápidamente, siguen defendiendo la economía de mercado impuesta por el mismo régimen que algunos sectores de centro y de izquierda miran con malos ojos.
En resumen, al menos en público, Evópoli hoy no ha demostrado ganas de mostrar líneas definitorias claras que digan “en esto creemos”. Pese a eso, algunos de sus dirigentes parecen tener ganas de llegar a la presidencia con Evelyn Matthei. Es posible que ni siquiera lleven candidato propio a las primarias para dar a conocer su proyecto. ¿Cuál es el verdadero proyecto de Evópoli? ¿Por qué no logra entusiasmar en sectores populares? ¿Tiene el partido fecha de caducidad? Probablemente los acontecimientos de los próximos años nos vayan entregando todas estas respuestas por sí solos. Sólo queda esperar. (El Líbero)
Álvaro Vergara N.