El famoso “acampe” dentro de la Casa Central de la Universidad de Chile, la votación para elegir una nueva FECh —en la que participó el 9% del padrón— y la pasada elección de FEUC, en la que los gremialistas ocuparon el cuarto y penúltimo lugar… todo eso y mucho más ha venido develando que se aprecia un notorio deterioro de la opción universitaria fundada e impulsada hace casi 60 años por Jaime Guzmán.
Deterioro para enfrentar —como en aquellos tiempos de 1967-73 o, incluso, de 2018— las ilegítimas ocupaciones de espacios universitarios; deterioro para organizar una lista que represente en la FECh a muchos miles de auténticos estudiantes; deterioro para plantear unas candidaturas coherentes y competitivas en la FEUC.
El último gran gesto gremialista frente a una agresión formal contra la vida universitaria fue la resistencia pacífica —“contratoma” se la llamó— a la ocupación feminista y generista de mayo de 2018 en la Casa Central de la PUC, movimiento que terminaría con la completa rendición de la rectoría de la época. Las actas y los acuerdos de las comisiones conformadas entre los alumnos transgresores y las autoridades del momento —y, por cierto, la evolución de tantas prácticas en la PUC desde ahí en adelante— muestran que tampoco durante el proceso consiguiente pudo oponerse el gremialismo con fortaleza al deterioro de la vida y de la institucionalidad universitarias.
Sin duda alguna, ha habido gremialistas que han intentado con el mejor de sus esfuerzos —tanto profesores como alumnos— mantener viva la doctrina y la práctica guzmaniana, pero no parece que haya habido éxito, ni en la PUC, ni en la Universidad de Chile (donde hasta hace pocos años florecían núcleos gremialistas de excelencia). Por el contrario, el análisis de las plataformas electorales de los grupos gremialistas en los últimos años muestra una pérdida creciente de coherencia doctrinal y de sentido estratégico. Quizás ha sido precisamente esa torpe concesión a las posturas de sus rivales lo que ha motivado el deterioro electoral gremialista, nunca antes tan evidente como en el resultado de octubre del año pasado.
¿Y en los colegios profesionales? Casi no queda nada, con la excepción del gremio de los abogados y de alguna presencia menor en otras entidades análogas. Muy poca cosa, si se considera que estamos hablando de más de 50 promociones de gremialistas, desde finales de los años 60 a la fecha. Aunque no faltan algunas instancias de reunión —“con frecuencia los viejos gremialistas de la Quinta Región nos juntamos a conversar”, me decía uno de ellos—, se perciben muy pocas voces guzmanianas en las muy variadas instancias en las que hubo influencia hasta hace poco.
No cabe duda que es legítimo preguntarse si acaso no habrá dejado de ser el gremialismo una doctrina eficaz en el mundo de hoy. La respuesta no la hemos de dar “desde adentro”, sino apreciarla en “el afuera”, y es clara: millones de personas practican la sociabilidad humana en los grupos o cuerpos intermedios, defienden la autonomía que les corresponde, y exigen —a veces sin verbalizarlo— que se respete la subsidiariedad. Gremialismo puro. Pero cuando llegan los embates del estatismo o del individualismo, muchas veces carecen del soporte doctrinario e institucional que les podría ayudar en la defensa de su “gremialismo natural”.
Quizás un buen punto de inflexión sea la rehabilitación del Memorial de Jaime Guzmán. Vandalizado, saqueado y finalmente abandonado, ojalá la próxima administración municipal de Las Condes pueda tomar el desafío de restaurarlo, con la ayuda de muchas personas. Sería una gran señal de recuperación de la vitalidad gremialista. (El Mercurio)
Gonzalo Rojas