La elección de los miembros de la Convención Constitucional, inventada y diseñada por los partidos que están en el Congreso, mostró los efectos de las incrustaciones supuestamente progresistas que hicieron al sistema electoral: la paridad de género y los escaños indígenas.
Sobre lo primero, un par de ejemplos. María José Oyarzún (RD) obtuvo 2.584 votos, pero resultó elegida, por corrección de resultados, en lugar de Luis Cuello, que obtuvo 12.199 votos. Juan José Martín (Independientes por una Nueva Constitución) obtuvo 2.690 votos, pero salió elegido, por corrección de resultados, en lugar de María Soledad Cisternas, que obtuvo 12.642 votos, O sea, el objetivo de imponer la paridad de género en los resultados provocó distorsiones escandalosas.
Además, el ajuste benefició a siete hombres y cuatro mujeres, lo que no estaba en los planes de los inspiradores. Se trata de una nueva prueba de que, por el camino de extremar las nociones justicieras (igualdad de género), se pueden cometer aberraciones.
Quedó demostrado que alguien puede reunir votos suficientes para ser elegido, pero si es del sexo equivocado, queda fuera. ¡Y algunos quieren introducir este artilugio en la elección del Congreso! Es legítimo pedir que las listas de postulantes sean paritarias, pero no lo es meter la mano a la urna después de la votación y “corregir” la voluntad de los electores. Así se desacreditan los procedimientos democráticos.
Respecto de los escaños reservados, solo 261 mil personas inscritas en el padrón indígena (1 millón 200 mil personas) votaron por candidatos de su etnia (21%). El resto optó por votar con la misma papeleta que los demás electores y, por lo tanto, con la libertad de marcar preferencia a cualquier candidato.
O sea, el Congreso estableció un voto diferenciado para las personas con ancestros indígenas (mapuches votan por mapuches), pero ellas parecen priorizar la integración por sobre la diferenciación.
El sufragio universal busca igualar a las personas por encima de la raza, pero no lo tienen claro los actuales parlamentarios, ensimismados en los gestos y las pequeñas ganancias. Chile no necesita esta variante de segregación. (El Mercurio Cartas)
Sergio Muñoz Riveros