Radio Bio-Bio informó que en su viaje a Concepción un grupo de convencionales había tenido un comportamiento que recuerda episodios de futbolistas: más alcohol del prudente, poco respeto por el resto de los pasajeros del hotel y el uso de la piscina en la madrugada contraviniendo las reglas del establecimiento. De esta manera los convencionales se encargaron de reafirmar la razón por la que solo cuatro días antes Kast ganó la primera vuelta presidencial y la centroderecha obtuvo un resultado inesperado en la elección del Congreso y de Consejeros Regionales.
No faltarán los que digan, como suelen hacer cada vez que la izquierda pierde, que ello se debe a que los medios de comunicación son de la derecha o que la gente ha sido engañada por el populismo penal y xenófobo de los ganadores. A muchos -no a todos, obviamente hay honestidad intelectual en los distintos sectores- les resulta imposible aceptar que al discurso maniqueo de la lucha de clases se opone un proyecto político legítimo que busca el bienestar del país en su conjunto.
Kast obtuvo la mayoría relativa y creo que tiene la primera opción en la segunda vuelta, porque el proyecto refundacional que ofrece un nuevo Chile ha decepcionado a gran parte del país; la promesa de una sociedad más justa, sin abusos, hecha a la medida de la gente y encarnada en la redacción de una nueva Constitución, se ha convertido en una ilusión vana, a ratos incluso ofensiva. El fraude de Rojas Vade, los disfraces, el indigenismo, la desmesura de querer cambiar los símbolos patrios o del vicepresidente Bassa llegando a una comisaría de Carabineros haciendo exigencias impropias, terminaron por convencer a demasiados electores que es mejor la propuesta de orden y restauración de la ley del candidato conservador.
El Congreso recién elegido es un contrapeso evidente para la Convención, su sola integración coloca una lápida al plebiscito dirimente y, con ello, se restaura el quórum de 2/3; el holgado calendario de funcionamiento, con semanas territoriales a la usanza de los legisladores, ahora es inviable, puesto que probablemente tampoco habrá extensión del plazo, así es que redactan una propuesta en los doce meses o se exponen al papelón de la historia.
La disputa entre el orden y el cambio ya fue zanjada el domingo pasado, la mejor demostración de ello es que Gabriel Boric ha renovado completamente su discurso e incluso sus símbolos: ya no es partidario del indulto a los que quemaron iglesias o saquearon locales comerciales, compromete la mantención del orden público y en sus actividades aparecieron banderas chilenas que, es necesario advertir, se ven demasiado nuevas.
Soy escéptico de que la Convención se modere, una parte de sus integrantes seguirán con sus pretensiones maximalistas desconectadas del país real, pero con su jolgorio de la madrugada del jueves a la Convención, literalmente, se le terminó la fiesta. (La Tercera)
Gonzalo Cordero