Aunque no participa en instancias directivas del Partido Socialista, Óscar Guillermo Garretón sigue activamente el devenir de la política y el rumbo del PS y el gobierno. De hecho, fue el primer representante de la centroizquierda en advertir por medio de una carta el caos económico que se produciría en Chile con el ímpetu reformista de la administración de Michelle Bachelet. Lo hizo hace seis meses.
Garretón insiste en su doble pertenencia. «Soy empresario a mucho honor y político a mucho honor», recalcando que su gran contribución es tratar de comunicar a ambos mundos, «porque si no se restituyen las confianzas, Chile tendrá un resultado mediocre». Por eso le preocupa tanto la reforma laboral que la semana pasada fue aprobada en la Cámara de Diputados. Recalca que el proyecto no refleja lo que es la empresa ni los intereses de sus trabajadores. Y lo explica en detalle, para ver si logra que los parlamentarios reflexionen sobre el tema.
–En sus últimas intervenciones ha sido crítico del país. ¿Cuál es su diagnóstico hoy?
–Hay que entender el malentendido que hubo sobre lo que era el país que teníamos y las respuestas que había que darle a la gente. El error de diagnóstico fue creer que el movimiento estudiantil era estudiantil. Los estudiantes fueron la punta de lanza de un movimiento social y familiar que nació de una clase que surgió como resultado de los 20 años de Concertación y de alguna manera del gobierno de Piñera.
Del 40% de la población que estaba en pobreza, más o menos un 30% la abandonó y eso se transformó en un hecho político. Los estudiantes no entendieron el rol que jugaban y se produjo una bifurcación que fue al comienzo de este gobierno: el movimiento estudiantil se radicalizó, y el familiar comenzó a alimentar las encuestas con rechazo a la reforma. Un error que explica esta bifurcación es que se proclamó que la gente quería un cambio de modelo, cuando lo que querían era un espacio dentro del modelo. Ese es un gran error.
–¿Y de quién es ese error?
–Hay un error de conducción política muy serio. Y quien tiene la conducción política es básicamente la presidenta y la dirección política del país. La constitución de la Nueva Mayoría transformó la imbatible popularidad de la presidenta en el gran pegamento de la coalición. Ella tenía una capacidad de incidir en lo que ocurría extremadamente alta. Y el gabinete no fue un gabinete de discusión, fue un gabinete muy presidencial, que le daba así más garantías a la presidenta.
–¿Cuál es la responsabilidad que tienen los partidos en la falta de conducción?
–Los partidos son respetables en la medida que, además de lealtades, aporten ideas y conducción. Si ven que las cosas no deben ir por ahí, tienen que tener la capacidad para decirlo. Ser capaz de advertir. Los partidos no hicieron eso. La carta que yo mandé al PS en octubre pasado podría haberse mandado a más de una dirección de partido si hubieran hecho la pega.
Esto no es una virtud de lo visionario que soy, era cuestión de ver los números para darse cuenta que la cosa venía mal. Bastaba entrar al sitio web del Ministerio de Hacienda, ver los informes de la Dipres sobre la recaudación de la reforma tributaria, para darse cuenta que el 50% del financiamiento era con impuestos a cosas que no pagaban sólo los ricos, lo que no es menor: era la consigna del gobierno. Aquí ha habido responsabilidades de conducción serias. No estoy por cobrarle la cuenta, pero me alegro cuando empiezo a ver cambios. Tengo la sensación que eso recién está comenzando a ocurrir. Eso es una gran señal política.
–¿La intervención de Isabel Allende en el comité del PS demuestra el giro?
–Fue una gran señal de que los partidos habían decidido participar de la conducción y dar una línea que puede ser polémica con lo hecho en los primeros 14 meses, indicando una responsabilidad país sobre las reformas que hay que hacer, pero teniendo en cuenta la realidad del país provocada por los mismos 14 meses. Esto no es efecto de la situación internacional, que es más compleja que antes. El gran efecto interno, particularmente en la inversión es la desconfianza de los empresarios. La baja inversión, que ha llegado a niveles desconocidos en las últimas tres décadas, se debe a la desconfianza. Tomar la conducción comienza a ser una decisión más colectiva.
–Algunos piensan que la intervención de la presidenta del PS fue coordinada con La Moneda, aunque los más escépticos creen que fue para marcar una distancia con la mandataria.
–Plantear que las palabras de Isabel Allende podrían significar menor lealtad a la presidenta es un error. El problema del gobierno y la presidenta no fue la falta de gente leal. Tuvo mucha gente leal hasta la disciplina total, casi militar, con los proyectos. Lo que le faltó fue una lealtad con aportes a la conducción. Lo que Isabel plantea es eso. Desde siempre entendí que la carta que envié al PS fue una forma de lealtad con ella.
–La carta fue bastante crítica sobre la crisis que enfrentaría el país si el gobierno insistía con las reformas. ¿Cuál fue su leit motiv?
–Fue una cosa muy personal. Después del golpe fui uno de los 10 hombres más buscados y en algún momento me dije: «Desde ahora voy a responder por mis errores. No quiero responder más por los errores de otros, ni menos aparecer encabezándolos». Soy corresponsable de lo que ahí ocurrió, no quiero desligar mi responsabilidad, pero pensé que en adelante sería lo más franco que pudiera, asumiendo sólo mis errores.
Ese ingrediente estuvo presente cuando envié la carta. En el último tiempo era muy crítico de las posiciones de mi partido y quise dejarlo explícito para que nadie me diga en la calle «mira lo que está haciendo tu gobierno».
–¿Alguien consideró su carta?
–En ese tiempo no fui escuchado. Pero me siento más acompañado desde el cambio de gabinete, por las voces que oigo no sólo en el gobierno, también en los partidos. El cambio se produce porque era demasiado evidente. No hay que ser clarividente para darse cuenta que la economía del país estaba siendo dañada por una forma de conducción económica. La presidenta acertó en cambiar al ministro de Hacienda, fenómeno muy poco habitual en los gobiernos. Lo otro: era evidente que las encuestas indicaban que íbamos cuesta abajo en la rodada.
Pero el rechazo a las reformas fue previo a Penta, Caval y a las boletas de SQM. Si la gente se hubiera sentido interpretada por lo que el gobierno hacía, su reacción habría sido distinta. En la gente se produjo un efecto: Caval y Penta fueron la guinda de la torta que se horneó antes. La gente vio que la política hacía cosas que no les gustaban, pero además descubrió que hacían cosas fraudulentas, que había tráfico de influencia y, por supuesto, se molestó.
No me sorprende que esto termine afectando más a la Nueva Mayoría: en la cultura popular, no es novedad que los grandes empresarios les aporten a los partidos de derecha. La novedad es la otra y es muy decepcionante para la gente.
DISCUSIÓN MENTIROSA
–La discusión sigue en torno al programa: los críticos para decir que éste se sigue ciegamente, y el oficialismo para defender esa hoja de ruta.
–Toda esa discusión es mentirosa. La gente votó por reformas, y las sigue queriendo. El tema es si van a seguir tratando de imponer a la gente reformas que rechaza o van a tratar de entender a las personas e impulsar las que ellas anhelan.
–La presidenta ha insistido en el cumplimiento de las reformas de su programa.
–Tengo la esperanza que el cambio del gabinete produzca el cambio. Los primeros 14 meses de gobierno son meses de un enorme error, que terminó muy desastrosamente, porque al final lo que importa en política no es sacar un proyecto de ley, sino que el juicio ciudadano. Las reformas fueron rechazadas por la mayoría hace tiempo. Deberían haberse detenido y decir ¿qué nos está ocurriendo?
–Usted advirtió, hubo encuestas que mostraron el rechazo de la gente a las reformas, pero el gobierno insiste que cumplirá su programa. ¿Está mal asesorada la presidenta?
–Cuando veo que el nuevo ministro de Hacienda dice que, vía circulares, mandará la interpretación de qué se quiere con el FUT y qué se quiere con algunas de las formas de pago, entiendo, quizás por optimismo, que está diciendo una cosa radicalmente distinta. No le pido a nadie que se corte las venas por lo ocurrido, pero por la reacción que uno ve es evidente que la Nueva Mayoría se dio cuenta que tiene que dar vuelta la página de lo que ocurrió. Pueden hacer las reformas, pero van a tener un sentido distinto que con el que se inició el gobierno.
Los primeros 14 meses de gobierno son para olvidar. Son de una gran derrota política: llegar al gobierno con un apoyo mayoritario por las reformas, que el pueblo siga siendo mayoritariamente pro reformas, pero tener un rechazo mayoritario a las que el gobierno propuso es que no se interpretó a la gente, y eso en política es un fracaso. Si algo uno intuye, es que la presidenta lo ha estado pasando muy mal, y los que están ciertos de lo que han hecho no lo pasan tan mal.
TRABAJADORES VS. LA CUT
-Usted ha señalado que, por ejemplo, la reforma laboral está basada en premisas falsas que fueron incluidas en el mensaje presidencial.
–La única vez que mencioné lo que usted refiere, dije que no hablaría sobre la reforma laboral. Es efectivo que existe una incomunicación trágica entre el mundo empresarial y político que se refleja en el mensaje con que se envió ese proyecto al Congreso. Esto es más importante en el futuro que la discusión sobre el financiamiento de la política. Si la política no refleja lo que es la empresa no se va a superar la situación que vivimos, ni va a cambiar la opinión ciudadana sobre lo mal que lo están haciendo la empresa y la política. El proyecto de ley habla de un país y de una empresa distinta a las que yo he conocido: no refleja ni a la empresa ni los intereses de los trabajadores del sector privado.
–¿Cuáles son las premisas que no concuerdan con la realidad en el mensaje presidencial?
–El mensaje dice que «existe evidencia de que las relaciones laborales están caracterizadas por la falta de confianza y de colaboración». Y la Encuesta Adimark-UC 2013 que pregunta a los trabajadores cuánta confianza tienen en sus empresas: 72% dice que tiene mucha o bastante.
Hay otro párrafo que señala que el «ordenamiento legal limita significativamente los espacios de negociación y entendimiento».
El informe de la OCDE de enero de 2015 explicita que la media de sindicalización de sus países miembros es el 16,9% de la fuerza de trabajo y descendiendo. Mientras que la de Chile es de 15,3% y aumentando. No digo esto por criticar la reforma laboral en sí, sino que para que sea escuchado. Me angustia la incomunicación, y la visión tan desde afuera que la política tiene sobre la empresa, los empresarios y sus trabajadores.
–¿Existe distancia entre las demandas de la CUT y otros actores?
–Yo conocí la CUT del 73: en su dirección había trabajadores de las empresas de punta de este país; Manuel Bustos es un caso, dirigente de Yarur, la mayor empresa textil del país. He conversado con muchos dirigentes sindicales de empresas que he dirigido, como las de telecomunicaciones o del sector agroalimentario. Ninguno quiere estar en la CUT: sienten que no tienen nada que ver con ellos. Hay que escuchar a la CUT, pero atención: gran parte de los trabajadores de empresas privadas no pertenecen a ella.
–¿Cómo se podría oír mejor a los trabajadores?
–Cuando hay campañas, los parlamentarios se preocupan que la mayor cantidad de personas los escuchen. Es importante que esto se corrija. Si yo analizo el mensaje, tendría que preguntarles a los parlamentarios si les parece bien lo que ahí dice. Si les parece bien, hay que decirles que es incorrecto.
–Pero la Cámara de Diputados aprobó el proyecto.
–En el pasado todos hacían lo mismo y era fácil hacer un pliego de peticiones. La negociación colectiva es sólo un momento de la actividad sindical, en la cual la gran reivindicación es el bono de fin de conflicto. El resto lo hace el dirigente sindical u otro trabajador con la gerencia de recursos humanos de la empresa: hay reivindicaciones distintas y a veces contradictorias que se dan en una gerencia de recursos humanos cuyos bonos están determinados por mantener un buen clima, que no es la imagen de la empresa conflictiva y abusadora –que puede haber–, pero las empresas modernas están en otra.
A las grandes no les afectará mucho la reforma, en cambio es complicado para las chicas, que viven en competencia. La paralización de una de ellas es el momento justo para que sus competidores se lancen sobre sus clientes. Además, no tienen el desarrollo que tiene una gran empresa con especialistas en recursos humanos. Todo eso hay que analizarlo bien. Me alienta que el ministro Valdés lidere el proceso.
–El ministro Valdés ha señalado que está a favor de la reforma laboral y que incluso está de acuerdo con que sea pro sindicalización.
–Soy un colaborador entusiasta si se trata de favorecer el movimiento sindical, pero no estoy porque se entregue el control del movimiento a las directivas sindicales.
–La reforma hace justamente eso: entregarle el poder a los dirigentes.
–¿Eso es favorecer el movimiento sindical? ¿Que las directivas tengan el control de si se termina una huelga? Eso no favorece al movimiento sindical. Algunos me han acusado de estar en contra de la reforma laboral, yo les digo que hay un mal diagnóstico. Y un mal diagnóstico puede producir conclusiones equivocadas.
–¿Qué puntos clave debieran estar en la reforma?
–La flexibilidad laboral que es deseada por los trabajadores. En el tiempo de las tecnologías de la información, oponerse al teletrabajo es estar fuera del siglo XXI.
–¿Por qué los parlamentarios apuestan por un proyecto sin flexibilidad? Dejan fuera los pactos de adaptabilidad.
–Eso tendrán que explicarlo ellos. Yo insisto en este punto, para ver si los parlamentarios se cuestionan. De repente la discusión de adaptabilidad aparece como una maniobra antitrabajador, sin darse cuenta que son ellos los que la piden. En el trabajo femenino, que es uno de los déficits de Chile, según la OCDE; y en el de jóvenes, que está disminuyendo como porcentaje del total de trabajadores según el Banco Central; la flexibilidad laboral es un tema sine qua non.
LA DISCUSIÓN CONSTITUCIONAL
–En el mundo empresarial consideran que el ministro Valdés no ha sido demasiado claro respecto a las reformas. En su intervención en Tolerancia Cero señaló que la crisis se debía al fin del ciclo minero y al deterioro de la política que afectó a la economía.
–El ministro en su minuto fue bastante crítico de la reforma tributaria. Entiendo que no lo recuerde hoy, en todo caso, el actual gabinete es la oportunidad para salir de esto.
–Los empresarios se mostraron entusiasmados con el nombramiento de Valdés, pero hoy muchos siguen escépticos.
–La pregunta empresarial debiera ser: ¿Quieren que a este gabinete le vaya bien o prefieren el anterior? Hay temas pendientes, como el tema constitucional, que afecta a los empresarios. Una de las características que le daban competitividad a Chile eran las certezas jurídicas de su institucionalidad. Dentro de ella la Constitución es la madre de la legalidad chilena.
Discutir la Constitución crea una situación de incertidumbre. Pero si además no se sabe en qué va a cambiar y cómo va a cambiar, ésta sube. A un empresario no le interesan las certezas de hoy, sobre todo si son inversiones de largo aliento, por lo tanto aclarar el tema constitucional lo más rápido posible es inherente a que mejore la inversión.
–Pero el ministro Burgos señaló que la discusión podría durar todo el periodo parlamentario.
–Eso me preocupa mucho. La demora se va a reflejar en el número de inversiones. Nadie invertirá si es que no tiene certeza de qué va a pasar legalmente cuando recupere lo invertido. La afirmación en Icare de Valdés y Burgos que la reforma pasaría por el Parlamento fue una buena señal. Sería conveniente que el mundo político que está impulsando esta reforma –más que nacer de la sociedad– se ponga de acuerdo en qué es lo que quiere someter a discusión.
–La economía y la inversión han caído dramáticamente. Algunos proyectan que la crisis aun no ha tocado fondo. ¿Es así de pesimista?
–Chile tendrá un resultado económico muy mediocre mientras no se restituyan las confianzas entre política y empresas.
–¿Ha recibido muestras concretas de preocupación de inversionistas extranjeros?
–Siempre preguntan, pero hay menos alarma que en el empresario nacional, porque aún se mantiene el embrión de la buena imagen internacional de Chile. Además el extranjero tiene condiciones distintas: las inversiones que provienen de países con acuerdo de doble tributación son menores que las de los empresarios chilenos, una empresa x es más barata para un extranjero que para un chileno.
No es lo único insólito. Algo ha dicho el ministro Valdés respecto a la inversión extranjera, aunque no sé cómo lo van a hacer. El 35% de la inversión extranjera es un compromiso internacional que implicaría romper los acuerdos para subirlo. Lo otro sería bajar el 44,5% de las empresas chilenas… es un tema complejo.