Gobernadores de papel

Gobernadores de papel

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¿Quién podría dudar que la descentralización es una prioridad para la mayoría de los chilenos? Casi el 60% del país vive en regiones cuyos problemas son opacados, y cuando no completamente invisibilizados, por los eventos que ocurren en la capital. Además de escuchar a sus senadores por teleconferencia desde sus domicilios de Santiago, los ciudadanos de regiones deben ver como los noticieros nacionales que le dan más importancia a un choque en Providencia que a la contaminación de Temuco o el deterioro de Valparaíso.

Por ello la esperada elección de gobernadores sonaba como una buena noticia, pero el proyecto quedó tan deformado por las presiones políticas, que terminó como un león sin dientes, uñas, ni melena. Los nuevos gobernadores tendrán una sombra que los marcará todo el día: un delegado del Presidente de la República que manejará la billetera fiscal y seguirá teniendo a su cargo las poderosas secretarías regionales ministeriales, que son el brazo operativo del Estado.

¿Qué podrá hacer un gobernador regional en este contexto? En realidad casi nada, pero con un agravante: tendrá un enorme caudal de votos para reclamar y exigir medidas sobre las cuales no tiene competencia, lo que terminará frenando buenos proyectos del nivel central. Al contrario, iniciativas interesantes que surjan del nuevo gobernador seguramente frustrarán expectativas ciudadanas ya que no tendrá recursos ni competencias para implementarlas, y terminará pintando calles o inaugurando ciclovías, es decir, nada trascendente.

Con la excepción de los centros de estudios regionales que hace años luchan por la descentralización de forma seria, quienes más presionan por elegir gobernadores son los políticos que quieren el puesto, y cuya lista aumentó con los senadores y diputados que no podrán repostularse. Todo indica que su interés personal les impide ver que el país pasa por la peor crisis sanitaria de los últimos 100 años y que muestra un devastador efecto sobre la economía y el empleo, que se agudizará en 2021 y que se agravará aún más, por la polarización política que vive el país exacerbada por las ocho elecciones que tendremos en menos de dos años.

En una crisis tan severa, el Estado debe aceitar su maquinaria para moverse rápido y llegar con soluciones a la gente que lo está pasando muy pero muy mal. Y en ese objetivo nada ayuda meter un eslabón de burocracia, con jefes de gabinete, asesores y funcionarios creativos sin potestad para tomar decisiones. La primera prioridad es tomar medidas para paliar la crisis. En paralelo podemos reflexionar sobre el rol del futuro gobernador regional, lo que podría quedar consagrado en una nueva Constitución. De esa forma no será una figura decorativa, sino que un actor relevante para las regiones y sus habitantes. (La Tercera)

Iván Poduje

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