Hay acuerdos y acuerdos-Antonio Büchi

Hay acuerdos y acuerdos-Antonio Büchi

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Se escucha en estos días la necesidad imperiosa de que la política cambie su actitud y llegue a acuerdos y consensos, como es el caso previsional. Se apunta a la fragmentación como una de las razones que bloquean la dinámica de más acuerdos. Con añoranza se alude a la década de 1990, calificándola como un período virtuoso, donde fue el espíritu de acuerdos el que permitió a Chile dar pasos gigantes hacia el desarrollo.

Coincidiendo con que la fragmentación es un problema, creo que el fondo es otro. Los acuerdos pueden ser vistos al menos desde dos perspectivas opuestas. Uno es el acuerdo de suma cero: las partes perciben que la posición del otro es completamente antagónica, y que cualquier concesión es un retroceso en sus objetivos y principios. Son acuerdos transaccionales, de áspera y larga tramitación, frágiles y que dan la falsa impresión de avance, ya que apenas se pueda, después se intentará avanzar más en la dirección de cada uno.

Existe, sin embargo, otro tipo de acuerdos, en que las partes buscan generar valor y donde la estabilidad es pieza esencial de los mismos; donde todos confiamos en el otro para avanzar. Este tipo de soluciones se basa en un “meta acuerdo”, se fundamenta en una visión razonablemente compartida de cómo funciona la sociedad y de cuáles son las políticas que promueven el desarrollo.

La política de los 90 no era de los acuerdos o consensos; era la de una cierta visión compartida de cuál era el camino al desarrollo, así como cierta confianza en el otro. No había una total comunión de visiones, pero sí de cuáles eran las herramientas más adecuadas para abordar problemas, y que estas se debían consensuar con racionalidad y no con ideología.

Así se avanzó en concesiones; en privatizaciones; en AUGE —que no ponía el dogma de que el Estado debe ser el proveedor de la salud, sino el garantizador de que todos podamos acceder a ella—; en el CAE, que abrió a millones de jóvenes la posibilidad de estudiar; en la creación del pilar solidario en pensiones, que agregaba una columna solidaria indispensable al sistema, que luego se transformó en la mejor y más brillante reforma de los gobiernos del expresidente Piñera, la actual PGU.

Mientras no revirtamos el cambio cultural de los últimos 15 años, y recobremos la capacidad de acordar en principios básicos, no vamos a progresar. Acuerdos como que el crecimiento no es un objetivo más, sino la madre de todas las batallas, que solo creciendo al 5% ofreceremos más oportunidades a la siguiente generación, y podremos reforzar sosteniblemente la red de contención social, que da dignidad y permite cohesión social y estabilidad política. Que la libertad individual es central para el desarrollo y la felicidad, y que no hay nadie mejor que las personas mismas, y no el Estado, para tomar decisiones sobre sus vidas.

Que el sector privado es genuinamente más eficiente en la gestión y asignación de recursos, y que el Estado no es un buen ejecutor, como nos demuestran los balones de gas del exministro Jackson, las farmacias populares del exalcalde Jadue o las denigrantes listas de espera. Que si queremos crecer se necesita invertir, que los proyectos tienen impacto y debemos aceptarlo, y que el Estado debe ser un facilitador y no solo un guardián con tantos dientes.

Que debemos alegrarnos cuando a las empresas les va bien, porque atrae más capital que permite crecer. Que las empresas cometen faltas y errores, y deben ser sancionadas, pero que no todas son abusadoras y, lo más virtuoso, que están sometidas al escrutinio de sus dueños, los clientes y la competencia, todos los días, no como el Estado, que no compite con nadie.

Acuerdos del primer tipo creo que es mejor no tenerlos. El segundo es el verdadero tipo de acuerdos que necesitamos, son los que construyen futuro y mientras no los tengamos, llegaremos a acuerdos frágiles, sin futuro, que nos dejarán donde mismo, y no estaremos entregando un país mejor, con más oportunidades a la siguiente generación. (Emol)

Antonio Büchi