Hay muchos que hoy están viendo en el buen posicionamiento del periodista y senador Alejandro Guillier una especie de tabla de salvación para la política nacional, tan falta de figuras íntegras y no relacionadas a escándalos de corrupción. Incluso llegando al nivel de evaluar la idea de postularlo como figura presidenciable.
Ya conocemos por lo vivido con la candidatura de Bachelet 2 que el ánimo de la Nueva Mayoría no es revisarse internamente ni evolucionar, sino más bien aprovechar en forma oportunista el posicionamiento de popularidad de alguna figura y así garantizar el llegar a detentar posiciones de poder en la organización del estado. En el 2013 la figura popular fue Bachelet y la fueron a buscar insistentemente a New York hasta convencerla. Hace unos meses les pareció que la única opción para el 2017 era cerrar filas en torno a la figura de Lagos. Pero ante la realidad de las últimas encuestas hoy incluso pareciera ser más atractiva la figura del senador Guillier, por lo que no es descabellado pensar que hacia allá terminen apuntando la generación de una candidatura.
La diferencia es que en el caso de Bachelet, una vez aparecido el caso Caval, se sembró la duda sobre lo inmaculado de su accionar. Y todo su apoyo terminó por desplomarse pasando a ser tratada simplemente como uno más del círculo del poder político, aquel percibido como altamente corruptible y que sólo vela por sus mezquinos intereses personales y no por el bien común del país.
En lo personal dudo mucho que Guillier caiga en errores de ese tipo. Durante los años que tuvimos la ocasión de verlo en televisión, de escuchar sus opiniones, de verlo debatir y moderar; perfectamente pudimos hacernos una idea cabal de su ideario político y, más importante aún, de su espíritu equilibrado, ecuanimidad e integridad valórica. Creo que se constituirá en un gran aporte para nuestra política nacional, no lo dudo en lo absoluto. Pero abrigo serias dudas respecto de si hoy será el momento oportuno de posicionarlo como una figura presidenciable.
Si hoy fuera candidato, salvo por un asunto de popularidad, no tendría ningún peso político que oponer ante una coalición que vería en él una tabla de salvación para poder seguir manteniendo sus posiciones y oportunidades en el aparataje estatal. Y en tal condición ¿cómo podría negociar con ellos? ¿Qué tipo de concesiones tendría que hacer para asegurar el apoyo suficiente de las máquinas electorales y así poder salir electo? ¿Cuánto terminaría quemándose y dilapidando su capital político al ser asociado a una coalición que la ciudadanía no visualiza como representando los intereses del país sino sólo los suyos propios?
Dejemos que Guillier se desarrolle, que vaya sumando sus aportes a los de otros nuevos políticos mejor inspirados que la camarilla de sospechosos de siempre. Que se vaya generando una masa crítica de nuevos políticos, con nuevas motivaciones, con un foco en el bienestar social y el bien común que permita, llegado el minuto, poder contar con una red de influencia orientada de verdad hacia el servicio público.
Es verdad que eso se contradice con nuestra intención de que los cambios y soluciones sean más rápidos, frustrando nuestros deseos de que los cambios vengan ya con el siguiente gobierno. Pero la historia nos muestra que acelerar artificialmente los procesos de cambio social, sin construir y reforzar una base que los sustente, suele terminar mal y conseguir precisamente un efecto contrario al esperado; que ante la insuficiencia de resultados por una mala estructura se vuelva a las prácticas conocidas del pasado que justamente se querían superar. ¿Tendremos la paciencia suficiente y la perseverancia requerida para trabajar en crear ese sustento antes de pensar en poder resolver los problemas a nivel de las urnas? Ojalá así sea.(El Dínamo)
Ricardo Baeza