Según el periodista del NYT y laureado divulgador Thomas Friedman, la introducción de la Inteligencia Artificial General (IAG) —máquinas con inteligencia equivalente o superior a la humana en cualquier campo— habrá sido la mayor disrupción civilizatoria desplegada por la humanidad desde sus inicios.
Luego de visitar extensamente la empresa Deep Mind —filial de Google— en Londres, y de conversar con uno de sus fundadores y actual CEO, Demis Hassabis, quien obtuvo el Premio Nobel de Química 2024, Friedman pronosticó que en la próxima elección presidencial de EE.UU. la discusión de cómo la humanidad se adaptará a ella será un tema central de la campaña. Para Hassabis, en tres o cinco años más se habrá alcanzado una primera versión de la IAG. Eso traerá consigo inagotables oportunidades, pero también ominosas amenazas de riesgo existencial, similar al de las pandemias y la guerra nuclear, como lo expresa una carta abierta firmada por expertos, incluido Hassabis, en mayo de 2023.
Frente a ese panorama, ¿qué debe hacer el país? ¿Paralizar el desarrollo de la IA, mientras se evalúa el balance entre oportunidades y amenazas, o seguir avanzando en su desarrollo y utilización? Como ha ocurrido con todos los avances tecnológicos importantes —y este caso no será distinto—, las amenazas detectadas y las prohibiciones que se quieran introducir a partir de ello no impedirán su desarrollo.
Por lo tanto, lo que corresponde es seguir desplegando la actual Estrategia Nacional de Inteligencia Artificial, para promover e incentivar en los ámbitos académico, estatal y empresarial la necesidad de profundizar su conocimiento, y aprovechar el uso de sus aplicaciones en todas las direcciones posibles. En paralelo, se debe participar del monitoreo mundial de sus amenazas potenciales, para regularlas de manera inteligente. Se debe ser cuidadoso de no hacerlo antes de conocer sus efectos, para no ahogar la introducción de futuras innovaciones valiosas, pues aquellos que no se impongan, esas restricciones las aprovecharán en su favor, en perjuicio del resto.
La inteligencia artificial ya está jugando un rol cada vez más central en la sociedad contemporánea. Las innumerables aplicaciones que tiene su prodigiosa capacidad para extraer patrones de diversa índole a partir de gigantescas masas de datos, hoy permite, en menos de un minuto, hacer predicciones climáticas de 10 días con asombrosa precisión, o anticipar cómo se pliegan las proteínas —un problema de una complejidad abismante— para, a partir de eso, generar proteínas artificiales con propiedades benéficas para las personas.
Su aptitud para conversar en lenguaje natural con humanos, utilizando los grandes modelos generativos de lenguaje, se extiende ahora a los videos, la música y las expresiones gráficas, sin mencionar las recientes demostraciones de razonamiento para resolver complejos problemas matemáticos que exhibe la versión o1 de ChatGPT, entre otros avances.
De ahí la importancia que tiene para el país el convenio firmado entre Chile y Francia por los mandatarios de ambos países el pasado 20 de noviembre en La Moneda, aprovechando la visita del Presidente Macron. El convenio creará un Centro Binacional Franco-Chileno de IA, financiado por ambos países, el que apoyará la implementación de políticas públicas en IA, gestionará recursos para proyectos en IA, creará capacidades para certificar algoritmos de acuerdo con la regulación europea y coordinará la cooperación internacional en la materia. Establecerá planes de investigación colaborativa y formación conjunta de capital humano en IA, desarrollará aplicaciones de IA en astronomía, cambio climático, energías renovables y salud, y otorgará a Chile acceso a la infraestructura de supercómputos francesa, y a los más importantes proyectos europeos al respecto.
En este Centro Binacional, Francia estará representado por Inria (Institute National de Recherche en Informatique et Automatique) y Chile por el Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación. El encargado de operar el proyecto en nuestro país será Inria Chile (disclaimer: el suscrito forma parte de su directorio) en conjunto con universidades chilenas y francesas.
El interés personal que el Presidente Macron mostró para involucrarse e impulsar este proyecto —continuador del Centro de Excelencia que Inria Chile estableció hace 12 años en nuestro país— y los dos viajes a Francia efectuados por la ministra de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, Aisén Etcheverry, para afinar los detalles del convenio, hacen de este un importante hito en el camino que se ha planteado Chile para consolidar su liderazgo en IA en la región.
Álvaro Fischer
Expresidente del Consejo CTCI