Imprudencia presidencial: desequilibrio y consecuencias-Kenneth Bunker

Imprudencia presidencial: desequilibrio y consecuencias-Kenneth Bunker

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Es evidente que la decisión del presidente Gabriel Boric de celebrar el fallo judicial que dejó en prisión preventiva al abogado Luis Hermosilla fue un error.

De todas las cosas que pudo haber hecho o dicho, eligió hacer y decir la peor.

Primero, nunca debió haber comentado sobre el asunto. Segundo, si lo iba a hacer igual, debió haberlo hecho con un tono respetuoso, no solo con su investidura, sino también con los otros poderes independientes del Estado. Y, tercero, si lo iba hacer a su modo, debió haberlo hecho de manera consistente con lo que ha hecho en ocasiones anteriores.

El asunto no queda ahí. Pues, la imprudencia es tanto más grave si se considera que terminó involucrando al resto del gobierno en el asunto.

Para no dejarlo solo, también opinaron la ministra del Interior, Carolina Tohá, y el ministro de Justicia, Luis Cordero, quienes en lugar de mantenerse al margen o ponerle paños fríos a la cuña del Presidente, como debieron haberlo hecho ante un tema tan evidentemente delicado, optaron por respaldar las palabras de Boric, calificando de buena noticia el encarcelamiento de Hermosilla.

Lo que queda en limpio es la imagen de un Presidente emocional que no es capaz de contener sus sentimientos y un gobierno irresponsable que celebra solo cuando le conviene.

Claramente, esta recepción no estaba en los planes de Boric. En su visión, el asunto era más sencillo.

Era presentarse como un aliado de “los buenos” ante la gente y, de paso, pegarle a la derecha. Quiso no solo presentarse al lado correcto de la encrucijada, sino que además equilibrar la cancha luego de dos años en que todo lo que ha emergido en términos de corrupción ha sido a su merma.

La intención se vuelve evidente cuando se compara la reacción del Presidente en situaciones similares, en que solo difiere el estado de la militancia política.

Por ejemplo, cuando la justicia envió al alcalde del PC Daniel Jadue a la prisión preventiva, Boric constató que las instituciones funcionaban, manteniéndose neutral ante el resultado. En cambio, cuando la justicia hizo lo mismo con Hermosilla, el presidente salió a hablar de “un señor que se cree todopoderoso”, apoyando públicamente la decisión en contra de un imputado que aun ni enfrenta el juicio.

Ahora, después de que la esquirla saltara a casi toda la clase política y legal del país, el Presidente y sus ministros parecen haberse arrepentido de sus palabras. Pero el daño ya estaba hecho. Y más allá de la evaluación de que evidentemente les generó daño ante el grueso de la población que decide elecciones, la razón principal pareciera tener que ver con que el hecho de que los dichos le traerán costos a su propio sector.

Boric pensó que, a partir de su cuña, las personas asociarían a Hermosilla con la derecha, y a la derecha con la corrupción. Pero, por los coletazos de su cuña, lo que terminó pasando es que quedó más que claro que el abogado es más bien de izquierda. De hecho, esa parece haber sido la bajada que le dio su hermano, Juan Pablo Hermosilla, al asunto cuando sostuvo que en el pasado fue de “izquierda” y que sigue siendo “de izquierda”.

Lo que hace tanto más increíble que no se haya anticipado esta reacción es el hecho de que Hermosilla, el abogado que Boric trató de corrupto entre líneas, fue el abogado de Miguel Crispi, el principal asesor de Boric, hace solo algunos meses atrás.

Si la reacción comparativa a los fallos no comprueba la tesis de que el Presidente actuó en base a lo que sintió en el momento y que su gobierno salió torpemente a apoyarlo después, esto último ciertamente lo hace. Que el Presidente no haya tenido la deferencia para entender que al tirarle la cadena a Hermosilla también se la estaba tirando a Crispi, habla precisamente de una falencia de fondo para entender lo que conviene en el corto, mediano y largo plazo.

En este contexto, las preguntas que hizo Juan Pablo Hermosilla en su conferencia de prensa cobran sentido: ¿qué viene después? Si ya hay una sensación de abandono por parte de la derecha y quienes se definen como independientes de centro, ahora la tensión cae sobre quienes se definen de izquierda.

Considerando lo que dijo el abogado de Hermosilla, que el gobierno “tiene tejado de vidrio”, al menos cabe preguntarse quién caerá ahora, y cómo reaccionará el Presidente frente a eso.

En defensa de Boric, se puede desarrollar un argumento que justifica su intervención. Si se presume que habló desde la nobleza, y no en búsqueda de una ganancia política, entonces se puede entender por qué no tuvo escrúpulos para hablar; si no hay nada que perder, no hay nada que pensar.

Pero si esta tesis de “buena voluntad” fuera correcta, entonces, otra vez, ¿por qué Boric no hizo lo mismo cuando mandaron a Jadue a prisión preventiva? Si la intención del Presidente es celebrar los golpes a la corrupción, ¿por qué no celebró cuando encerraron a Jadue?

Pues bien, la respuesta es obvia: no hubo nobleza tras la cuña. La intención era aprovechar el momento. El Presidente fue por la victoria obvia y terminó trasquilado, arrastrando la solemnidad de su cargo y el respeto por el gobierno abajo con él.

La imprudencia de Boric deja una valiosa lección: para que la democracia funcione, quienes gobiernan deben tener un tacto fino y saber dónde, cuándo y con quién hablar. Existe una fibra invisible que mantiene todo en equilibrio, y cuando se busca el aplauso fácil, sin considerar los corolarios, la fibra se rompe. Eso es lo que ocurrió esta semana y las consecuencias están por verse. (Ex Ante)

Kenneth Bunker