La intensa ola inmigratoria que llega a Chile ha adquirido, en muy corto plazo, un volumen que solo puede calificarse como… explosivo. Se trata de un fenómeno sorpresivo e impactante para nuestra sociedad, lleno de oportunidades y riesgos. El fenómeno se incrementó en forma exponencial recién después de 2014, siendo especialmente intenso durante 2016 y 2017. Es un proceso en desarrollo, donde no comprendemos bien qué está pasando: Cómo se integran, viven, trabajan o educan a sus hijos quienes recién llegan. Piénsese que la gran masa de nuevos residentes (50%+) no completa 3 años en el país. Mucho menos comprendemos cómo se están afectando aspectos como el mercado del trabajo o la convivencia social.
La velocidad que ha tenido este proceso, inédito en la experiencia internacional (ni hablar en nuestra historia), naturalmente genera incertidumbre. Variados mitos exacerban temores y agitan la arena política. Hay motivos para preocuparse: En muchas partes del mundo, lo sabemos, la migración se ha transformado en un tema central del debate público capaz de derribar gobiernos y levantar liderazgos temibles. El choque de pueblos que se desplazan, más que ideologías o enfrentamientos entre estados, se ha dicho, son los grandes peligros del futuro para la humanidad (Huntington).
Por todo esto celebro un libro recién aparecido: “Inmigración en Chile, una mirada multidimensional”, publicado por el CEP. Se trata de una mirada fresca e informada, basada en evidencia, en que diversos investigadores (conté 16) aportan conocimiento e ideas respecto a efectos de la inmigración en dimensiones como trabajo, vivienda y territorio, educación, salud, pobreza. Especialmente novedoso me pareció el análisis territorial y geográfico de cómo se han distribuido los inmigrantes (Slaven Razmilic).
Las conclusiones de este trabajo son en general positivas y esperanzadoras en casi todas las áreas, y están bien fundamentadas. Con todo, recomendaría prudencia en las proyecciones. Se requiere seguir a través del tiempo dimensiones que, por lo dinámico del proceso, se están modificando continuamente. Un caso: el análisis de opinión de la población chilena se basa en la encuesta CEP de abril 2017 (fecha que coincide con el Censo de ese año). La evidencia, disponible en este caso, sugiere que el periodo más intenso de llegada de extranjeros se produce más tarde, por lo que no sería de extrañar que estas actitudes se hubieran modificado, como lo sugieren encuestas posteriores (Bicentenario UC, 2018).
La evidencia es la mejor receta contra los mitos, los miedos y en definitiva el populismo. La información debiera ser la base de políticas públicas sensatas; desgraciadamente, observamos lo opuesto en demasiadas reformas en curso. Ojalá en un tema tan delicado como migraciones, los datos superen a los prejuicios. (La Tercera)
Roberto Méndez