La humanidad ha hecho un gran progreso al confiar en el Estado el cuidado de la integridad física de sus habitantes entregándole las instancias para que los defienda frente a las agresiones que pudiese recibir. Si el Estado no cumple con ese importante mandato y el peligro de agresión subsiste, las personas comenzarán a defenderse por sí mismas. Es lo que conocemos por autotutela. Con ese escenario, el caos está asegurado.
Por ello es fundamental que el Estado, en el marco de la ley, ponga atajo a esta ola de violencia cruenta e inmisericorde a la que estamos sometidos. Según la gran mayoría de los chilenos y extranjeros avecindados, es por lejos la primera prioridad en política pública.
Es un tema complejo, sí; multifactorial, sí; supranacional, sí; que tiene causas muy complejas y de larga data, también, pero ello no excusa de tomar las medidas que correspondan para detenerlo.
La defensa de la vida de cada ciudadano es la primera tarea del Estado porque es la condición de posibilidad para que pueda cumplir con sus deberes. De no lograr ese cometido, Chile será un Estado fallido que terminará en manos de gobernantes populistas o de dictadores, y eso sería inexcusable. (El Mercurio Cartas)
+Fernando Chomali G.
Arzobispo de Santiago