La adaptabilidad de Claudio Orrego

La adaptabilidad de Claudio Orrego

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Hace 4 años, en la segunda vuelta para elegir gobernador de la Región Metropolitana, compitieron Claudio Orrego, entonces militante de la Democracia Cristiana, y Karina Oliva, del Frente Amplio. El triunfo correspondió a Orrego, que obtuvo el 52,71% de los votos, frente al 47,29% obtenido por Oliva. Los votos adicionales que recibió Orrego en la segunda vuelta provinieron en alta proporción de la derecha y la centroderecha.

Los tiempos cambian. En la segunda vuelta de este año, Claudio Orrego, ahora exmilitante de la DC, es el candidato respaldado por el Frente Amplio y los demás partidos oficialistas, y enfrentará a Francisco Orrego, representante de Chile Vamos y respaldado por la mayoría de las fuerzas opositoras. El alcalde frenteamplista Tomás Vodanovic encabeza el comando de Claudio Orrego.

¿Cómo se explica esto?, podrían preguntarse con razón los electores mareados por las marchas y contramarchas de la política. La respuesta indirecta la ha dado el propio candidato: “Pido que me evalúen por mi trayectoria, más que por alianzas políticas eventuales” (La Segunda, 8 de noviembre). En otras palabras, fíjense en mí, no miren a mis aliados de hoy. Se trata de una excepcional muestra de adaptabilidad: en la historia reciente, cuesta encontrar otro caso de alguien que, en un cierto momento, haya competido con el apoyo de un sector político, y unos años después, con el apoyo del sector opuesto.

En favor de Claudio Orrego, es justo constatar que su cambio no ha sido tan abrupto. En la encrucijada nacional del 4 de septiembre de 2022, él estuvo junto a sus actuales aliados en la campaña por el Apruebo al proyecto de Constitución avalado por Boric y Bachelet. Y en la reciente elección municipal, apoyó a la candidata del Partido Comunista a la alcaldía de Santiago. Ha estado nítidamente alineado. No fue sorpresa que el oficialismo cerrara filas en torno a su candidatura.

Pero, hay algo más. Si gana la segunda vuelta, Claudio Orrego podría convertirse en el candidato presidencial de las izquierdas unidas, lo que ni la imaginación más desbordante podría haber vaticinado hace 2 años. Incluso, dicen algunos, si él hubiera ganado en primera vuelta la elección de gobernadores (de lo cual estuvo muy cerca), ya sería el presidenciable indiscutido del oficialismo.

Es cierto que la expresidenta Bachelet sigue apareciendo en las encuestas como la figura más competitiva de ese mundo, pero ella no competirá. Los cálculos basados en la posibilidad de que los partidos terminen convenciéndola, en los hechos pierden de vista a la persona.

¿Y qué pasa con el alcalde Vodanovic? Con realismo, ha dicho que se debe a la gente de Maipú que lo reeligió, y que no quiere que esa gente piense que sus intereses eran otros. ¿Y con Carolina Tohá? Todo el mundo es testigo del alto costo personal y político que le ha significado su participación en el actual gobierno. En realidad, ha tenido que poner la cara para disimular los innumerables errores de Boric y pagar no pocos platos que rompieron otros. Excesivo, sin duda.

Por lo tanto, si Claudio Orrego gana con un par de millones de votos, es posible que le sea ofrecida la candidatura presidencial en bandeja de plata por parte de una coalición en situación de necesidad, la que seguramente va a estar dispuesta a aceptar cualquier condición que ponga el candidato. Será determinante la disposición de los candidatos a parlamentarios del oficialismo, que sienten que no soplan buenos vientos y necesitan un abanderado al cual arrimarse.

Como es obvio, esto crea en la oposición un incentivo adicional para tratar de derrotar a Orrego Larraín. Pero, incluso si este sale airoso el domingo 24 y decide entrar en la carrera presidencial, tiene suficiente experiencia como para saber que todo sería cuesta arriba. No es precisamente seductora la perspectiva de ser el candidato de continuidad del actual gobierno, y aceptar que los partidos oficialistas sigan agitando las fracasadas consignas de estos años.

¿Creerá, quizás, que puede llevar adelante una postulación presidencial de perfil personalista, que tome distancia del gobierno de Boric? ¿Y después aceptar la formación de un eventual gobierno con los mismos partidos? Sería un intento de cuadrar el círculo. Por uno u otro lado, asomarían las incongruencias.

En cualquier caso, hay que reconocer la capacidad de maniobra de Orrego en los juegos del poder. Un pragmático químicamente puro. Incluso, si gana dentro de dos semanas, sacará muy bien las cuentas respecto de si vale la pena arriesgarse tanto el próximo año. (Ex Ante)

Sergio Muñoz Riveros