El escenario sociopolítico del Chile actual presenta dos características fundamentales. La primera, es que las coaliciones políticas tradicionales atraviesan una intensa fase de descomposición. La segunda, es que esta descomposición (expresada en el develamiento del “incestuoso maridaje dinero-política” y el fraccionamiento interno de sus pactos, organismos y liderazgos políticos) es la que permite una “apertura relativa” del escenario electoral. Evidentemente, esta “apertura relativa” se presenta como una “ventana de oportunidad” para las fuerzas políticas emergentes.
Reconocer esta brecha, no significa menospreciar la capacidad fáctica de una institucionalidad creada para favorecer el reparto duopólico del poder. Menos aún significa minimizar la preponderancia de fenómenos tan profundos, como la intensa apatía e indignación que corroe a vastos segmentos de la población, frente a quienes dicen ser sus representantes políticos.
En este contexto, revertir los mínimos históricos de la participación electoral registrada en los últimos años (34,6% en las municipales de 2016 y 42% en la segunda vuelta presidencial del 2013), es una tarea para nada sencilla; no está de más sincerarlo: imposible de realizar en unos pocos meses de campaña. Los tiempos de la politización son mucho más complejos y rebasan con creces los marcos de las batallas electorales.
Por lo tanto, reconocer la “ventana de oportunidad” que presenta el escenario sociopolítico en el Chile actual, significa tomar plena conciencia de las múltiples limitaciones que promueve el legado transicional, sin desconocer la fase de descomposición que atraviesan las coaliciones políticas tradicionales. En tal contexto, el Frente Amplio comienza a comprender que debe hacer suya la máxima latina carpe diem (“aprovecha el momento”), en conjunción con el famoso término belicista alemán: blietzkrieg (“guerra relámpago”).
Para muchas(os) miembros del Frente Amplio, ha llegado la hora de agudizar la ofensiva. Los principales liderazgos de la organización han sido elocuentes en afirmar que el naciente conglomerado les disputará espacios a la Nueva Mayoría y a la derecha en todos los lugares y sin concesiones de ningún tipo.
Haría bien recordar que hace menos de un año era francamente inconcebible pensar que una multiplicidad de fuerzas y movimientos políticos que han sido activos agentes impugnadores en contra de la sociedad de mercado, tuviesen la posibilidad de afrontar un escenario electoral de forma convergente y unitaria, mientras que, en la vereda duopólica, la tendencia a la fragmentación interna se expresa de las más variadas maneras.
Solo para mencionar un síntoma del desgarramiento interno generado en las coaliciones políticas tradicionales, está la exigencia por parte de la Democracia Cristiana de que el pacto gobernante compita en dos listas separadas en las próximas elecciones parlamentarias. Exactamente –aunque con un peso político menor– la misma demanda que presenta Evópoli al interior de Chile Vamos.
¿Alguien podría desconocer que el escenario se muestra mucho más favorable de lo que se esperaba? Sobre todo, si es que consideramos que el cambio en el sistema electoral (que pasa de uno binominal a uno de carácter proporcional inclusivo) premia la unidad por sobre la fragmentación.
Entendiendo las posibilidades que genera esta “apertura relativa”, es claro que uno de los objetivos prioritarios de la nueva coalición es conseguir una bancada parlamentaria lo suficientemente robusta como para jugar un rol decisivo en la tramitación de las reformas que propondrá el próximo gobierno, el cual –cualquiera sea el signo– tendrá que integrar problemáticas tan apremiantes como la reforma al sistema de pensiones, haciéndose cargo de una demanda que ha mostrado un nivel de adhesión importante dentro de la población, además de un despliegue organizativo contundente.
Tal como quedó demostrado con la marcha más multitudinaria que ha conocido el país para la conmemoración internacional de Día la Mujer (movilización que visibilizó la continuidad que presenta con las miles de voces que se alzaron con la frase “Ni Una Menos” a fines del año pasado), la próxima marcha familiar convocada por la Coordinadora No + AFP, dará cuenta de que este movimiento también tiene raíces profundas. El sistema de capitalización individual está estructuralmente incapacitado para otorgar pensiones dignas en un mercado del trabajo precario, inestable y mal remunerado, tal como el que se ha instaurado en Chile.
Con las contingencias propias de un modelo político y económico que muestra las fisuras producidas por un agotamiento de raigambre sistémico, la “apertura relativa” ofrecida por el escenario impulsa al múltiple espectro de organizaciones, militantes y adherentes del Frente Amplio a pasar a la ofensiva.
Durante la última semana, surgieron ciertos hitos significativos que permiten proyectar la avanzada de una “blietzkrieg frenteamplista”.Dos casos pueden dar cuenta de esta situación.
En una primera instancia, la dinamización del debate en torno a los objetivos que supone una candidatura presidencial y las potencialidades que ofrece esta dimensión electoral para consolidar la irrupción del Frente Amplio como alternativa política.
La filtración de que el sociólogo Alberto Mayol era una de las cartas presidenciales barajadas por colectividades como Nueva Democracia, Partido Humanista y Movimiento Autonomista, permitió instalar un debate que había sido eclipsado, muy probablemente, por la relevancia que las propias organizaciones del Frente Amplio habían dado a las elecciones parlamentarias, en vista del objetivo de formar una bancada parlamentaria.
La ofensiva discursiva del precandidato, que aún debe ser ratificado por una o varias colectividades (al igual que el resto de las cartas presidenciales que han sonado en los diversos colectivos), permitió reinstalar una diversidad de temas y ejes programáticos que actualmente son materia de debate al interior Frente Amplio, tal como quedó reflejado en una entrevista realizada por este medio.
Comenzar a visibilizar nuevos liderazgos en un contexto en que la degradación de las figuras transicionales es un hecho (baste observar el caso de Ricardo Lagos y la incierta posición de Sebastián Piñera ante múltiples “conflictos de interés”) es una tarea que debe ser asumida desde ya.
En segundo término y no menos importante, la demostración de que el Frente Amplio es capaz de combinar la impugnación con la propuesta, fue otra muestra de la actitud que comienzan a consolidar sus nuevos liderazgos. El hecho de que, en el contexto de la conmemoración internacional del Día de la Mujer, los diputados Gabriel Boric y Giorgio Jackson hayan presentado en el parlamento el “Proyecto 8M”, a partir de una propuesta trabajada por los núcleos feministas que integran el Frente Amplio, permite pensar en una agenda reformista con contenidos genuinamente transformadores y con procesos de deliberación organizativa diametralmente opuestos a los fomentados por los organismos duopólicos.
Consecuentemente, la construcción programática del nuevo conglomerado, que ya comienza a tomar forma por medio de un cronograma que cambia la tradicional “experticia tecnocrática” por una emergente “deliberación ciudadana”, también da cuenta de que esta última semana el “apetito” del Frente Amplio se ha mostrado pública y consistentemente.
Durante las próximas semanas, veremos si la “blietzkriegfrenteamplista” refuerza su avanzada, aprovechando la fase de descomposición que atraviesa la política tradicional. (El Mostrador)
Andrés Cabrera