Si el negocio del hijo fue una sorpresa, la respuesta de la madre lo ha sido aún más. Parálisis es la palabra que se está ocupando para definir la actitud de Bachelet frente al caso Caval. Una que arrastra no sólo a su persona, sino a su gobierno en general. Se trata de un matricidio político; el hijo logró matar a su madre como figura política.
Las encuestas publicadas esta semana dan cuenta de aquello. La crisis ya no sólo afecta su evaluación general, sino también sus atributos personales, que eran la única fortaleza que le quedaba. Hoy, la mayor parte de la gente dice que ella no genera confianza y tampoco es creíble. Muchos están decepcionados y enojados, algo impensable hace algunos meses.
Pero tampoco hay que equivocarse. Si bien el golpe del hijo fue demoledor, la verdad es que la Presidenta y su gobierno vienen en caída libre desde hace meses. Lo cierto es que desde agosto pasado las encuestas muestran que hay más rechazo que aprobación a ambos. Caval es sólo la gota que rebalsó el vaso. El tiro de gracia que faltaba.
Lo cierto es que esta administración viene remando contra la corriente hace demasiado tiempo. Todas sus áreas de gestión, salvo relaciones internacionales, están fuertemente cuestionadas, con menos de un 30% de apoyo. Lo mismo sucede con sus reformas más emblemáticas. Para qué hablar de la situación del país, donde la gran mayoría piensa que está estancado o va por mal camino. Y aquello sucede antes de Caval. Todo esto se escondió por la fortaleza de sus atributos personales. Perdido aquello, La Moneda queda al desnudo frente a sus debilidades.
Por eso, Bachelet tiene que entender que este no es un asunto de sentimientos, es un problema de gestión. Es cierto, la gente está muy enojada por lo que sucedió con su hijo, pero la verdadera molestia viene de su mal desempeño. Y se lo están haciendo ver hace muchos meses. Menos cariño y más resultados parece ser la orden del día. La gente se aburrió de la figura de la madre, menos cuando no es capaz de ser firme con el hijo. Lo que quieren ver ahora es a la Presidenta. Se trata, entonces, de un punto de quiebre para su gobierno.
Lo que le queda es salvar su rol de Presidenta, para lo cual tiene que hacer varias cosas. Primero, salir del estado de parálisis en que se encuentra. Los electores quieren ver un líder, no un madre afectada. Segundo, entender que con este gabinete no llegará a ninguna parte. Necesita con urgencia un equipo sólido, con rostros frescos, en la conducción política y económica. Tercero, tiene que implantar una nueva forma de gobernar. Con la Nueva Mayoría en el suelo, ya no podrá seguir utilizando la retroexcavadora como única herramienta política. Cuarto, una nueva agenda que aborde los problemas reales del país.
Si se reinventa, hace todo aquello, y le resulta, de rebote la volverán a querer. Todo esto, claro está, si es que el caso Caval o el de las platas de Soquimich no la llegan a involucrar directamente. Porque si ello sucede, nada podrá salvarla. No sólo estará muerta la madre, sino también la Presidenta. Un escenario que es mejor no imaginar.(La Tercera)