La cueca en pelota

La cueca en pelota

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La Presidenta de la República nos ahorró los clásicos balances al afirmar que “este es el peor año de mis mandatos”. En efecto, el 2015, que se inició con la explosión del caso Caval, para continuar con la arista SQM, los varios episodios de abuso y colusión en el sector privado, las continuas improvisaciones en materia de política pública, los bochornos en la tramitación de proyectos de ley, o los múltiples desastres naturales, no podía terminar sin honrar otra de las frases que nos regaló Bachelet: “cada día puede ser peor”.

En un operativo tan inédito como absurdo, se despierta a los periodistas a las seis de la mañana para, sin decirles nada más, citarlos al Grupo 10 de la Fach y así abordar un avión sin conocer su destino. Solo una vez despegados, en ausencia de toda comunicación, se les indica por la propia Presidenta que aterrizarían en La Araucanía. En La Moneda, y a esa misma hora, se informaba a sus principales inquilinos de esta brillante idea, incluyendo al propio ministro del Interior -el jefe de gabinete, responsable de la seguridad y el que había visitado en cinco ocasiones la zona- quien, aunque parezca tragicómico, estaba ya previamente alertado por los rumores de la prensa. El resto de la historia es conocida.

Aunque los más optimistas han querido juzgar el hecho como una simple torpeza y carente de toda mala intención, no hay que ser muy perspicaz para notar que el silencio del propio intendente de la región, con quien Burgos conversa casi a diario, o la reserva de Carabineros, institución que varias veces ha sido respaldada por el jefe de gabinete, obedecieron a una específica instrucción de no comunicarle a él y a su entorno lo que estaba sucediendo. Pero aun siendo condescendientes en la interpretación de las motivaciones, a falta de manifiesto dolo, lo que al menos sí hubo fue “culpa grave”, concepto que -como sabemos los abogados- la doctrina define como la conducta que no cometería la persona de inteligencia más vulgar.

Pero esto no solo fue una vulgaridad, sino también una tamaña estupidez, que no cumplió con ninguno de los objetivos propuestos, alentando además las críticas de unos y otros. Nadie hoy recuerda lo que dijo o hizo Bachelet en La Araucanía. Menos cuando se quiere transmitir una imagen de normalidad -desayuno con empresarios y visita a un cultivo de frutillas mediante- el que fue precedido por un operativo solo comparable a los de Bush para visitar Irak, escenificando lo anormal que constituye el viaje de la Presidenta a una parte del territorio que gobierna.

A estas alturas, lo único rescatable es la actitud del propio ministro del Interior, la figura mejor evaluada de su partido, quien pese a todas las recomendaciones y sugerencias que le hicieron, incluyendo la del suscrito, decide permanecer en el cargo, poner nuevamente a disposición su capital político y así evitar una crisis de mayor envergadura. Lo hace, además, sin pedir nada a cambio, salvo la sujeción al más básico y mínimo sentido común. ¿Será mucho pedir?

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