El panorama económico mundial podría transformarse en la segunda administración de Donald Trump. Sus propuestas de campaña, las nominaciones de colaboradores clave y los mensajes emitidos como presidente electo ofrecen señales importantes sobre los posibles efectos económicos de su gobierno. Autodenominado “hombre de los aranceles”, Trump ha defendido consistentemente el uso de estas medidas para reducir el déficit comercial, aumentar los ingresos fiscales, e impulsar la actividad económica y el empleo en la industria manufacturera. Además, los aranceles figuran en su estrategia como un mecanismo de presión para alcanzar otros objetivos, como reducir barreras a las exportaciones de Estados Unidos, limitar la inmigración ilegal y frenar el ingreso de drogas al país.
Durante su campaña, Trump afirmó que impondría aranceles de hasta un 60% a las importaciones desde China, y entre un 10% y un 20% a las de otros países. Sin embargo, sus posturas respecto del déficit comercial y del fomento del empleo manufacturero carecen de fundamentos económicos y empíricos. El déficit comercial es igual a la diferencia entre el gasto (consumo más inversión) y el producto, por lo que para bajarlo hay que reducir el gasto o aumentar el producto. Aunque un aumento en los aranceles encarece las importaciones, también incentiva una reorientación de estas hacia terceros países no sujetos a estos aranceles. Este fue el caso en años recientes tras los aranceles impuestos a China, que llevaron a sustituir importaciones chinas por productos de Vietnam, México y otros países, mientras que el déficit comercial siguió aumentando. Más aún, un aumento de los aranceles tiende a apreciar el dólar, lo que termina afectando a las exportaciones de Estados Unidos. Por otro lado, la disminución del empleo manufacturero en ese país tiene causas estructurales, como los aumentos en productividad y la disminución relativa del gasto en manufacturas en el gasto total a medida que crece el ingreso (Lawrence, 2024).
Más recientemente, Trump se manifestó a favor de imponer aranceles del 25% a México y Canadá en su primer día en el cargo, a menos que estos países tomen medidas enérgicas contra los migrantes y el tráfico de fentanilo en la frontera. Además, ha amenazado con un gravamen adicional del 10% a las importaciones de China si no bloquea las exportaciones de opioides. Estas medidas afectarían inicialmente la inflación al elevar los precios de bienes importados y nacionales que compiten con las importaciones, así como los costos de producción debido al aumento en los precios de materias primas. Esto podría llevar a la Reserva Federal (Fed) a moderar o incluso revertir los recortes de tasas para cumplir su objetivo de mantener la inflación en torno a su meta del 2% anual contribuyendo también a una apreciación del dólar. Por otro lado, la imposición de aranceles probablemente desencadenaría represalias de los países afectados, intensificando las tensiones comerciales y erosionando la institucionalidad del comercio mundial.
En el ámbito fiscal, Trump propone nuevas reducciones de impuestos, la extensión de los recortes aprobados durante su administración anterior (que caducan en 2026) y significativos recortes al gasto público. Sin embargo, aunque Trump sostiene que los ingresos por aranceles y grandes recortes al gasto público compensarían estas medidas, estas afirmaciones son cuestionables. Los gastos en defensa, seguridad social y salud, que representan una porción significativa del presupuesto público, son complejos de reducir, tanto técnica como políticamente. Según el Comité para un Presupuesto Federal Responsable, una organización no partidista, los planes fiscales de Trump incrementarían el ya elevado déficit fiscal, actualmente superior al 7% del PIB. Además, un mayor impulso fiscal en una economía en pleno empleo ejercería presiones inflacionarias adicionales.
En el ámbito monetario, Trump ha planteado que el Ejecutivo debería tener influencia en las decisiones de la Fed. Esta postura también ha sido manifestada por Scott Bessent, su nominado a secretario del Tesoro. Una medida como esta debilitará la independencia de la Fed, afectando la credibilidad y la efectividad de la política monetaria. Otra propuesta relevante es la promoción del uso de criptomonedas con mínima regulación, incluyendo la creación de un fondo de reservas en criptomonedas. Sin embargo, una desregulación excesiva podría desestabilizar el sistema financiero y limitar la capacidad de la Fed para controlar la oferta monetaria, las tasas de interés y la inflación.
Aunque la forma definitiva que tomarán estas iniciativas aún es incierta, en conjunto aumentan los riesgos a la baja del crecimiento global y aumentan la incertidumbre.
¿Cómo debería prepararse Chile frente a este nuevo escenario?
La primera línea de defensa debe centrarse en completar el proceso de llevar la inflación a la meta y fortalecer la sostenibilidad fiscal. En este sentido, el Banco Central ha estado avanzando en su labor. Sin embargo, en términos de solvencia fiscal, se han logrado avances importantes, como la aprobación de la Ley de Responsabilidad Fiscal, pero persisten desafíos significativos, especialmente en el cumplimiento de metas y en la transparencia de pasivos fiscales no incluidos en el balance del gobierno central.
En el ámbito externo, el entorno global más proteccionista e incierto, con tensiones comerciales entre EE.UU. y China, refuerza la necesidad de potenciar los esfuerzos por diversificar los mercados de exportación. En este contexto, resulta esencial intensificar las negociaciones comerciales para lograr un mejor acceso de nuestras exportaciones a otros mercados, especialmente India y el resto de Asia. Simultáneamente, a nivel interno, se vuelve prioritario reducir las barreras que limitan el crecimiento económico, creando un entorno más competitivo y dinámico para fomentar el emprendimiento, la inversión, la innovación y el crecimiento y así enfrentar los retos externos con mayor resiliencia. (El Mercurio)
Vittorio Corbo