En El Mercurio de este domingo Ricardo Lagos despliega una mirada general sobre Chile, su pasado reciente y su futuro. Lo hace muy en su estilo, parándose en las antípodas de la Nueva Mayoría, tanto por su pragmatismo, como por su manera de plantear los problemas desde ejes completamente diferentes a los que utiliza el actual Gobierno.
No se refiere en particular a nadie, pero incluso en sus pausas se percibe el fastidio por el devenir que ha tenido una coalición política de la que él debe sentirse legítimamente su “padre fundador”. Me refiero, obviamente, a la Concertación y no a la Nueva Mayoría.
Efectivamente, porque así como se reconoce al ex Presidente Aylwin la paternidad sobre el tono y estilo de la transición, no puede sino atribuirse al ex Presidente Lagos el mérito de haber llevado a la izquierda chilena a posiciones socialdemócratas y haber compatibilizado ese proyecto con el centro socialcristiano.
Deja claro, sin decirlo expresamente, que no comparte el diagnóstico que inspira al gobierno actual, menos comparte el tipo de políticas que ha aplicado y hace un contraste evidente con él cuando habla de “poner la mirada un poquito más allá”, con evidente ironía.
Leyendo al ex Presidente reafirmo mi impresión de que el futuro de nuestro país se juega en que la oposición actual logre conformar un proyecto que, fundado en unos pocos ejes básicos y esenciales para garantizar la libertad individual, sea capaz de sintonizar con los pilares de una modernidad que impone ciertas reglas para optar al reconocimiento de legitimidad en el ejercicio del poder.
Pero, junto a lo anterior, también es indispensable que se articule una opción de centro izquierda como la que demarca claramente Ricardo Lagos. Esto es una alternativa que busca mayores niveles de igualdad en la distribución del ingreso, mediante un Estado más activo.
Aunque creo que esta es una opción equivocada, porque introduce distorsiones que invaden el legítimo ámbito de decisiones de las personas y porque, en el mediano y largo plazo se ha demostrado ineficaz, se trata de una propuesta que se mueve dentro de los márgenes compatibles con el desarrollo, con el respeto al Estado de Derecho y, por ende, con los derechos individuales en un grado aceptable en una sociedad libre.
Esta es una de las claves del llamado primer mundo, sociedades en que existe un consenso tan amplio que permite la disputa política entre opciones que divergen en aspectos que, siendo importantes, son inocuos respecto de la posibilidad que cada persona desarrolle su proyecto de vida.
Fuera de la “cancha” que delimita estos consensos se encuentran las izquierdas latinoamericanas, los nacionalismos xenófobos y/o fascistoides, que amenazan desde distintos ángulos la organización política que caracteriza a Occidente en la modernidad: el Estado Democrático de Derecho.
Una pregunta clave, entonces, es si acá existirá esa socialdemocracia sin complejos que se apartará de la izquierda latinoamericana y dispuesta a romper la matriz que dio origen a la Nueva Mayoría.
Lo que Ricardo Lagos esboza en su entrevista es una identidad política que, en el extremo, es capaz de tener un pacto de gobernabilidad con sectores de centroderecha, antes que con los sobrevivientes políticos de la izquierda revolucionaria.
El contraste entre algunos jóvenes de barba, ceño apretado y puño en alto es vidente. Mientras estos hacen política con el discurso y la estética de hace 50 años atrás, Lagos los ningunea planteando un discurso que, desde su visión política, mira los desafíos del mundo global en los próximos 50 años. De pasada, la distancia con la agenda del gobierno de la Presidenta Bachelet, marcada esta misma semana con la querella contra la revista Qué Pasa y sus periodistas, es tan obvia como deprimente.
Por su edad lo que hace Lagos, más allá de esbozar su opción presidencial, es emplazar a una generación de políticos llamados a tomar esta mirada y encarnarla sin complejos, con audacia.
Después de todo, imagino qué piensa el ex Presidente, él forma parte de una generación que se enfrentó a Pinochet, no será tanto pedirles que hagan lo mismo enfrentando políticamente a Jackson, Girardi, Quintana y compañía a Escalona, Harboe, Auth, los Walker y otros.
Buena cosa sería, no veo posible que alguna vez pueda votar por ellos, pero por Dios que me gustaría vivir en un país en que la opción a mis ideas fueran esos socialdemócratas y no los jóvenes de puño en alto.
Deja mucho en qué pensar la entrevista de Lagos.
Gonzalo Cordero, abogado