En Chile llamamos “maestro chasquilla” a ese infaltable trabajador vinculado al área de la construcción que no es especialista en nada, pero que con un alambrito arregla cualquier cosa. Es ingenioso, es cierto, pero la falta de rigor en su oficio lo convierte en la antítesis de lo que Max Weber veía en la ética protestante del trabajo.
En vez de hacer un trabajo meticuloso, que requiere conocimiento, tiempo y paciencia, el “chasquilla” opta por lo rápido, transitorio y chapucero. La labor responsable no es lo suyo, pues su ética descansa en la pantomima y en la retórica: hace como si arreglara bien algo, para luego decir que lo arregló.
Hacer bien las cosas requiere de conocimiento, este se adquiere con voluntad, esfuerzo y paciencia, y no hay paciencia sin tiempo. De ahí el valor de la experiencia. En los gremios medievales, quien quería convertirse en maestro de algún oficio requería pasar por una larga etapa como aprendiz, luego como oficial y solo si su “obra maestra” demostraba un alto grado de competencia alcanzaba la anhelada categoría. Esos larguísimos años de preparación garantizaban mantener los altos estándares de calidad del trabajo y el cumplimiento de las normas éticas del gremio. Evidentemente, no todos llegaban a ser maestros.
Pero ¿cómo poner en valor la ética del trabajo bien hecho en estos días?, ¿cómo inculcar el valor de la paciencia y de la experiencia en generaciones formadas en el “ahorismo”?
Para el sociólogo y filósofo polaco Zygmunt Bauman, el tiempo insustancial e instantáneo del mundo líquido actual es, asimismo, un tiempo sin consecuencias. Señala que, a diferencia de los tiempos de convicciones y compromisos sólidos, la modernidad “líquida” es “una época de descompromiso, elusividad, huida fácil y persecución sin esperanzas” (Bauman, 2000).
Así, sin compromiso ni responsabilidad, los “chasquillas” se deslizan superficialmente por la vida, porque para alcanzar profundidad y dominio del oficio se requiere de tiempo y empeño.
Para Bauman, hasta hace poco, la memoria del pasado y la confianza en el futuro habían sido los pilares sobre los cuales se apoyaban “los puentes morales” tendidos entre lo transitorio y lo duradero, entre la mortalidad humana y la inmortalidad de los logros humanos, así como también entre la asunción de la responsabilidad y la elección por vivir el momento.
Pero en la época de la instantaneidad se busca la gratificación evitando las consecuencias, en especial las responsabilidades que dichas consecuencias pueden involucrar. En tal contexto, las acciones hechas o palabras dichas en el pasado pierden todo valor entre quienes optan por vivir en el “ahorismo”, en ese tiempo puntillista sin continuidad que borra todo en la medida en que se transforma en pasado.
Por esta razón, allí donde alguien con convicciones mínimamente sólidas ve contradicción, el “ahorista” no ve nada, pues sus “convicciones” son febles, escurridizas, líquidas y en constante fluidez. De ahí que el “ahorismo” sea probablemente uno de los grandes problemas de nuestros días y del que la política no se ha librado. Está encarnado en buena parte de la generación que nos gobierna, la que desde un primer momento ha desconocido y desvalorizado la historia y la experiencia, careciendo, asimismo, de una visión responsable de futuro.
Al devaluar el pasado y el futuro, para el “ahorista” no hay aprendizaje verdadero ni proyecto realista, simplemente porque carece del aplomo del que realmente sabe lo que hace.
Si la falta de oficio del “chasquilla” puede parecer hasta graciosa, en el ejercicio de la función pública resulta inaceptable. Quizá nunca fue tan sincero el diputado Boric como cuando señaló que no tenía la experiencia necesaria para gobernar.
Desde el episodio con el rey de España, el día en que asumió la presidencia del país, hasta la maraña en la que está enredado el Gobierno en estos días, han sido muchos los desaciertos que le dan la razón al entonces parlamentario. Por ahora, parece que solo queda el presentismo, la improvisación, la pantomima y la retórica para seguir haciendo política con un alambrito.
Jacqueline Dussaillant Christie
Doctora en Historia, investigadora Faro UDD
Doctora en Historia, investigadora Faro UDD