Una de las ideas es que la calidad del profesor depende, en buena medida, de su formación pedagógica. Los buenos profesores serían los buenos egresados de los mejores programas de formación docente. Si ello es cierto —la realidad no siempre es reflejo de este pensamiento—, la responsabilidad mayor la tendrían las universidades que ofrecen programas de Pedagogía. La pregunta aquí es entonces acerca de cómo se está enseñando a ser docente en Chile. Esa pregunta no parece que se esté haciendo y más bien parece que se parte de la base, al contrario, de que tenemos enseñanzas pedagógicas de excelencia y el problema son los malos alumnos. En los hechos, tanto en cantidad como en nivel de competencias las pedagogías se están quedando sin alumnos. Esta crisis de la matrícula es un problema económico para las universidades y un problema social para un país que necesita profesores y profesores de calidad.
La ley, con el espíritu de mejorar la calidad del egresado, estableció un puntaje mínimo de ingreso que debe ir en aumento gradualmente. La relación entre mejores competencias de ingreso y mejor calidad en el egreso no es lineal, pero pocas cosas en educación son lineales y las políticas están llenas de preguntas, de supuestos y de apuestas. La tarea de atraer mejores alumnos a las carreras pedagógicas está, con todo, pendiente, y también los desafíos de cómo formar buenos profesores, ya que hoy más que nunca es necesario intentar resolver previamente la pregunta de qué es un buen maestro. (El Mercurio)