El apoyo inconmovible que un porcentaje considerable de los encuestados en diversos estudios de opinión pública brinda al Presidente Gabriel Boric -variando entre 25 y 30%, aunque con tendencia a situarse en la parte alta de este rango-, se ha constituido en uno de los fenómenos políticos más llamativos del último tiempo. Para sus adversarios es todo un acertijo. Enfrentados a situaciones de crisis de similar calibre a las que ha afrontado el joven gobernante, sus antecesores Sebastián Piñera y Michelle Bachelet perdieron rápidamente el apoyo ciudadano del que gozaron en sus mejores momentos -sobre el 50%-, desplomándose por debajo del 20% durante largos periodos de sus mandatos.
No resulta fácil comprender cómo es que el joven gobernante logra sortear los graves episodios que se suscitan en el seno del gobierno, que no han sido pocos, sin que se produzca la fuerte erosión que la aprobación del público experimenta en tales casos. Dilucidar el acertijo reviste interés, sobre todo porque se trata de una realidad política inusitada que podría replicarse en el futuro.
¿Qué es lo hace que el Presidente Boric siga gozando de la favorabilidad de un poco menos del tercio de la ciudadanía -ha habido momentos que ha superado ese umbral- mientras que en su gobierno se repiten los desaciertos y hasta las chambonadas, y apenas se anota logros resonantes por los que podría destacarse?
Todo indica que se está en presencia de un inédito sesgo etario que favorece abiertamente al Mandatario. En efecto, una significativa proporción de jóvenes parece apoyarlo incondicionalmente, con independencia de los yerros y desprolijidades -ese “universo de anticualidades”, en palabras de Ascanio Cavallo– que se suceden a vista y paciencia del respetable público. Sería, además, un sesgo de género, esto es, un apoyo mayor de mujeres jóvenes que de hombres jóvenes.
Más allá de la inexperiencia y hasta amateurismo presidencial -fue el sello de la infausta conferencia de prensa de 53 minutos hace unas semanas-, a esos grupos de millenials Boric los representa como ningún otro político lo hace en el país. Nadie como él comparte sus experiencias vitales, sus inquietudes generacionales, su desafección con la modernización capitalista y con los gobiernos de la Concertación, incluso sus modas y modismos, mientras goza de un poder del todo inusual en esa más bien temprana etapa del desarrollo de la vida laboral. En cuanto virtud representacional y concentración de poder, para esos millennials el Presidente Boric deviene en figura reverencial. Incluso si comete errores y contradice lo que apenas ayer -políticamente hablando- afirmó convencido, no tiene mayor importancia. Lo siguen apoyando sin reservas, bien digo, reverencialmente.
En consecuencia, lo que vemos es la gestación de una inédita brecha generacional que cruza la política por primera vez en nuestra historia. Como nunca ha ocurrido antes, la edad estaría determinando la preferencia política en sectores cuantitativamente relevantes de la sociedad. El Presidente Boric es el primer Mandatario en beneficiarse de este sesgo generacional. Pero el fenómeno tiene una naturaleza dinámica que podría estar a punto de cambiar significativamente las cosas. Boric y los de su generación fueron los últimos en beneficiarse del crecimiento y la riqueza producida ininterrumpidamente durante 25 años desde la recuperación de la democracia en 1990. La generación Z, que viene en la fila detrás de ellos, no tendrá la misma fortuna. En particular, los jóvenes nacidos en los primeros años de este siglo son parte, a su vez, de la primera generación que sufre en carne propia el estancamiento económico del que no poca responsabilidad cabe a los jóvenes líderes políticos de la última década.
No será fácil extender la reverencia presidencial que actualmente profesan los millennials a la generación que los sigue, que ya enfrenta los rigores del país sumido en la trampa de los países de ingresos medios. Es un hecho que la generación de los treinta puntos dará lugar a una que será -hay indicios que ya lo es- menos incondicional a la figura de Gabriel Boric y, quizás, hasta indiferente a su liderazgo político. Más temprano que tarde la generación Z, golpeada por el estancamiento económico y la inseguridad ciudadana, emprenderá su propia travesía distanciándose de los rumbos inciertos por los que ha transitado el Frente Amplio por más de una década con el Presidente Boric a la cabeza. (El Líbero)
Claudio Hohmann