La guinda de la torta-Michelle Labbé

La guinda de la torta-Michelle Labbé

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Muchos de ustedes habrán escuchado de la Ley de Murphy, que a grandes rasgos dice que si algo malo puede pasar, entonces sucederá. Las sensaciones de profundo pesimismo, o duro pragmatismo – según como se le mire -, que inspiraron estos pensamientos, son los que se nos cruzan a muchos de los chilenos en estos días.

El levantamiento social del 18 de octubre dejó asombrosas repercusiones sobre el actuar de muchos, donde una parte de un pueblo civilizado se convirtió en una jaula de monos – con el perdón a los monos -, donde el juego consiste en crear caos a través de la destrucción y vandalización de todo lo que se les cruza por delante, sin medir consecuencias, ni sentir la más mínima empatía por los que sufren con esta situación, lo que por cierto los convierte por definición psiquiátrica, en antisociales.

Los eventos ocurridos posteriormente confirman lo anterior, la funa de la PSU, terminó con algunos alumnos que querían rendir la prueba en paz y sin afectar a nadie, intentándola rendir en varias ocasiones, por partes, y con caos y violencia en las afueras de los recintos donde se estaba tomando la misma; la funa del fútbol, evento deportivo donde nadie es obligado a jugar ni a asistir al estadios, terminó este fin de semana recién pasado con hinchas provocando graves hechos de violencia que generaron no sólo la suspensión del clásico de la Universidad Católica con Colo Colo, sino que además con un jugador con heridas en las piernas y trauma acústico en la cancha.

Todo lo anterior ha generado consecuencias económicas graves, desempleo en aumento y bajos niveles crecimiento económico, lo que ya empezó a repercutir negativamente en los ingresos de cada uno de los chilenos.

Quedan pocos días de febrero y nos acercamos inexorablemente a marzo, donde no sólo nos veremos apremiados por el inicio de clases de los estudiantes, los incrementos en el tráfico de pasajeros que genera muchos tacos y tensión, y el pago de cuentas del colegio, uniformes, útiles escolares, para seguir con los seguros obligatorios, permisos de circulación y contribuciones.

Este año, además, tememos por la vuelta de los paros y protestas, que dados los acontecimientos del verano, podrían volver en todo su esplendor de violencia y caos en las calles. En efecto, ya hay un llamado a la Huelga General Feminista para el 8 y 9 de marzo, donde la CUT, ANEF y Mesa Social ya han anunciado que se adhieren al paro.

La guinda de la torta es, sin embargo, es el Covid-19, conocido mundialmente como coronavirus.

El coronavirus tiene – a la fecha que escribo esta columna – más de 72 mil infectados, que han provocado casi 1800 muertos. Cifras muy superiores a las del SARS que en 2003 afectaron a más de 8.000 personas y matando a 774.

El virus se expande por el mundo, habiéndose ya reconocido que se contagia por vía oral, persona a persona, lo que implica que, para evitar mayores niveles de contagio, las autoridades han optado por clausurar las ciudades y solicitar a los ciudadanos evitar el contacto con otros ciudadanos. El miedo al contagio ha generado que la gente evita los medios de transporte públicos, e ir a los trabajos.

Para nosotros, los chilenos, las consecuencias del coronavirus pueden ser bastante similares a las del levantamiento del 18 de octubre y sus coletazos. La tasa de “contagio” es bastante alta, generando no sólo la muerte de inocentes, sino que también el sufrimiento económico y social de gran parte de la población. Al igual que en los llamados a paro, protesta o marchas, podríamos terminar encerrados en nuestras casas sin poder ir a trabajar, y por tanto, sin generar ingresos ni consumir, generando nuevos colapsos en las empresas especialmente las micro, pequeñas y medianas empresas, que no cuentan con la espalda financiera para aguantar otro chaparrón.

O sea… cuando pensamos que ya nada más malo podría pasarnos, un virus global podría acercarse a nuestras costas y contagiarnos una pulmonía que podría terminar colapsando nuestra ya sufrida economía y agotando nuestra ya cansada paciencia.

Pero, aunque no lo crean, el coronavirus es más benévolo que la epidemia de violencia y vandalismo que se apoderó de nuestro país. El coronavirus tiene un ciclo y después de eso se acaba, además de que probablemente en un plazo más corto que largo, tendremos una vacuna contra el mismo. El contagio del vandalismo y violencia no tiene cura; y la epidemia del mismo no tiene para cuando terminar si no somos capaces de tomar el toro por las astas. (El Líbero)

Michelle Labbé

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