“Otra cosa es con guitarra” se ha usado intensamente para referirse a las contradicciones en las cuales ha caído la principal coalición ahora que les toca ser gobierno. De promover retiros a coincidir con los argumentos pasados de que ellos perjudican las pensiones y generan inflación. De decir que el pase de movilidad y sus impulsores eran criminales -como dijo el subsecretario Cuadrado- a reconocer el exitoso manejo de la pandemia y hacer una pésima gestión de la comunicación de riesgo y ralentizar la vacunación. De votar en contra de todos los proyectos de ley en seguridad, a sostener que serían “unos perros” contra la delincuencia, hacer una mesa de seguridad para aprobar nuevas herramientas de combate al crimen, para luego indultar la violencia octubrista diciendo que no eran jóvenes delincuentes.
Los principales líderes de Apruebo Dignidad hoy en el gobierno fueron los más brutales críticos de cualquier error cometido o de políticas que no compartían, y hoy les toca hacerse cargo de esos mismos problemas, con escaso éxito. Una cosa es ver el partido de fútbol desde la grada, otra es estar en la cancha.
Pero hay dos aproximaciones que usaron y hoy los persiguen.
La primera era suponer que bastaba con la mera voluntad política para resolver todos y cada uno de los problemas. De allí que se inflamaban con discursos -y mensajes en Twitter, claro- sobre la inmoralidad de los hechos, y que estos no eran solucionados por cierto desdén y desprecio de las autoridades de turno. Hoy se dan cuenta que eso de “las palabras construyen realidades” no funciona en el ámbito de la gestión, porque no basta con decir, sino que se debe actuar, planificar, dirigir, tomar decisiones, hacerse responsable.
La segunda se sigue de la anterior. Esas habilidades de gestión eran miradas con absoluto recelo, puesto que eran del ámbito gerencial o tecnocrático, de la caricatura de ese mundo privado donde solo se abusa, nada se crea y todo es heredado, y rentista. Y en vez de poner en los cargos de gestión y administración de servicios -como son las subsecretarías- a personas con experiencia en el Estado o mundo privado, se escogieron en una amplia proporción a quienes eran sus compañeros de campañas y gestiones universitarias, evitando inicialmente cualquier dejo de los “30 años”. En ningún caso se puede sostener que esas personas no hayan tenido una preparación profesional suficiente, y que muchos son excelentes en lo académico y en lo humano, pero faltaba la experiencia de trabajo en circunstancias extremadamente complejas, bajo alta presión y con el viento en contra.
Faltaron burócratas. Y uso el término en el sentido que le diera Max Weber: funcionarios del aparato estatal que hacen que las cosas pasen, gente que conozca el Estado y sus reglas para ejecutar las medidas. Porque las decisiones del Estado deben ser asesoradas y llevadas a cabo. No bastan las buenas intenciones, pues ya sabemos qué camino pavimentan.
El próximo paso es que esos burócratas puedan tocar la guitarra. (La Tercera)
Jaime Bellolio