La hora más oscura del Presidente Boric

La hora más oscura del Presidente Boric

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El oficialismo está recurriendo a toda clase de eufemismos para criticar al presidente, sin acusarlo derechamente de ocultar información. Se habla de “un mal manejo” y de “errores iniciales”. El senador Lagos pidió un mea culpa por las “desprolijidades”.

  • Sin embargo, la pregunta clave -que está en la mente de todos y que ningún personero oficialista se atreve a formular- es la siguiente: ¿Por qué el gobierno permitiría que un funcionario involucrado en un caso tan escabroso se mantuviera activo y con margen de maniobra? ¿No implicaba acaso este “permiso” un reconocimiento implícito de la posibilidad de influir en la narrativa o incluso en la víctima?
  • A estas alturas hay indicios claros que el presidente, junto a su jefe de Gabinete y al jefe de Asesores optaron conscientemente por mantener en reserva los antecedentes, con la esperanza de que Monsalve pudiera disuadir a la víctima de abandonar la denuncia. Es decir, que hubo decisiones políticas que favorecieron a Monsalve y comprometieron la transparencia del gobierno.
  • Sabemos que funcionarias de la subsecretaría, compañeras de trabajo, tomaron contacto reiterado con la víctima en un tono amenazante para que se arrepintiera de denunciar.
  • Que el presidente no compartió con la ministra del Interior todo lo que sabía, ni le informó de sus reuniones con Duran y Crispi, donde se tomaron decisiones estratégicas.
  • Carolina Tohá, que en un principio fue sindicada como la responsable del “mal manejo” de la crisis y cuya renuncia se pidió a gritos, podría haber sido “víctima” de la desinformación, al igual que otras mujeres del gabinete, como Orellana, Jara y Vallejo.

Ninguna indignación moral de Boric. El presidente prefirió tener una conversación a solas con Monsalve, sin testigos, entre hombres (¿machismo?), excluyendo a sus ministras mujeres; lo que resulta muy extraño, ya que, después de todo, se trataba de un asunto de violencia de género.

  • Como lo dice el propio presidente en su declaración judicial, ya la ministra Tohá le había informado de que había una “denuncia por abuso sexual y violación”.
  • Boric en su declaración no manifiesta ningún sentimiento de indignación moral ni de reproche hacia Monsalve. Al contrario, le dice que su continuidad en el cargo sería incompatible con la denuncia y la investigación.
  • En la declaración judicial del presidente se observa que tuvo una actitud sorprendentemente poco incisiva frente al relato de Monsalve, casi una falta de interés, de diligencia al no indagar más a fondo, exigir la verdad y cuestionar la versión fantasiosa y delirante que éste le ofrecía.
  • Versión que ha resultado, como era de esperar, desmentida por las evidencias exhibidas durante la audiencia de formalización, dejando al mandatario en una posición, por decir lo menos, de aparente ingenuidad.

Las dos hipótesis. ¿Cómo justificar que aceptara sin cuestionamientos la evasiva del “no recuerdo nada”? Aquí surgen dos hipótesis:

  • 1.- Boric actuó con genuina ingenuidad, confiando ciegamente en su subsecretario en lugar de confrontarlo con la gravedad de las acusaciones. Si este es el caso muestra una falta de liderazgo y de instinto político alarmante en momentos de crisis.
  • 2.– Prefirió eludir el conflicto, evitar tomar medidas drásticas antes de que el escándalo se hiciera público y darle tiempo a Monsalve para “arreglar” la situación con la víctima.
  • Lo que explica que tras conocer los hechos y escuchar de boca del subsecretario una explicación absurda, donde dice no acordarse de nada e insinúa que podría haber sido víctima de un chantaje y haber sido drogado, el presidente le sugiere que viaje al sur para hablar con su familia y lo mantiene en el cargo.
  • Permitiéndole, además, ir al Congreso dos días después a defender la ley de presupuesto.
  • No hay que olvidar que la salida del subsecretario solo se produjo cuando La Segunda publicó en su primera plana que el gobierno pretendía “pasar piola” hasta las elecciones.
  • Esto no puede explicarse como un “mal manejo” o “inconsistencia”. Estamos frente a una decisión política de ocultamiento deliberado, reminiscente del escándalo Watergate, que acabó con Richard Nixon.
  • Boric, lejos de actuar con la transparencia que prometió como emblema de su administración, optó por cerrar filas con el círculo de confianza para ganar tiempo, controlar la narrativa y minimizar el impacto político, evaluando las consecuencias de que la noticia explotara a pocos días de las elecciones municipales.

Esto no se resuelve con un cambio de gabinete. El drama desde el punto de vista del gobierno y sus partidarios es que en este caso es el presidente el que se equivocó, el que tomó malas decisiones, el que no supo aquilatar la gravedad de lo que estaba sucediendo.

  • Esto no se resuelve con un cambio de gabinete. El terremoto ya se produjo y ahora solo queda asumir los costos políticos y personales y hacer el control de daños, en la medida de lo posible.
  • El problema radica en la naturaleza del “error”, su dimensión ética que va más allá de una simple equivocación política. Que toca el núcleo de las expectativas que sus partidarios tienen sobre su liderazgo, especialmente porque Boric llegó al poder con un discurso de ética irreprochable, transparencia y apego a los principios.
  • ¿Qué puede ser más corrosivo, por ejemplo, para un gobierno que se dice feminista que se margine a las ministras mujeres de la toma de decisiones en un caso como este?
  • El descontento que surge entre sus propios partidarios no radica únicamente en el acto en sí, sino en la contradicción entre el discurso y la acción. Cuando un gobierno se equivoca y, además muestra cero capacidad de asumir sus errores, viene la desilusión, cunde el desánimo, la apatía e incluso el distanciamiento.
  • En un contexto de polarización con una oposición activa, en medio de un ciclo electoral, los fallos éticos se convierten en municiones para los adversarios, que solo hace un mes estaban bajo fuego graneado, castigados por la locuacidad cotidiana del mandatario en el caso Hermosilla. El mismo que hoy guarda absoluto silencio.
  • El control de daños requiere más que gestos y discursos. Acciones concretas de autocrítica y rectificación.
  • Lamentablemente, digámoslo sin anestesia, el presidente nunca va a reconocer que intentó postergar lo más posible el estallido de la “bomba” Monsalve; ocultando información a ministros del comité político, y manteniéndolo en el cargo hasta que la situación se le escapó de las manos, cuando los medios expusieron la verdad. (Ex Ante)

Jorge Schaulsohn