Muchos se preguntan hoy por el centro político. Plural organiza un seminario sobre el tema preguntándose: “¿Hay espacio para un centro político en Chile? ¿Dónde está el centro en la política chilena de hoy? Hacia un proyecto político de centro en Chile”. El propósito es claro: configurar una opción política de esas características.
Pareciera que el centro se hubiera esfumado, y no pocos lo extrañan. Tuvo un papel relevante en el siglo XX gracias al Partido Radical (PR) y luego a la DC. Se ha afirmado que el PR articulaba el espectro político con su actitud pragmática, mientras que la DC, con la idea del camino propio, tendía a polarizar el sistema de partidos. Hoy el espacio político de centro se ha licuado.
Las encuestas reflejan que las personas que se definen de centro no alcanzan al 12%, mientras que las que se consideran de izquierda llegan al 30% y de derecha al 25%, y los independientes oscilan entre un 35 y un 45%. La posición de centro es claramente minoritaria; alguien podría argumentar que los independientes deben sumarse a esa definición, pero me parece una aseveración forzada. Por algo se definen como independientes incluso respecto del centro: más bien se trata de un conjunto de personas que emiten su voto según la apreciación que tengan de las candidaturas en cada comicio; no por una postura doctrinaria previa. Tampoco es correcto asimilar centro con clases medias, que han tenido un notable incremento en las últimas décadas.
Es probable -como sostiene Norberto Bobbio en su clásico opúsculo “Derecha eIzquierda“- que el espectro político actual todavía pueda ser ubicado dentro de ese parámetro, siempre que ambos polos sean considerados en plural: hay una izquierda moderada y otra radical, y lo mismo se puede afirmar de la derecha. Las posiciones radicales suelen ser más autoritarias, por la impaciencia en alcanzar los objetivos que postulan. Según Bobbio, lo que diferencia a las opciones derecha e izquierda es el principio de igualdad, y entre radicales y moderados, la libertad.
Actualmente el centro político no se define en forma autónoma. Es más bien un espacio en permanente disputa entre la izquierda moderada y la derecha también moderada, podríamos decir, entre la DC y la socialdemocracia, por una parte, y los liberales y conservadores “compasivos”, por otra. Como lo revela la reciente elección inglesa -haciendo abstracción del éxito del nacionalismo escocés-, el éxito se define en el centro.
Entre nosotros el progresismo y el conservantismo liberal se pelean el voto independiente, y dentro de cada sector hay corrientes más moderadas y otras más radicales que compiten permanentemente. El centro se parece más a una cancha de fútbol o a un ring de boxeo que a una fuerza política. Hay un centro más cercano a la izquierda y un centro que tiende hacia la derecha y otro que Bobbio llama irreductible, que siempre es más bien reducido.
Es verdad que la próxima elección parlamentaria con el nuevo sistema proporcional puede cambiar el cuadro político, pero me resulta difícil imaginar que se produzca un verdadero big bang de los partidos que permita la emergencia de una nueva fuerza centrista capaz de atraer hacia sí -como en el sistema solar- al resto de los partidos. Más bien podría surgir un pequeño partido de centro que aspirara a ser bisagra entre la derecha y la izquierda moderadas; pero esa función articuladora es más fácil de cumplir en un régimen parlamentario que en uno de tipo presidencial.
El esfuerzo a que convoca Plural parece orientarse hacia un proyecto de centro incluyente, que integre elementos o sectores de izquierda y de derecha. Este tipo de alternativas suele surgir en épocas de crisis, y en nuestro continente ha dado origen a fenómenos populistas. Perón decía que la política es como el violín: se toma con la izquierda, pero se toca con la derecha. No sabemos cómo evolucionará el cuadro político actual, pero la historia muestra la permanencia de ciertas constantes culturales y políticas sorprendentes, capaces de subsistir más allá de cataclismos como la dictadura militar.