La ministra Camila Vallejo ha calificado el período de los primeros cien días del gobierno que integra como ‘bastante positivo’.
El lector queda perplejo, porque ha sido testigo de los errores, claudicaciones y torpezas en que han incurrido, de palabra, obra y omisión, los principales agentes gubernamentales, desde el Presidente para abajo. La lista es tan larga y grotesca que la evaluación pública del Gobierno es justamente la contraria: muy negativa.
Pero, por otra parte, no se escapa de la consideración de cada ciudadano que no habrá ministro alguno que pueda reconocer algo así como que ‘hemos sido un desastre, no tenemos las capacidades para gobernar, vamos a la deriva’. Menos podría hacerlo el ministro encargado de las comunicaciones. Y, entonces, el lector se consuela y abandona el análisis, después de formularse una obvia conclusión: ‘¿y qué otra cosa iba a decir la ministra?’.
Malo. Malo no indagar en las claves de fondo que subyacen a esa evaluación positiva que Vallejo ha formulado.
Porque sí, porque es lógico que ella no iba a reconocer todos y cada uno de los numerosos desaciertos, ¿pero no tendrá de verdad buenas razones para pensar que su gobierno va muy bien, que estos cien días han sido muy positivos?
Sí, las tiene.
Ante todo, nada más positivo que haber accedido al poder. En la lógica comunista, el poder es la fuerza transformadora, el impulso que convierte a la ideología en praxis, el instrumento que hace posible la victoria tan anhelada. Tanto tiempo buscándolo y ahora, ahí está, en sus manos, para darle la vuelta a los planteamientos de Lord Acton y comprobar que el poder vence, y que el poder absoluto vence absolutamente. La victoria es por ahora solo parcial, como lo fue la de hace 50 años, con Allende, porque solo el poder absoluto vence absolutamente.
Y no se trata, por supuesto, de una entelequia de la ciencia política, no se trata de una cosa etérea llamada poder, sino de unos seres concretos: los poderosos. En efecto, los comunistas son ahora mucho más poderosos que hace 100 días. ¿Cuántos cientos —o miles— han ingresado al aparato estatal? ¿Cuántos cientos —o miles— toman ahora decisiones mediante las que ejercen ese poder basal, oculto, vencedor? Cualquiera que conozca la cifra y que tenga, además, la capacidad de hacerla crecer en los próximos meses, diría que es ‘bastante positivo’ lo que está sucediendo. Los comunistas entienden como nadie de correlación de fuerzas, y saben cómo se puede mejorar en su propio beneficio esa ecuación, precisamente desde el aparato estatal. Y han venido preparando a sus cuadros por décadas para esas tareas. Su presencia en Bachelet II fue un ensayo con público.
Pero no se trata solo de poder y de poderosos. Se trata, además, de dinero. Disponer de la billetera fiscal es también ‘bastante positivo’. Desde esa plataforma, a corto plazo, se pueden hacer tantas cosas. La propia Vallejo nos da luces sobre la plata que va a correr en los próximos 60 días, cuando afirma que el Gobierno tiene ‘el deber de hacer una campaña de voto informado’ y que lo van a estar ‘promoviendo con todo lo que esté a nuestro alcance’. Ya se han visto suficientes actitudes del PC, como para pensar que los comunistas desde el Gobierno van a impulsar una campaña meramente informativa. Es la madre de todas las batallas, es el proyecto constitucional de Barraza; no es la casa de todos, pero habrá que tirar la casa por la ventana.
Disponer de los recursos económicos para intentar la difícil victoria del Apruebo es también ‘bastante positivo’, ¿no?
Poder, poderosos y dinero: todo eso junto y a disposición del Partido Comunista. Imposible que Vallejo pueda no encontrarlo muy positivo. (El Mercurio)
Gonzalo Rojas