La NM, apenas un one-hit wonder-Roberto Munita

La NM, apenas un one-hit wonder-Roberto Munita

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En jerga musical se le llama one-hit wonder a aquellas bandas o solistas que han alcanzado estrepitosa fama gracias a un solo tema, probablemente bastante pegajoso, pero único en sus carreras. En el fondo, se trata de artistas que no lograron consolidarse en el tiempo ni capitalizar el éxito alcanzado, demostrando que fueron producto más bien del marketing y de un innegable sentido de oportunidad, antes que de esfuerzo intelectual y capacidad creativa. Y si bien algunos one-hit wonders han logrado mantenerse en la memoria —como Los Del Río, autores de la saturada Macarena—, otros terminan en el cajón de los olvidos… ¿O alguien recuerda, sin googlear, a quienes popularizaron en su momento El tractor amarillo?

Con las coaliciones políticas fugaces pasa más o menos lo mismo. Ya está plenamente ensayado que la Concertación fue un bloque que le dio estabilidad al país, y hay pruebas suficientes para sostener que será uno de los referentes culturales del futuro gobierno de Sebastián Piñera. Pero la Nueva Mayoría, su hijo espurio, pasará a la historia apenas como un one-hit wonder, que llegó al poder únicamente gracias al encanto de su líder, la Presidenta Michelle Bachelet, pero que en su corta vida no hizo más que pulverizar dicho capital heredado a velocidades insospechadas.

Es más, ni siquiera podemos estar seguros si en el futuro este pacto será recordado de cuando en vez, como Los Del Río, o si pasará completamente al olvido, como Zapato Veloz (sí, justamente la banda que hizo famoso El tractor amarillo). Es probable que sigamos hablando de la retroexcavadora, de los patines o del terremoto que desató el proyecto Dominga, pero es más probable aún que la Nueva Mayoría termine siendo un conglomerado totalmente intrascendente para los anales de la historia política.

Las coaliciones —no sólo las políticas— son mucho más que un cúmulo de personas e instituciones. Como explica John Kotter, en una teoría pensada para los negocios, pero de la cual también se pueden sacar valiosas lecciones políticas, las organizaciones nacen para dar cabida a un proyecto común, en base a historias y valores compartidos. ¿Qué idea en común tuvo, desde el origen, la Nueva Mayoría? ¿Qué valor compartido podría caber entre la Democracia Cristiana y el Partido Comunista? Algunos dirán que este bloque nació como una instancia meramente electoral y no como un conglomerado programático. Pero dicha explicación es tan insuficiente como ingenua; los pactos instrumentales se acaban cuando se ganan las elecciones. De ahí para adelante, nace una coalición política. O al menos un intento de ella.

El 11 de marzo ingresará a La Moneda una nueva coalición, bajo el liderazgo de Sebastián Piñera. Ese día comienza el desafío de evitar que Chile Vamos se convierta en un nuevo one-hit wonder. Sobre los hombros del Presidente electo recae una oportunidad única, fundacional, pero no por ello utópica o quijotesca: Chile Vamos tiene la capacidad de otorgarle al país dos o tres gobiernos de centroderecha que permitan llevar a cabo tareas y proyectos que trascienden un corto período de cuatro años. La historia de Chile Vamos ya empezó a escribirse y en tres años de vida ha tenido buena audiencia; pero aún está lejos de ser Led Zeppelin o Pink Floyd. Las grandes bandas, aquellas que forman parte de nuestro inconsciente colectivo y que trascienden las generaciones, no se hacen de la noche a la mañana. Son, por el contrario, proyectos de largo plazo. Y es necesario que quienes asumirán cargos de poder en marzo lo tengan claro desde ya. El resto es música. (El Líbero)

Roberto Munita, abogado, magister en Sociología y en Gestión Política, George Washington University

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