La nueva radicalidad

La nueva radicalidad

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Es la cara visible de esa fuerza emergente que hoy amenaza al duopolio; la líder sorpresiva de una voluntad de cambio que instaló al Frente Amplio como un tercer actor del escenario político. Periodista destacada, mujer aguerrida, aunque no carente de ángel, irrumpió casi de la nada para, en pocas semanas, generar incluso la expectativa de su paso a la segunda vuelta. Así, en el momento preciso, Beatriz Sánchez vino a remover el suelo de una contienda electoral ya de por sí incierta, confirmando que las placas tectónicas de nuestro sistema político se encuentran en pleno desplazamiento.

Las encuestas la proyectan como la más probable candidata del Frente Amplio, un referente que llegó para encarnar el quiebre definitivo de un conjunto de actores de izquierda con el desfalleciente oficialismo. Críticos a lo hecho (y lo no hecho) por el actual gobierno, lograron instalarse ya como un actor imprescindible, sumando otro elemento disruptivo a las tensiones y debilidades que en la actualidad recorren la Nueva Mayoría.

De algún modo, Beatriz Sánchez representa el rostro amable de este complejo proceso, una profesional joven, de convicciones firmes, que ha logrado convocar y movilizar a un importante segmento de los desencantados con el actual estado de cosas. Sin necesitar de grandes precisiones en materia programática, su acierto es haber conseguido ponerles nombre y carisma a los anhelos de cambio que hoy se agitan en un sector profundamente crítico del Chile actual, en especial, en el mundo juvenil y universitario.

En la primaria de su sector, deberá competir el próximo domingo con Alberto Mayol, sociólogo que en los últimos años se ha convertido en un referente intelectual de la crítica al ‘modelo’. No sin tensiones, ambos han logrado articular una buena dupla, donde la claridad estratégica se combina con cierta ductilidad táctica, y donde la densidad ideológica convive con algo de espontaneidad. Pero a diferencia de Mayol, Beatriz Sánchez ha sabido mostrar un perfil más afable y abarcador, buscando atraer al votante natural de la centroizquierda y no cerrando de plano las opciones de convergencia en un escenario futuro.

Casi con seguridad, a partir de la próxima semana será ella quien tenga que asumir el desafío de dar consistencia a un proyecto en ciernes, a este hijo descarriado del desencanto y de las utopías amorfas que recorren a buena parte de la izquierda. Una tarea titánica, que más temprano que tarde deberá encontrarse con algunos de los imperativos del realismo, para tratar de dar continuidad a su sueño y, sobre todo, para encontrar un lugar permanente en el Chile que vendrá una vez terminado el proceso electoral. (La Tercera)

Max Colodro

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