Si solo de dinero se tratara, con la información disponible podríamos decir que el caso Penta involucra menos dinero que otros como Chispas, La Polar o Cascadas. Sin embargo, su envergadura es colosal, compromete la vida completa de nuestra sociedad con su onda expansiva.
Entre acusaciones mutuas y la recurrencia a confesiones como estrategia de defensa, quedó a la vista de todos una maraña de irregularidades con alcances de una magnitud que aún no sabemos dónde termina. Facturas y trabajos falsos en la política, posible tráfico de influencias, funcionarios corrompidos, intermediarios de corrupción, ejecutivos, empresas contables, empresarios, etc.
La onda expansiva ha golpeado en la cara a la UDI. Es impresionante como, al optar por confesiones, el grupo empresarial más reconocidamente ligado a ella, a su pensamiento, a su proyecto, optó por desarroparla para aminorar impactos sobre sí mismos. Pero si bien el efecto en la UDI es devastador, no se detiene en ella. Pega a toda la derecha, la inmoviliza y le resta aún más credibilidad. Pero no nos engañemos, golpea completa a la actividad política cuando acusados y la calle dicen “todos hacen lo mismo”. Los casos Chipas y La Polar no afectaban a la política, más bien la alentaban a denunciarlos; pero éste es diferente.
Por eso ha sido sabio el gobierno al tomar distancia del caso y dejarlo en manos de la justicia. Así como también al plantear con urgencia un sistema de financiamiento de la política que la proteja mejor de prácticas viciadas.
Pero sospecho que nos estamos quedando cortos.
Aparecen al desnudo carencias éticas en el desenvolvimiento de toda nuestra sociedad y es injusto cargar la mano sólo a los políticos. Es por cierto el financiamiento a políticos y las interrogantes de cómo condicionaba esto la actividad del elegido, pero es también corrupción en el sector público, “intermediarios” privados para conseguir clientes a los anteriores, ejecutivos que a sabiendas pagaban facturas y otros por servicios no prestados; se mencionan ahora adulteraciones de instrumentos financieros, “forwards” como medio de desviar recursos y rebajar impuestos, y se develan evasiones tributarias casi compulsivas en quienes no arriesgan la miseria si pagan.
Se desconocen los límites de la onda expansiva. ¿Cuánta corrupción más hay en el Estado? ¿Cuál es la situación de otros políticos? ¿Esos “intermediarios” que aspiran a una mejor vida, tienen otros clientes? Si son reales prácticas confesas como los falsos forwards, ¿no tienen derecho a pensar el SII y la Fiscalía que este servicio ha podido ser ofrecido a otros clientes por la misma u otras empresas contables? ¿Cómo reaccionan los gremios empresariales ante lo que son confesiones y no acusaciones aún no probadas?
Nos hemos sentido orgullosos de ser un país con baja corrupción, pero estamos recibiendo advertencias éticas de que eso debe cuidarse para que perdure. Como en el “Informe de Ciegos” de Sábato, una realidad oscura parece bullir bajo las plantas de nuestros pies. Siendo así las cosas, nadie puede ser indiferente al problema y a su solución. (La Tercera)