La partida de Burgos- Sergio Muñoz

La partida de Burgos- Sergio Muñoz

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Nada fue sencillo para Jorge Burgos en los 13 meses que ejerció el cargo de ministro del Interior. De partida, tuvo que hacerse cargo de los estragos de la primera etapa del gobierno, lo que ya era bastante, y tratar de estabilizar el barco junto al ministro Valdés. Pero todo fue demasiado difícil porque las reformas ya provocaban un rechazo mayoritario y la desaprobación a la Mandataria era más o menos la misma de hoy. Se requería una corrección de fondo, pero la Presidenta lanzó el eslogan deslumbrante -“realismo sin renuncia”-, con el que demostró que su prioridad era que los grupos que expresaban el espíritu revolucionario se sintieran cómodos. En realidad, ese ha sido el eje de sus decisiones, convencida al parecer de que debe atender al 25% que la apoya, y olvidarse del resto.

Burgos gastó muchas energías para tratar de articular una mirada compartida en el equipo político, y luego, muchas también para disimular las diferencias. Lo más complejo fue, probablemente, equilibrar el sentido de lealtad hacia la Mandataria con su alto concepto de la responsabilidad política. Burgos sabía que él era “demasiado concertacionista” para el gusto imperante en La Moneda.

La semana pasada, el jefe de la bancada de diputados de la DC,Fuad Chaín, dijo a los cuatro vientos: “La Nueva Mayoría se acabó”. Y agregó: “No hay acuerdo programático, no hay cohesión política. Cada uno hace lo que se le antoja; estamos en la lógica de sálvese quien pueda”.Es sólo la confirmación de que la NM no fue mucho más que un pacto de conveniencia electoral en torno al liderazgo carismático de Bachelet.

El gobierno fue lo que la Presidenta quiso que fuera. Ella escogió el camino, aceptó el diagnóstico de sus asesores, fijó las prioridades e hizo suya la deplorable descripción de Chile contenida en el Mensaje del 21 de mayo y que, supuestamente, exigía una medicina como la que su gobierno recetó. Ahí están los resultados: el programa debía iluminar el futuro, y terminó oscureciéndolo.

Los partidos oficialistas no pueden lavarse las manos por las promesas inviables, las leyes mal concebidas, las improvisaciones, etc. No pueden seguir diciendo que las dificultades han radicado en la gestión de los ministros, las carencias comunicacionales o la coordinación con el Congreso, cuando el verdadero problema ha sido el rumbo y el liderazgo.

Lo que pueda hacer el nuevo ministro del Interior dependerá de la visión de la Presidenta sobre el tiempo que queda. Pero son insoslayables las preocupaciones respecto de cómo salir del enredo constituyente, mejorar la seguridad ciudadana, dar señales que contribuyan a estabilizar la economía y asegurar la normalidad de las elecciones que vienen.

Si las corrientes de centroizquierda quieren recuperar la confianza de los ciudadanos, tendrán que distanciarse de las veleidades populistas y explicarles a los chilenos que no hay atajos hacia una sociedad más próspera y más justa. Será ardua la tarea de retomar una vía realista de progreso. Ello implica concebir un pacto distinto para gobernar. (La Tercera)

Sergio Muñoz

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