Pasadas las primarias, los actores políticos buscan nuevos posicionamientos y los analistas evalúan pérdidas y ganancias. Veamos algunas situaciones.
En el oficialismo, el núcleo duro del gobierno formado por el Frente Amplio y el Partido Comunista, emerge relativamente bien parado considerando el contexto en que enfrentó las primarias. Un desastre en la gestión del orden público, acusaciones no aclaradas de corrupción, excandidato presidencial en la cárcel, ataques a nuestra soberanía de parte de Venezuela, y pese a ello mantienen un voto duro que en principio los hizo aparecer más fuertes que el llamado Socialismo Democrático.
El Partido Socialista, cuyos líderes mostraron un lenguaje corporal derrotado y dieron explicaciones aparentemente torpes, como que el porcentaje de votos que sacaron no es inferior al de sus socios (cuando lo que importa en una primaria es quién gana y no los porcentajes); y que donde compitieron no les fue mal, igual tienen un punto en el sentido que en las próximas elecciones de concejales se medirá principalmente el voto de las listas, para después negociar los cupos de cada partido para las parlamentarias. Lo que les falta es diferenciarse más de sus socios, cuestión que apenas esbozan en materias como orden público, pero desperdician en materia económica y social donde pueden ser más extremos, más estatistas y populistas que sus aliados comunistas y frenteamplistas. Es patética la ausencia de posturas socialdemócratas entre sus políticos, con la posible excepción de Paulina Vodanovic.
El de la Democracia Cristiana es un caso más grave, aquejado de la misma enfermedad de izquierdismo del Socialismo Democrático, en el caso de ellos las bases simplemente los están abandonando y ganaron sólo tres primarias de las 18 en que participaron. El fantasma de Demócratas y Amarillos, que lograron inscribirse como partidos en la Región Metropolitana, los acecha en las próximas elecciones. La centroizquierda sigue huérfana de representación en el oficialismo.
La oposición en general mostró una ventaja frente al oficialismo al lograr una mayor movilización de electores, destacando Puente Alto y La Florida donde logran hacerse fuertes lo que aprovecha Rodolfo Carter para relanzar su pretensión de competir en una primaria. Dentro de Chile Vamos, Renovación Nacional y Evópoli tuvieron una buena performance lo que no ocurrió con la UDI, que además de algunos errores en la elección de candidatos, enfrenta un desafío más complejo que sus aliados de pacto por la presencia de Republicanos.
En efecto, la UDI debe disputar con el partido liderado por Kast el electorado de derecha. Pero la manera más efectiva de disputarlo no es pelear con Republicanos o tratar de diferenciarse lo más posible de ellos (esa carrera ya está ganada por RN y Evópoli y allí están también Demócratas y Amarillos) sino que competir con Republicanos en hacer las mejores ofertas a un electorado de derecha.
Las recientes elecciones europeas han mostrado, más allá de las cuentas por país o partido, que la tendencia mundial en política se mueve hacia la derecha. El tema de la inmigración es la cuestión política más importante para la gente. La defensa del orden público es una demanda universal. Chile no está ajeno a esta tendencia, que es fuertísima acá por la radicalidad y el desastre de gestión del gobierno de Boric. Ese es el electorado por disputar para la UDI. Adicionalmente, los votantes de derecha castigan la falta de unidad en el sector. Más que peleas intestinas se requieren acuerdos electorales y enfrentar al gobierno.
En ese contexto, resulta inexplicable que la oposición quiera darle una victoria al gobierno con un acuerdo en pensiones, cediendo al chantaje oficialista y aprobando una mala reforma, que no está en las prioridades de la gente que rechaza sus principales propuestas. El gobierno quiere repartir plata antes de las elecciones y pone plazos perentorios para lograrlo. Aceptarlo es simplemente demencial, sobre todo cuando el proyecto que pasó de la Cámara al Senado está desguazado y carece de contenido coherente. Arreglar ese entuerto de aquí al 1 de julio es simplemente inviable.
La oposición tiene la oportunidad histórica de repetir la unión del 62% que la llevó a derrotar al gobierno el 4 de septiembre de 2022. La inscripción de Amarillos y Demócratas en la Región Metropolitana lo hace posible. Trabajar en un acuerdo global de la oposición es la tarea de hoy. Mientras antes haya novedades mejor. Estar mirándole la cara a un gobierno, que además te insulta un par de veces a la semana, resulta hoy completamente incomprensible. (El Líbero)
Luis Larraín