Las fakes de Camila-Francisco José Covarrubias

Las fakes de Camila-Francisco José Covarrubias

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Se dice que la primera fake news a gran escala fue en Roma, donde Augusto lanzó una campaña falsa en contra de Marco Antonio, acusándolo de alcohólico, mujeriego y marioneta de Cleopatra.

De la época contemporánea, la más antigua se remite a la publicación del periódico neoyorquino The Sun, en 1835, que informaba de ¡seres que habitaban la Luna!, la que fue ampliamente difundida.

Y si bien las fake news han existido siempre, es evidente que la capacidad de propagarlas hoy es mucho más evidente.

El problema es que detrás del combate a las fake news se esconden elefantes e hipopótamos. Por ejemplo, la burda maniobra para culpar a las noticias falsas del triunfo del rechazo en el plebiscito. O el intento más generalizado, en nombre del combate a las fake news, de controlar a la prensa.

Y si bien ello no es patrimonio exclusivo de la izquierda (en la derecha todavía hay gente que culpa a los “periodistas de izquierda” por el estallido social), ha sido una bandera cada vez más izada por ese sector.

Mal que mal, no hay que olvidar que en Managua 2017 la declaración del Foro de São Paulo señaló: “Se debe procurar la penetración también en los medios de comunicación convencionales y comerciales, para incluir las voces progresistas y contrarrestar la guerra mediática de la derecha continental contra los gobiernos progresistas del continente”.

Tal vez ello explica el porqué la ministra Vallejo está tan preocupada de las fake news.

Paradójicamente, es la misma ministra que dos días después del estallido subió una foto a su Instagram con la lectura “carabineros rompiendo semáforo”, aunque la foto era de seis años antes; la misma ministra que lamentó que el exsenador Novoa haya muerto “en la impunidad” por el caso Spiniak, pese a que la investigación judicial estableció que había sido víctima de un montaje. La misma ministra que, refiriéndose a uno de los peores tiranos de la historia, señaló en 2012 que: “Para nosotros, lo que Fidel Castro diga, reflexione, lo que nos señale, es como una carta de ruta”.

Pero el tema no se remite solo a Camila Vallejo. De eso no hay duda. Es un intento generalizado de un sector que, al ritmo de la zampoña, ha sido largamente propiciado en la región. Basta recordar que el gobierno argentino kirchnerista lanzó hace algunos años un “Observatorio de la desinformación”, el que jamás fue puesto en marcha por el escándalo que generó.

Y qué decir del resto de los países latinoamericanos, donde las “leyes de medios”, supuestamente enfocadas en controlar las noticias falsas y las “guerras mediáticas”, no han sido más que una herramienta para cogotear a la prensa.

Para qué decir el caso de Cuba, Nicaragua y Venezuela, cuyas expresiones son evidentemente burdas.

En la fantasía de casi todo izquierdista (no socialdemócrata) está la idea del Ministerio de la Verdad, descrita por Orwell en 1984. El intento de controlar la información en pos de la utopía. Y las consecuencias han sido trágicas y desastrosas.

Mientras tanto, en Chile estamos próximos a los anuncios…

La mesa de trabajo “Más amplitud, más voces, más democracia”, delegada por la ministra Vallejo a tres universidades estatales y cuyos integrantes son, fundamentalmente, académicos de izquierda, se prepara para hacer las propuestas que la propia ministra quiere. Así, blanqueada por una comisión designada a dedo, se preparan las propuestas, eso sí, “escuchando a mucha gente”. Recuerda a ese programa de cocina de los 80, en el que el pollo estaba listo en un horno de utilería, mientras se mostraba cómo hacerlo durante el programa.

Tal cual, porque en entrevista a este diario hace una semana la ministra dice, por ejemplo, respecto a propuestas sobre la prensa o de nuevos medios estatales, “depende lo que determine la mesa”.

Decir que la Luna está habitada es evidentemente falso, pero la mayor parte de las cosas no tienen esa evidencia. ¿Acaso la crítica a los 30 años no fue una fake news? (cuando existen decenas de índices que muestran los avances de la época). ¿Eso implicaría sancionar por decir aquello? ¿O propiciar las bondades del comunismo no es en sí mismo una fake news, al analizar la evidencia empírica de lo que ello ha significado en los países en que se ha aplicado? ¿Implica que alguien deba ser sancionado o impedir que alguien propicie la sociedad comunista?

Tal vez llegó el momento de recordar a John Stuart Mill: “Negarse a oír una opinión, porque se está seguro de que es falsa, equivale a afirmar que la verdad que se posee es la verdad absoluta”.

O tal vez no hay que irse tan lejos, y basta recordar al viejo Pepe Mujica: “La mejor ley de prensa es la que no existe”. (El Mercurio)

Francisco José Covarrubias