El programa del candidato Daniel Jadue tiene algunas líneas punzantes y revolucionarias. Otras tantas son más bien suaves y tranquilizadoras. Algunas, incluso, son copias del derecho anglosajón que se ven en las teleseries norteamericanas, como los jurados ciudadanos. Obviamente, se oculta con realismo y astucia la raíz leninista de quienes elaboraron el programa, pero, aun así, de cuando en cuando “muestran la hilacha”. Por ejemplo, las tomas y ocupaciones ya no serían ilegales, “por cuanto las necesidades humanas están por sobre la propiedad privada”. ¿Cuántas necesidades humanas estarán por sobre la propiedad privada, aparte de tomas y ocupaciones? Es un misterio.
Otra “joyita” es la política tributaria que se dibuja en forma general. De cada $100 de utilidades, se cobrará el impuesto corporativo directamente (digamos un 30%), y los trabajadores recibirán otro 30%, con lo cual los dueños de la empresa se quedan solo con un 40% de las utilidades. Y como el sistema sería desintegrado (los impuestos pagados aguas arriba no se deducen de los de aguas abajo), los dueños pagarían un -digamos- 40% sobre los $40 que les van quedando de los $100 originales. O sea, de cada $100 de utilidad original, se pueden quedar solo con $28, aproximadamente. En total, un impuesto del 72%. Además de eso, si son “súper ricos” podrían sacarles otro tanto, y si se dedican a la minería u otras labores “extractivas”, otro tanto más. Con esta fórmula se pretende generar muchos empleos, tener una economía dinámica, genialmente innovadora y con un sector privado pujante.
Llamaría la atención que empresarios racionales pusieran capital monetario, humano y organizacional, tal que si tienen éxito les pondrán ese tremendo impuesto, aparte de otros, y acompañado de un sistema de huelgas sin contrapeso. Pero claro, el Estado ahora podrá ser empresario. Y mejor que los privados, eso está demostrado. Claro, es el mismo Estado incorrupto y eficiente que lo vemos día a día en cada actividad que realiza.
Leer el programa de gobierno del PC debería ser obligatorio para los empresarios chilenos, y que eso los haga pensar dónde pondrán sus esfuerzos: si en contemporizar con la ultraizquierda -como lo hizo el empresariado argentino con el peronismo- o invertir su talento en defenderse de ellos, usando los abundantes medios que poseen en forma inteligente.
Bueno, los movimientos revolucionarios tienen esa fuerza ideológica y física que recuerdan aquel canto de Joan Manuel Serrat: “Todos los piratas tienen un temible bergantín con 10 cañones por banda y medio plano de un botín, que enterraron en la orilla de una playa en las Antillas…”. Los cañones son los de la violencia callejera y rural. ¿Ese medio plano, o plan, estará en Cuba, Venezuela o Nicaragua? Lo del botín es más claro: un Estado todopoderoso para cebar a sus partidarios y a un aparato represor potente.
Sin embargo, este tipo de planes o planos se han demostrado un fracaso, y a veces duran -como en la RDA y otros países tras la Cortina de Hierro- hasta 40 años en base a dictaduras indecentes. Pero finalmente se les cayó el muro, como caerán Maduro, Ortega y los cubanos. Y así también esos tiranos -los actuales y los antiguos- terminan como en la canción de Serrat: “No hay historia de piratas que tengan un final feliz, por la espalda en una esquina, gente a sueldo los asesina…”. (La Tercera)
César Barros