Mi abuelo Jorge se mandó a fabricar un timbre de goma que decía: “Los libros se escriben para venderlos, se compran para leerlos y se prestan para perderlos”. Cada uno de sus ejemplares ostentaba la advertencia al principio, en alguna página central y al final. No previno el buen hombre que su nieto rapaz y ávido tomaría algunos sin su permiso para deleitarse en las oscuras noches a vela en las cercanías del río Maule y que luego viajarían a Santiago como enamoradas raptadas para acompañarlo toda una vida.
Debo decir que no estoy muy seguro de recomendar libros. Cada uno tiene sus gustos; pero las obras que me he permitido escoger son variadas y atractivas en sus respectivos géneros, y además, por su volumen, permiten el triple uso que todo libro debe admitir: desde luego leerlos con un tipo de letra amable, tapar el sol y servir como mantilla para una buena siesta.
El primer libro es del noruego Lars Mytting, titulado “Los dieciséis árboles del Somme”. Si bien se trata de una trágica y bien escrita historia de amor que recorre tres generaciones de una familia europea, el lector queda atrapado en la llamada Batalla del Somme, una de las más largas y sangrientas de la Primera Guerra Mundial, que dejó más de un millón de muertos por ambos lados. En esta batalla lucharon franceses y británicos contra alemanes en un frente de solo cuarenta kilómetros cuadrados. Para los interesados, hay fotos, reportajes y mucha historia sobre este crucial enfrentamiento.
Otro libro extraordinario es “La muerte del Comendador”, de Haruki Murakami, que consta de dos tomos que ya están en Chile. Es un texto extraño y kafkiano, escrito con la maravillosa y sensible sutileza de Murakami. No es de todos los gustos porque los personajes son extraños, alejados de la realidad, bastante imaginarios, especialmente en este caso, en que el autor entabla una relación de búsqueda y sentido de un cuadro y dibuja el retrato de una adolescente en una perdida montaña, al lado de un enigmático vecino. Sin embargo, se logra crear un suspenso y entretenimiento, más que nada, a mi juicio, por la notable escritura del autor.
En otra área completamente distinta, hay que destacar la que, creo, fue la última obra de Henning Mankell, notable escritor sueco, de nombre “Botas de lluvia suecas”. Autor de más de veinte novelas, ésta es una historia muy humana, de un anciano médico que pierde su casa en un incendio en la que se suceden acontecimientos impensables para su edad que pueden devolverle las ganas de vivir. Mankell es un maestro de las letras, sin duda.
Termino con John Banville. Se trata de su libro “La señora Osmond”, un libro que pareciera haber sido escrito a comienzos del siglo XX, sutil, desgarrador en las emociones, que habla de un matrimonio fracasado, de traiciones, de abusos y que ha sido comparado con “El retrato de una dama”, de Henry James. Notable y magníficamente escrito. (La Tercera)
Álvaro Ortúzar
