Lo barato cuesta caro

Lo barato cuesta caro

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Uno de los fenómenos políticos que recorre a América Latina son los que creen tener solución para todos los males de la región. Unos vienen de la izquierda devenidos en derechistas como es el caso de Nayib Bukele en El Salvador. Otros vienen de las épocas en que las dictaduras militares rondaban por el continente, tal como es el caso del ex capitán del Ejército brasilero, Jair Bolsonaro. Todos de alguna manera quieren imitar en las formas o el fondo a personajes como Donald Trump. Otros están instalados en la izquierda como Petro en Colombia y ni hablar de Nicolás Maduro en Venezuela o el dictador Daniel Ortega en Nicaragua. De respuesta rápida, no tienen temor al ridículo ni el sentido común es el que prima. Son populares. Muchas veces logran, como en el caso de El Salvador, controlar el delito y son aplaudidos con algún mérito real.

Algunos casos más moderados de populismo tampoco dan el ancho. Ese es el caso de presidentes como Andrés Manuel López Obrador en México, el que sostiene su popularidad en la crisis total del sistema de partidos tradicionales, muy amparado en el uso de las Fuerzas Armadas para casi todas las tareas. Además, usa como arma política el durísimo control migratorio que tiene la frontera con Estados Unidos prácticamente vacía. En este cuadro, el Mandatario mexicano muchas veces señaló tener algún grado de simpatía por el Presidente norteamericano Donald Trump y su manera de ver el mundo.

Es que eso es lo común a populistas de derecha y de izquierda, es decir, el simplismo con que ven el mundo. Autores como Cas Mudde y el chileno Cristóbal Rovira señalan que es una ideología delgada a la que sobreponen algún otro concepto como nacionalismo, pensamiento libertario de ultraderecha o, por el contrario, socialismo del siglo XXI o alguna interpretación postmoderna de Marx u otro autor que consideren revolucionario. Sin embargo, finalmente son lo mismo y no da cuenta de las necesidades de la población en el largo aliento. Nadie duda de la disminución de la delincuencia con Bukele, pero si no va acompañado de políticas públicas y una visión de país, el gatillo fácil se volverá en contra de los mismos ciudadanos que alguna vez aplaudieron estas políticas. En el sentido ideológico contrario, Gustavo Petro está en una permanente crisis de gobierno y un gobierno acusado de diversos casos de corrupción.

Cuando el populismo salta de la seguridad a la economía pasa lo mismo. Argentina enfrenta un proceso electoral donde el peronismo no parece encontrar la fórmula para seguir acumulando adherentes, los que, en vez de irse exclusivamente a la Coalición por el Cambio, parecen sentirse atraídos a Javier Milei. Esto es particularmente fuerte entre los votantes más jóvenes. Muchos ven en el economista un llanero solitario libertario que tiene respuesta para todo en el mercado y las posturas de derecha, pero sin partidos, sin estructura y con el gatillo fácil para creer que las soluciones son mágicas. Esta es la receta para una gran decepción en un momento en que Argentina tiene inflación fuera de control y una economía que produce sufrimiento en los pobres que aumentan en alarmantes números. Es decir, quienes tienen las soluciones más fáciles solo profundizan los problemas. Es decir, debemos recurrir al viejo adagio que lo barato siempre cuesta caro. (La Tercera)

Soledad Alvear