Merecen aplauso los ex mandatarios Ricardo Lagos, Eduardo Frei, Sebastián Piñera y Patricio Aylwin por haberse reunido con Lilian Tintori y Mitzi Capriles, esposas de los presos políticos venezolanos Leopoldo López y Antonio Ledezma, respectivamente, y haber manifestado así su solidaridad con ellos y con todos los que sufren persecución en Venezuela.
Valioso fue también que el Senado, por 30 votos a favor, uno en contra (Navarro) y la abstención de Quintana, Girardi, Tuma y Lagos Weber, del PPD, haya acordado oficiar al ministro de Relaciones Exteriores para que solicite la libertad de todos los presos políticos venezolanos, exija al gobierno de Maduro que las próximas elecciones se efectúen con garantías e imparcialidad, y reclame el respeto irrestricto de los derechos humanos.
La Presidenta Bachelet no recibió a las esposas de López y Ledezma, pese a que el ex ministro José Antonio Viera-Gallo informó un mes antes a La Moneda del interés de ellas por ser recibidas. El canciller Muñoz solo estuvo dispuesto a compartir una cena informal, lejos de la prensa. En realidad, la línea seguida por el gobierno chileno frente a Venezuela ha sido transparente: no hacer nada que incomode al gobierno de Maduro (ni a sus amigos en Chile).
Venezuela todavía no vive bajo una dictadura, pero ha dado demasiados pasos en esa dirección. En la misma medida en que la casta gobernante ha perdido apoyo de la población, debido a la asfixiante crisis económico-social, la extrema inseguridad y la corrupción galopante, se han incrementado los abusos de poder y la represión, para lo cual el gobierno ha contado con la complicidad de un aparato judicial sometido a sus dictados. A fin de año deberían realizarse elecciones parlamentarias, pero no hay seguridad de que lleguen a celebrarse en un marco de respeto a las libertades públicas y con un tribunal electoral que ofrezca mínimas garantías.
Maduro encabeza un gobierno militarizado dentro de las pautas trazadas por Hugo Chávez, quien politizó a las Fuerzas Armadas para usarlas como instrumento sectario de lo que llamó la «revolución bolivariana». La gigantesca renta petrolera le sirvió para «disciplinar» a los militares y convencerlos de poner las armas al servicio de un proyecto que intentó hacer de Venezuela una copia de Cuba. ¡Y casi lo consiguió! Hoy, con menos dinero y menos luces que su inspirador, Maduro exacerba la retórica revolucionaria, denuncia conspiraciones e invasiones cada día, y hasta acusa al ex Presidente español Felipe González de encabezar un plan siniestro por el solo hecho de estar dispuesto a prestar asistencia legal a los presos políticos.
Es la suma del autoritarismo y el delirio. En tales circunstancias, ha sido penosa la actitud de la mayoría de los gobiernos latinoamericanos, agradecidos unos de los regalos chavistas, y temerosos otros de ser tratados como enemigos.
El 14 de abril, Guillermo Teillier, presidente del PC, dirigió una carta al presidente de la comisión de RR.EE. de la Cámara, para fundamentar su inasistencia a la sesión en la que se recibiría a las esposas de López y Ledezma. «Respaldamos -dijo- la posición del gobierno de Chile, y por tanto no compartimos la actitud que han adoptado ex presidentes y otros personeros, quienes simplemente han tomado posición a favor de la desestabilización y de la injerencia exterior como método».
No puede haber una visión acomodaticia sobre el valor de los derechos humanos, que dependa de quiénes son las víctimas y quiénes los victimarios. Si no es así, quiere decir que solo se está dispuesto a reconocer los abusos que sufren los del propio bando, y a justificar cualquier tropelía de aquellos con los que se comparten ideas e intereses. Esa es la lógica que lleva a los amigos chilenos de Maduro a calificar de golpistas a quienes resisten en Venezuela. En suma: los amigos son los amigos.
Es indispensable alentar a los venezolanos que luchan hoy por la democracia. (Emol)