El Presidente cambia de opinión. Escándalo. El Presidente examina sus ideas de cuando era estudiante. Oportunismo. Se reconcilia con sus adversarios de ayer. Hipocresía. Reevalúa su juicio sobre Carabineros. Patrañas.
La oposición no acepta ningún puente que se le tienda. Tampoco comprende que los contextos cambian y modifican las conductas de los líderes.
Piñera lo sufrió cuando respaldó modificar la Constitución como salida a la crisis de 2019. Fue tildado de entreguista.
Es extraño este modo de pensar en que se cuestiona, incluso se ridiculiza, el que quienes conducen la nación modifiquen sus opiniones y puntos de vista a partir de nuevos escenarios.
Pienso al revés: valoro la capacidad de los seres humanos de reinventarse. Sospecho de quienes se ufanan de no haber cambiado nunca de idea. Especialmente en medio de esta vorágine de transformaciones en que vivimos. Raro.
En el corazón del pensamiento liberal que origina la democracia y en la base de la estructura intelectual del socialismo democrático —el pensamiento crítico— subyace la noción de que estamos obligados a revisar nuestras certezas. “Buscar lo que es verdad no es buscar lo que se desea”, decía Camus.
Boric suele citar al escritor francés.
“La duda debe seguir a la convicción como una sombra”, escribió el premio Nobel en 1943. Camus era un combatiente por la libertad de Francia y un gran crítico del estalinismo. Pese a su fama, recibió el desprecio del mundo intelectual de izquierda por su postura en favor de la libertad y la tolerancia.
Esa disposición intelectual de Boric, autocrítica y libre, debería ser una garantía para los chilenos y chilenas. Estamos muy lejos de tener un gobernante con tentaciones autoritarias o autorreferentes. Es al revés.
Así ocurrió en un momento muy decisivo, en 2019, cuando el entonces diputado se desmarcó de la posición de su sector y apoyó el acuerdo constitucional de noviembre. En ese momento, aquello requirió de un inmenso coraje. Porque el liderazgo debe a veces nadar contra la corriente dominante. De eso se trata: de eludir las modas y, si es necesario, mover el tablero.
Ahora como presidente, Boric asume que las experiencias que le toca vivir conducen a nuevas conclusiones. Y esos cambios no son fáciles de aceptar por quienes marcharon junto a él.
Si a la oposición estos giros le producen sospecha, lo mismo les genera a algunos de sus adherentes.
Sin embargo, ellos surgen de una evaluación responsable de contextos que se modifican con mucha celeridad y son necesarios para asumir las duras realidades actuales. Estas, convengamos, eran inimaginables en 2011, el año de las marchas del Boric de la Fech y muy distantes de los contenidos que llevaron al país a un estallido social en 2019. Estamos enfrentando situaciones que, aunque estuviesen larvándose, no conocíamos como nación.
Es parte del rol de la oposición cuestionar a los gobernantes y fiscalizar que sus acciones y dichos sean genuinos y útiles y no obedezcan a maniobras tácticas o distractoras. Sin embargo, la persistencia del presidente hacia una lógica de no confrontación y cooperación denota convicciones y diseña un derrotero.
Lo negativo en el escenario actual no es que el presidente diga hoy algo diferente de lo que dijo ayer, sino que la oposición use esa excusa para rechazar una y otra vez el camino de diálogo que desde el Gobierno se le tiende. Eso se llama obstruccionismo. Si esa conducta persiste será imposible resolver los difíciles problemas que enfrenta el país. Quizás es hora de que la oposición, como ha hecho el presidente, inicie también su camino de revisión. (El Mercurio)
Ricardo Solari