La Alianza tiene nuevo nombre: Chile Vamos. Viejos amigos de tantos años bajo un nuevo logotipo y una gran oportunidad: repensar el ideario del sector.
Lamentablemente la construcción de los mínimos comunes se ha encontrado nuevamente con la gran piedra de tope del ultraconservadurismo. Y en vez de repensar el ideario para que se modernice y puedan cohabitar en el futuro nueva visiones, ha vuelto a aparecer el «erizo» (tan bien descrito por Isaiah Berlin hace más de 50 años) para parapetarse en torno a ciertas posturas morales.
El tema que ha generado mayor tensión, como era de esperarse, ha sido la posición de que todos quienes pertenezcan al referente deberán compartir una posición única sobre la defensa irrestricta de la vida «desde la concepción hasta la muerte natural». Ello implica automáticamente estar en contra del aborto (y la eutanasia), bajo cualquier circunstancia.
Todos se felicitaron por la frase. Palmoteos y brindis por doquier. La única excepción: Felipe Kast. Un reconocido contrario del aborto en todas sus circunstancias, pero que se dio cuenta de que una restricción de ese tipo no solo no promueve la diversidad, sino que estratégicamente es absurda.
Paradójicamente, un sector de la sociedad chilena -entre los que se encuentran los líderes de la derecha chilena- vive congelada en el tiempo y aislada del mundo. Tanto es así, que ello ha implicado que en Chile estemos discutiendo temas que no se discuten en ninguna parte. Es cierto que el aborto se discute apasionadamente en todos los países, pero se remite fundamentalmente al plazo o al financiamiento estatal. La discusión sobre el aborto terapéutico o sobre feto inviable claramente no existe. Las legislaciones de todos los países occidentales simplemente la reconocen.
De lo que no se han dado cuenta los líderes de la vieja Alianza es que los nuevos estatutos de Chile Vamos dejarían fuera de esta coalición a los más prominentes líderes de la centroderecha mundial.
Mariano Rajoy, en España, intentó limitar el aborto, pero nunca puso en duda el permitir la opción en caso de violación o de daño físico o psicológico de la madre. Pues bien, Rajoy no podría estar en Chile Vamos.
David Cameron, uno de los líderes conservadores más emblemáticos de los últimos 50 años, es abierto partidario del aborto libre. En Inglaterra se permite hasta las 24 semanas sin expresión de causa, y Cameron solo se ha manifestado partidario de rebajarlo hasta las 20 semanas. Si Cameron viviera en Chile, no podría estar en Chile Vamos…
Incluso Ted Cruz, el más conservador de los aspirantes republicanos de Estados Unidos -llamado por muchos como «fanático religioso» y «ultraconservador»-, pese a que es manifiestamente contrario al aborto, excluye de la prohibición al aborto terapéutico. Ted Cruz, por lo tanto, quedaría fuera de Chile Vamos por no defender de forma «irrestricta» la vida.
Peor aún, Margaret Thatcher, la «dama de hierro», la «niña símbolo» de la derecha chilena, no solo quedaría fuera, sino que sería declarada como enemiga. Thatcher votó como diputada en 1967 a favor de legalizar el aborto. Más tarde como Primera Ministra declaró: «Soy partidaria de modificar la ley, porque creo que está operando en una forma más laxa de lo que se previó, pero no soy partidaria de abolir totalmente el aborto».
La derecha chilena debe hacer una reflexión profunda. Y todavía es tiempo para hacerlo. A favor tiene su irrestricta defensa de ciertas libertades, la mayor madurez de sus miembros y el legado de un buen gobierno realizado por Piñera. En contra -sin embargo- tiene el excesivo dogmatismo económico, el excesivo temor político y, sobre todo, el excesivo conservadurismo valórico. Ese conservadurismo se combina con una especie de provincianismo de pensar que Chile es una reserva moral del mundo, desconociendo -por lo demás- que la ley y la realidad van por vías distintas en esta materia.
Paradójicamente, uno de los idearios enarbolados por la derecha ha sido siempre la anterioridad de los derechos individuales por sobre el Estado, y el escepticismo respecto al actuar de éste en las distintas materias («cuando el Estado interviene, en general lo hace tarde o lo hace mal», como decía John Stuart Mill). Pues bien, quienes representan este sector buscan entregarle todo el poder al Estado para enarbolarlo como el custodio de las «buenas conductas». Aborto bajo toda circunstancia y eutanasia quedan fuera del ámbito de la libertad individual. Por siempre y para siempre.
Es de esperar que la solitaria y sensata posición de Felipe Kast se imponga, para que las viejas ventanas de la Alianza se abran a recibir aire fresco, incluso entre quienes están en desacuerdo. Si, por el contrario, terminan primando las posiciones de los «macarras de la moral», Chile Vamos tendrá que ser rebautizado en poco tiempo como Chile Resistamos.