Exponiendo su vida por la democracia, María Corina Machado, líder de la oposición venezolana, enfrenta con decisión a Nicolás Maduro y sus secuaces.
María Corina merece ser llamada Mujer de Hierro por su entereza. Ha sido el principal objetivo de Maduro, sin poder doblegarla. Sin estridencias, pacíficamente, ha sido capaz de liderar a una oposición por décadas dividida por luchas internas.
El abrumador triunfo de Edmundo González en las elecciones del 28 de julio pasado es la mayor prueba del liderazgo de Machado y de la voluntad de su pueblo venezolano por recuperar sus libertades. Sobre ese triunfo surge el creciente respaldo y la esperanza del retorno a la democracia en Venezuela, el debilitamiento de Maduro y el fortalecimiento de sus opositores.
María Corina, encabezando movilizaciones y recibiendo un creciente apoyo internacional, echó a perder la tercera y fraudulenta instalación de Nicolás Maduro.
Ningún mandatario demócrata, ni de izquierda, ni de centro, ni de derecha, asistió a la ceremonia inaugural. Gobiernos como los de México, Colombia y Brasil, antes presentes en estos actos, esperanzados en mediar para una transición a la democracia, ahora toman distancia del régimen bolivariano. Los autócratas de Cuba y Nicaragua fueron los únicos mandatarios asistentes.
Notable fue el veto de Brasil a la incorporación de Venezuela a los Brics. Probable es que Donald Trump rectifique la equivocada política de Biden que relajó la presión en contra de Maduro, por candidez mediadora y beneficios para Chevron. Sobre 30 millones de sufrientes venezolanos, 8 millones de expatriados, más de 500 mil residentes en Chile, están atentos a la solidaridad internacional y de los chilenos.
El aislamiento de Maduro debería intensificarse. Venezuela no tiene la gravitación del pasado, cuando con su petróleo, el Alba y Unasur dominaba la política latinoamericana. Maduro ya no es capaz de engañar a nadie. No le queda otra que depender de sus aliados extracontinentales China, Rusia e Irán, y compartir lazos con los decadentes gobiernos de Bolivia, Cuba y Nicaragua.
El Presidente Boric, correctamente, calificó a Nicolás Maduro de dictador y de fraudulenta la elección de su tercer mandato. Podría ir más allá y reconocer a Edmundo González como Presidente Electo. Así lo han hecho, entre otros, Argentina, Ecuador, Panamá y Perú. A la vez, cabría manifestar claramente el apoyo a la oposición venezolana reuniéndose con González, lo que no fue posible por su viaje al Polo Sur. Finalmente, cabría sumarse a los procesos en contra de Maduro ante la Corte Penal Internacional. Maduro debe ser el pasado, y para que Corina Machado y Edmundo González sean el futuro, se requiere de todo el apoyo necesario a su causa. (El Mercurio)
Hernán Felipe Errázuriz