Chile Vamos presentó los elementos básicos que debiera contener nuestra Constitución. Para muchos esta propuesta representa un evidente giro hacia una mayor injerencia del Estado en nuestro ordenamiento fundamental, principalmente porque se incorporaría el principio de solidaridad. No concuerdo en absoluto con esta apreciación, que sin embargo es el reflejo del mito existente sobre nuestro actual sistema económico-social.
En el siglo XIX Chile tuvo una economía de libre mercado relativamente exitosa, sin perjuicio de sus iniciales prácticas mercantilistas. En el siglo XX nuestra economía se fue cerrando al comercio y financiamiento internacional, al mismo tiempo que el Estado fue aumentando notablemente su injerencia discrecional. Al respecto, subrayo el concepto de discrecionalidad. Previsiblemente, desde comienzos del siglo XX el PIB por persona creció en Chile relativamente menos que en el resto del mundo.
El proceso descrito culminó en el período 1970-1973, cuando el país llegó a tener una economía prácticamente centralizada, parecida a las de Europa del Este de entonces. No por casualidad Chile sufrió en ese período una de sus peores crisis.
Frente al desastre existente en 1973 y considerando la experiencia histórica resumida en los dos párrafos anteriores, el régimen militar decidió implementar la propuesta de los Chicago Boys contenida en El Ladrillo (CEP, 1998). El cambio fue, sin duda, radical, pero sólo en relación al sistema centralizado imperante en 1973. La propuesta tampoco apuntó al otro extremo, una economía de mercado libre, cuyas características quizás se puedan derivar de algunas de las expresiones de Milton Friedman en sus escritos de difusión o de las novelas de Ayn Rand, pero no de El Ladrillo.
La realidad es que el así llamado modelo chileno corresponde a una variante de una economía social de mercado. La última no es ni centralizada ni libre. En ella se utilizan -en el marco de los principios de una democracia representativa y el respeto por la libertad individual- a la acción del Estado y al mercado como meros instrumentos para maximizar el bienestar social.
Excluyendo a las políticas públicas del actual gobierno, éstas han estado recogiendo en Chile, pragmática y exitosamente, tanto las preferencias ciudadanas como el consejo técnico experto, para maximizar el bienestar social. Ello ha permitido utilizarprovechosamente la acción del Estado o los mercados, a menudo en forma complementaria y sin darles un valor intrínseco.
El mito es que Chile tiene una economía en extremo liberal y eso es falso. El innegable éxito socio-económico del país en las últimas décadas es la consecuencia de una política que reconoció tanto a los beneficios como a los límites objetivos de la acción estatal, como también de aquellos de los mercados, para alcanzar los fines sociales posibles. Por ello, explicitar en la Constitución a la solidaridad entre los últimos, no altera en absoluto el ámbito óptimo de la acción estatal, pero puede realzar a dicho valor en la acción pública. (La Tercera)
Rolf Luders