Evo Morales apostó, vía una reforma constitucional, mantenerse en el poder hasta el año 2025. El triunfo del No a la reforma, permite establecer que el término de su mandato será el 22 de enero de 2020. Completaría así 14 años desde que asumió como Presidente de Bolivia.
No nos corresponde a los chilenos alegrarnos o dolernos del resultado de un plebiscito que sólo le incumbe calificar al pueblo boliviano. Sin embargo, es del todo necesario analizar los escenarios que se abren para un país como Bolivia. La dinámica y comportamiento político económico, social y de todo orden en ese país, incidirán en el ámbito regional como por cierto en las relaciones con Chile. Me parece una premisa básica establecer que nada será igual antes y después del resultado conocido.
Morales apostó a aprovechar sus buenos resultados que han generado estabilidad, progreso, buen comportamiento de la economía, avances significativos en atacar la pobreza endémica y dar soluciones efectivas a problemas sociales. Sin embargo, ello no fue suficiente. Quiso adelantarse a una elecciones que serán el año 2019. En el plan del Presidente visualizaba que el período que le resta en el poder se vislumbra complejo en todos los frentes. Lo primero que deberá enfrentar será cómo lograr mantener el buen ritmo en una Bolivia que, desde la bonanza de los buenos precios, entrará a la caída de los ingresos de los productos de los cuales depende. Si no logra resolver la ecuación se le generarán conflictos internos en un pueblo que aspira a mayores niveles de desarrollo.
En lo político el escenario tampoco es auspicioso. El MAS mantiene una simbiosis con su líder Evo Morales. A días de su derrota ya se vislumbra no sólo el dilema de quien lo sucederá, sino la evidencia de la debilidad de una organización política que ya exhibe divisiones internas importantes.
Los nuevos tiempos, o en el tiempo que queda, el Presidente tendrá que asumir que su plan falló. En el balance sus activos fueron menores que sus pasivos. En estos últimos cobraron mucha fuerza el monopolio del poder; los pocos espacios para ejercer libertades; los signos de corrupción; el ejercicio de la violencia, con resultado de muertes y la pérdida de bastiones emblemáticos. Una agenda que enfrente y resuelva estas demandas ciudadanas le será exigible y encontrar soluciones resultará complejo.
Hasta unos pocos meses Morales contaba con socios comprometidos de visiones compartidas. Hay un nuevo escenario y ello incidirá en la merma de su apoyo internacional. Pensamientos populistas y el socialismo del siglo XXI van en retroceso. El anti imperialismo contrasta con una Cuba cada día mas cercana a EE.UU. En la región se respiran aires diferentes a los que postula la política interna y externa del Mandatario.
En Chile anhelamos una Bolivia estable y que cada día brinde más oportunidades a su pueblo. Los bolivianos definirán su camino. A Bolivia le sería favorable construir con Chile una relación propia de los tiempos que vive el mundo y no anclada en un pasado zanjado en tratados vigentes. Dicho objetivo exige a ambos países mover piezas. El nuevo escenario abre espacios para hacerlo.